Benítez contra Benítez
Llega la hora, no caben más vacilaciones: Rafa Benítez contra Rafa Benítez. Con el clásico a la vista, al técnico le toca definirse. Duelos así no admiten excusas y aunque no se hayan cumplido los tres meses del curso pueden dejar cicatrices. Sobre todo, cuando un equipo no encanta, suma menos que en temporadas precedentes y muda y muda en cada partido, tan capaz de tener el control como de perder el hilo por completo. Igual que gobierna un rato en el Calderón, Balaídos y el Pizjuán, se desploma sin remedio. El cacareado equilibrio de la era Benítez es tal desequilibrio que el Madrid lo mismo que no encuentra cómo descerrajar a rivales como el Sporting y el Málaga es capaz de imponerse a quien le da uno de los mayores bailes que ha recibido en años, caso del PSG que pasó por Chamartín.
Es el momento de saber de una vez quiénes son los elegidos de Benítez, a qué quieren jugar, en qué puestos, con qué caras y modos. Es el día para certificar si hay vida más allá de Keylor Navas, para examinar microscópicamente cada mueca de un Cristiano a la baja, para medir con exactitud ese distinguido papel que reclama Bale, para valorar si Sergio Ramos debe seguir arrimando el hombro, para ubicar a James, para verificar el sostén de Casemiro en un día de tronío. Y, por supuesto, para ver si hay diván posible para Benzema. También convendría ojear con precisión el plan físico de una plantilla que se apelotona en la sala de espera de la enfermería.
Es el día para certificar si hay vida más allá de Keylor Navas
No son pocos los desvelos de este Madrid con tantas pieles y no hay clásico de fogueo. Es lo que tiene cada partido de todos los siglos por los siglos. En principio, el Barça llega más redondo que los blancos una vez que Neymar y Luis Suárez han remado y remado en el momento más crudo, con Messi de baja, situación de la que el Madrid no ha sacado ventaja. Lo contrario, circula a tres puntos y una brecha mayor dejaría contra las cuerdas a Benítez. Aunque en el fútbol puede imperar la lógica más ilógica, los azulgrana tiran serpentinas cada semana que descuentan con éxito. En el horizonte ya calientan Arda Turan y Aleix Vidal y hay flirteo con Nolito. Para principios de 2016, si no hay contratiempos, Messi habrá alcanzado la plenitud, la física y la anímica, con ese Balón de Oro que ilumina tanto al oscarizado como deprime al actor de reparto. Cristiano, tristón en estos tiempos de murmullos con Laurent Blanc y fotos con Carlo Ancelotti y Alex Ferguson, no está para más afrentas, con tanto apego como tiene por los camerinos y la alfombra roja.
Con tantos acertijos, nada mejor que un clásico, nada más terapéutico si se gestiona bien. Retos de tanta cumbre son los que de un plumazo pueden sacudir las suspicacias, los titubeos y las incertidumbres. Y el Madrid necesita con urgencia reafirmarse de una vez. Solo es noviembre, pero en estos clubes de eco infinito no hay forma de ponerse a resguardo cuando se desata la tormenta. Lo mismo da la época que sea. En Liverpool, la paciencia con los entrenadores es un credo. En Madrid, no.
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