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Segunda en la frente del Baskonia ante el Panathinaikos

El equipo vitoriano vence en la prórroga al griego y vence 2-0 en la eliminatoria

Tillie intenta anotar ante Radulica.
Tillie intenta anotar ante Radulica.L. RICO

Sabido es que entre los mismos equipos se puede dar el mismo resultado, pero es imposible que suceda el mismo partido. Menos aún cuando solo han pasado 48 horas entre uno y otro y el cansancio agota por igual el cuerpo que la mente. Pero hay algo que puede no variar: la actitud, la fortaleza anímica, la asunción del desgaste como un compromiso y no como un problema. Y en eso el Baskonia sí repitió el partido ante el Panathinaikos para acabar venciendo 82-78 tras una prórroga y un ejercicio de autoestima a prueba de bomba. Porque lo había tenido casi ganado antes del empate final con una triple de Adams que le situaba a seis puntos con poquito, muy poquito que jugar. Pero el Panathinaikos no era el del miércoles sino el del viernes, o sea otro, otro equipo cabezón, empecinado, que además contaba con la inestimable colaboración de Diamantidis, el genio que el miércoles se quedo escondido en la lámpara pero que hoy salió en el Buesa Arena como el vapor de una cafetera.

Todo fue distinto, porque invariablemente no hay dos partidos iguales y porque el equipo griego es más de lo que ofreció en la primera jornada. Y porque el Baskonia sumó a su lista de bajas (Causeur y Shengelia) la de Hanga, roto muscularmente el miércoles. Llovía sobre mojado y Perasovic tuvo que jugar más tiempo del que hubiera deseado con sus dos bases en pista, es decir con la electricidad de Adams y la serenidad de James. Eso obligaba al Baskonia a multiplicarse en defensa porque el equipo de Djordevic tenía la muñeca más fina y la actitud más cortantes.

El primer cuarto fue similar al del miércoles, esta vez con ventaja de tres (18-21) del Panathinaikos, pero en el segundo el Baskonia le devolvió la moneda yéndose al vestuario con dos puntos de ventaja (38-36). Estaba claro que más allá de arreones puntuales, el partido estaba abocado a una igualdad absoluta. Raduljica ya no era el rey del aro, pero inquietaba lo suficiente a Bourousis, también amenazado por el bosnio Kuzmic. No jugaba a gusto el griego, pero seguía siendo el referente.

Sin embargo, por fuera del perímetro Adams seguía siendo el jugador insultante, alocado a veces, atrevido siempre, confuso en ocasiones, determinante por hábito. No siempre encuentra Adams la mejor de la soluciones empeñado en jugar contra sí mismo si algo no le sale bien. Pero ese amor propio le lleva a sus mejores versiones. Tras un tercer cuarto otra vez igualado, Adams le hizo soñar al Baskonia con la victoria, aunque por allí andaba Diamantidis empeñado en abrirle los ojos. Y llegó la pròrroga. Y otra vez el sufrimiento. Ventajas mínimas, triples errados por unos y por otros, rebotes al alimón, hasta que … falló Raduljica y una personal posterior sentenció el partido para el Baskonia. Dos a cero en la eliminatoria es una ventaja encomiable. ¿Decisiva? Nada es decisivo en un playoff. Pero el Baskonia le dio al Panathinaikos la segunda en la frente. Y eso duele.

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