Laia Sanz, alucinaciones acústicas y mucha cabezonería
La piloto española explica en un libro cómo logró colarse en el top 10 del Dakar de 2015
Dice Laia Sanz, la mejor piloto de la historia —17 títulos mundiales, 13 de trial, cuatro de enduro; además de los europeos, las medallas de oro y los trofeos varios—, la mejor piloto del Dakar desde su debut en 2010, que la culpa de todo la tiene su padre. “Fue él quien, cuando yo aún no andaba siquiera, me subía en el depósito de su moto y me llevaba a dar una vuelta. Sentí antes el equilibrio encima de una máquina a motor de dos ruedas que con mis propios pies en el suelo. Sentí la felicidad sin saber aún qué era”, relata en el libro Quien tiene la voluntad tiene la fuerza (RBA, 2016), escrito por ella misma y Eloi Vila.
Su padre, Jesús, también es el responsable del título del libro, el primero que se decide a escribir Sanz: un repaso a lo que fue su Dakar del 2015, en el que se convirtió en la primera mujer capaz de terminar en el top 10. “Me lesioné la rodilla. Y estaba muy desanimada. A veces no tengo tanta capacidad para esforzarme como parece. Y él me regaló una pulsera con esa leyenda”, explica sobre esta primera edición, repleta de sensaciones que pocas veces ha compartido antes, pues es reservada y cauta, y de revelaciones sobre las etapas del rally raid más duro del mundo y en el que ella brilla como pocos. Para una biografía se cree, todavía, demasiado joven. Sólo tiene 30 años. Y le quedan muchos Dakar por delante. Y muchas carreras que ganar, aunque parezca mentira.
Ganadora de Sport Cultura
Laia Sanz ha sido galardonada con el Premi Sport Cultura Barcelona en el apartado deportivo mientras que Joan Roca fue distinguido en la categoría de cultura. El reconocimiento a la mejor trayectoria recayó en Valentí Fuster. Sanz se impuso a Messi.
De sus recuerdos de infancia rescata conversaciones que escuchaba en sus primeras pruebas de trial, cuando competía con chicos porque no había categoría femenina: algunos padres decían que los jueces le penalizaban menos por ser chica. “Y cuando eres niña y un adulto te suelta algo así piensas que tiene razón. Con el tiempo me di cuenta de que no era cierto; simplemente eran incapaces de aceptar que una niña pidiera ganar a un niño. Y menos, a su niño”.
También recupera decenas de anécdotas de aquel Dakar de 2015, al que tanto le costó llegar tras decidir dejar Gas Gas y quedarse sin nada: sin equipo, sin moto, en mayo, a un día de la primera prueba del Mundial de enduro, a siete meses del Dakar. “No cumplían los acuerdos establecidos en el contrato”, escribe. Y se largó. Se dedicó a ganarlo todo, como fuera, con motos prestadas y todo su talento. Hasta que llegó Honda y le tendió la mano. Con desconfianza. El manager del equipo, Martino Bianchi, le expresó sus dudas: “No mejorarás la 16ª plaza del año pasado”. Y ella se puso como una moto. “Bajar de ese puesto en la clasificación final se ha convertido en mi objetivo. Quiero demostrar que no tenía razón”, razona en la primera etapa. Por suerte, aunque llevó su cuerpo al límite en la segunda —“Oía una moto detrás de mí todo el rato, pero cuando me volvía no veía nada”, le explicó al médico al terminar la especial, en la que le subió la fiebre por el intenso calor, una jornada a 50 grados, repleta de bajas y malas noticias. “Has tenido alucinaciones acústicas”, le dijo—, ella lo logró.
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