La liberación de Carla Suárez
La canaria, a contracorriente, remonta contra Ostapenko (1-6, 6-4 y 6-4) y logra en Doha su mayor éxito
Son ya unos cuantos años —accedió al circuito profesional en 2008—, 10 finales y, hasta ayer, una cosecha de solo un título de talla menor (Oeiras 2014). De ahí la alegría de Carla Suárez, desatada y liberada, eufórica después de demostrar (y demostrarse) con el título logrado en Doha (1-6, 6-4 y 6-4 frente a Jelena Ostapenko) que sí, que se puede, que su romántica lucha contra el sistema también merece premio, que no todo en esto del tenis va a ser pegarle y pegarle duro a la bola, reventar la pelota y triunfar por el camino más rápido. Que el talento, en su caso a raudales, también demanda reconocimiento.
De ahí el éxtasis, de ahí ese brinco para alcanzar su box y abrazar a todo aquello que se cruzó a su paso, ante todo a ese equipo que le compaña en su desafío y secunda el ejercicio de fe que le impulsa, a las duras y a las maduras, siempre. No olvida Carla a quienes le empujan: “Familia, Xavi [Budó, su primer técnico], Marc [Casabó, el segundo, presente en el banquillo de Doha]”, estampó sobre la cámara que recogía su alegría, más que justificada puesto que acababa de firmar el mayor éxito de su carrera.
Hasta ahora, la española solo había ganado una de las nueve finales que había disputado
Llegó el premio para una jugadora que el curso pasado ya chocó frontalmente contra la cruda realidad actual, contra las derechas de Andrea Petkovic (Amberes), Serena Williams (Miami) o Maria Sharapova (Roma) en las tres finales que disputó (más atrás, en Marbella 2009 y 2010; Oeiras 2012 y 2013; y Acapulco 2013). Pero no, esta vez no. Suárez se impuso a todo estigma (a su menor complexión, su potencia limitada o la fragilidad de sus servicios) y a ese cepo interior que le lastra psicológicamente, le impide que se lo crea más y tira muchas veces de ella hacia abajo.
Cerca estuvo ayer de hacerlo de nuevo, cuando había cedido el primer set en 26 ante una rival, la letona, que la estaba cosiendo a pelotazos (11 winners a uno en ese primer parcial). Ostapenko, 18 años e interesantísimo proyecto del este, no le dejó jugar en ese primer tramo del duelo; le forzó a golpear desde posiciones lejanas y forzadas, pero en el segundo parcial llegó el punto de inflexión. “¡Carla, necesito actitud de verdad, que me creas de verdad!”, le reclamó Casabó a pie de pista, con el objetivo de que Suárez no se quedase grogui y regresase lo antes posible al partido.
Funcionó la arenga del preparador y el drive y el revés sedoso de la canaria comenzaron a desfondar a Ostapenko, que fue perdiendo pegada y desquiciándose (concluyó con 45 errores no forzados). Entregó el segundo set y en el tercero también se inclinó, después de encajar dos roturas consecutivas. Y Suárez, de sometida a dominadora, después de una hora y 51 minutos de juego, se coronó. Llegó, por fin, la liberación. Y, para mayor regocijo, sobre cemento, terreno para bombarderas.
Supo reaccionar después de entregar el primer set en 26 minutos, con solo un golpe ganador
“Quiero estar tan arriba como pueda”, manifestó después; “ganar mi segundo título después de perder tres finales el año pasado lo hace más especial. Ser una top-10 es un sueño hecho realidad y quiero permanecer en él hasta el final de la temporada". Mañana, con la actualización semanal del ranking, figurará ya en el sexto peldaño de la lista mundial de la WTA; los 900 puntos (y los 475.000 euros de cheque) que le reportan este triunfo le conceden el derecho a caminar en las alturas, a estar de nuevo entre las mejores. Su reto, ahora, es mantener la línea. A contracorriente, con talento.
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