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Messi se pierde por Cornellà

El argentino decide jugar de mediapunta y apenas participa del juego por la acumulación de hombres por dentro

Jordi Quixano
Jordán agarra a Messi durante el partido.
Jordán agarra a Messi durante el partido.vicens giménez

Messi optó por jugar al escondite en Cornellà. No es que no quisiera participar del juego, sino que quizá su ansia por atesorar el esférico entre los pies le jugó una mala pasada. Acostumbrado a decidir los encuentros, bien con sus atinadas lecturas o bien con sus fabulosos quiebros y remates, el 10 quedó de lo más difuminado por una mala interpretación del encuentro; actuó en todo momento de mediapunta en vez de extremo como habitúa y facilitó la defensa del Espanyol, que cerró por dentro y le fue posible encimarle con uno o con efectivos, incluso con tres como se vio en la primera jugada del encuentro. Fue falta. Pero la tarascada dentro de la legalidad vale —no en vano el Espanyol cometió 21 por las nueve del equipo azulgrana— y Messi acabó por perderse extrañamente en el estadio blanquiazul.

Hace poco más de un año, con la aquiescencia del técnico Luis Enrique, Messi resolvió recolocarse en la banda derecha para dar cabida a Luis Suárez por el centro porque en el costado, lejos del área, se desenvolvía un tanto torpón. La medida resultó fenomenal porque el tridente ofensivo acabó por entenderse de fábula, toda una apisonadora de difícil detención que catapultó al Barcelona a firmar cinco de seis títulos en el año (natural) pasado con la estratosférica cifra de 180 goles, más que ningún otro equipo en la historia. Aunque ayer, en Cornellà, Messi abandonó por completo el carril y prefirió actuar de enganche, más como palanca que moviera al equipo que como dinamita que agitara el encuentro. Jauja para el Espanyol, que entregó los costados al Barça para tejer la telaraña por los pasillos interiores. Y la consigna del rival era clara porque ponían el pie, el cuerpo o la habilidad para que los delanteros del Barça no se giraran cuando recibían de medio campo para delante. Se trataba de restar tiempo y espacio, y lo hicieron a las mil maravillas porque Messi, por ejemplo, se equivocó en el 22% de sus pases (33 buenos de 42). Aunque eso, claro, no acabó por ningunearle.

La consigna del Espanyol era clara porque ponían el pie, el cuerpo o la habilidad para que los delanteros del Barça no se giraran

Lo mejor, a balón parado

No logró lanzar al equipo Messi con sus pases en profundidad, pero sí que sacó la chistera cuando recibió en el balcón del área. Como en esa pared con Neymar que finalmente Luis Suárez no pudo completar en boca de gol. O como ese otro en el que filtró un pase para Iniesta que parecía coser y cantar, pero que se adelantó Javi López para evitar el remate. O incluso en esa asistencia a Luis Suárez que Iniesta completó en gol, por más que después se invalidara por fuera de juego. Pero sin éxito en el último pase, Messi no se rindió y hasta probó un disparo a la altura del punto de penalti que Álvaro desvió a tiempo para tranquilidad del portero Pau, que ya se temía lo peor. Lo mismo ocurrió con ese lanzamiento de falta frontal que golpeó con el interior del pie con un efecto de dentro para fuera hasta que el esférico se estampó en la misma cruceta. Y ya van 18 postes para el Barça en lo que va de curso. También lo probó el 10 a balón parado en las postrimerías del encuentro, pero en esta ocasión la pelota se contentó con saludar al palo por fuera.

No era la noche de Messi, que tampoco contaba con la acostumbrada ayuda de Luis Suárez; el 9 decidió atornillarse en el eje de la delantera y apenas se dejó caer por la derecha para ocupar los espacios. Así, más aglomeración y argamasa. Por lo que descartada la influencia de La Pulga por la banda, Luis Enrique trató de darle una vuelta de tuerca al duelo al quitar a Rakitic por un Sergi Roberto que sí se desempeñó un tanto por la derecha, también desafortunado. No le salieron las cosas al Barça y, en gran medida fue porque el que se salió de sitio fue Messi. Algo que suele funcionar. Pero no ayer en Cornellà.

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