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El punto muerto del meldonium

La AMA revisa los análisis antidopaje del medicamento que condenó a Sharapova

Carlos Arribas
Sharapova anunció el 7 de marzo que usó meldonium.
Sharapova anunció el 7 de marzo que usó meldonium.Damian Dovarganes (AP)

El fulgor mediático de la lucha antidopaje mundial que, después de los problemas de Rusia, alcanzó su apogeo con el positivo de la tenista Maria Sharapova y los más de 170 casos del medicamento meldonium sufrió un apagón, al menos transitorio, el miércoles cuando la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) publicó un documento reclamando tiento y cautela. Según el organismo que vela por la lucha contra el doping, la vigila, la regula y la codifica, no está claro que los deportistas a los que se ha encontrado restos de meldonium en su organismo los últimos meses no lo hubieran ingerido antes del 1 de enero pasado, cuando entró en vigor la prohibición del milagroso medicamento letón. Mientras no se lleve a cabo un estudio profundo sobre los tiempos de eliminación del meldonium por la orina, los procesos contra aquellos deportistas a los que se detectara entre 1 y 15 microgramos por mililitro de orina antes del 31 de marzo quedan paralizados. Si la cantidad hallada antes del 31 de marzo fuera inferior a 1 microgramo, el deportista queda absuelto, y si esa cantidad se hallara después, queda a la espera de estudios posteriores que puedan determinar la fecha de su ingesta.

No se podrá beneficiar de esta puerta abierta Sharapova, quien en su confesión pública dijo que había seguido tomando meldonium después del 1 de enero porque no sabía que había sido prohibido.

Esta marcha atrás de la AMA procede de la escasa información que se poseía sobre el meldonium (Mildronate es su nombre comercial en las farmacias del Este, en las que se vende para afecciones cardiacas: en Europa occidental y Estados Unidos no está autorizado) el 15 de septiembre pasado, cuando la AMA decidió incluirlo en la lista de sustancias prohibidas que entraría en vigor el 1 de enero de 2016. Aunque su consejo científico decidió que el producto descubierto por un químico en Riga en los años 60 cumplía dos de los criterios necesarios para su inclusión –aumenta el rendimiento y no es ético tomarlo, pues solo los enfermos tienen justificación para hacerlo--, ni se sabía cuánto tiempo permanecía en el organismo ni tampoco se disponía de ningún estudio que demostrara de qué manera aumentaba el rendimiento, cuál era su mecanismo de acción.

Como prueba de sus efectos ergogénicos, la AMA solo disponía, y así lo admite, de dos pruebas: que su ingesta era masiva por los deportistas de los países en los que se comercializa, fundamentalmente Rusia, y que en su prospecto, el fabricante aseguraba que aumentaba el rendimiento. No hay ningún estudio serio ni a gran escala que pruebe esa afirmación.

Antes de la prohibición, el único estudio científico occidental disponible era la publicación de los químicos del laboratorio de Colonia, felices por haber descubierto una nueva molécula con sus espectrómetros de masas de alta definición y que solicitaban su inclusión en la lista prohibida para demostrar que la lucha antidopaje no ceja. Esa decisión acelerada la ha colocado, finalmente, en punto muerto: los abogados de los deportistas positivos seguramente reclamarán no solo que se estudie el tiempo de eliminación, sino también si en realidad aumenta el rendimiento.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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