Ahora mismo, doy pena
No envidio la idea de Kobe de que un día volverá a jugar bien, algo que tiene que ver con la noción de que los atletas no aceptan su declive
Escuchar a Kobe Bryant decir algo así es probablemente lo último que uno podría esperar de alguien como Kobe Bryant, y sin embargo eso fue lo que declaró la semana pasada. Con toda la razón del mundo, por cierto. De hecho, esta temporada está jugando como si estuviese teledirigido por un marionetista borracho, lo que le ha convertido en el guía de unos Lakers encaminados de forma prematura (aunque no inesperada) a la última posición de la clasificación de la Conferencia Oeste.
El único problema con su declaración es el uso de la locución adverbial. Cierto, no está jugando bien “ahora mismo”, pero la verdad es que ya hace bastante tiempo que no juega bien. La temporada pasada sólo jugó 35 partidos y seis en la anterior. Pero es Kobe Bryant y eso hace que, en fin, siga siendo Kobe Bryant para muchos aficionados —de los Lakers y de otros equipos— y que todos entiendan que se trata de una fase, que asuman que ese “ahora mismo” tiene sentido. Pero no. Y no es culpa suya, sino de la naturaleza unidireccional de la vida. Bryant se está haciendo mayor.
Esto es una perogrullada, pero también algo que chirría. Kobe dio el salto a la NBA desde el instituto y la proyección de su figura se ha basado siempre en su juventud, en su ímpetu y su actitud rebelde en equipos con personalidades comparativamente más estables como las de Phil Jackson, Shaquille O’Neal o Pau Gasol.
Cierto, no está jugando bien “ahora mismo”, pero ya hace bastante tiempo que no juega bien. La temporada pasada sólo jugó 35 partidos y seis en la anterior.
Que Kobe se haga mayor es especialmente doloroso para mí. Veréis, es exactamente ocho meses más joven que yo. Ah, que no se me olvide, también hay un chismorreo que nos vincula. Empecé mi carrera como jugador profesional haciendo una pretemporada con los Lakers comandados por… sí, Kobe Bryant.
Mi carrera ha sido, no hace falta ahondar en la herida, mucho menos exitosa que la suya y concluyó más o menos justo cuando debió hacerlo, hace ya cuatro años y medio. En este tiempo he aceptado mi retirada gracias, en gran medida, a dos años de terapia —psicológica—. Sea como sea, siempre es raro tener que dejar algo cuando estás en tu plenitud física.
Y aquí estoy, (casi) en la orilla, (casi) consciente de que aún me queda el resto de mi vida por delante, (casi) seguro de que el mundo no me ha dejado atrás.
Bryant aún tiene que cruzar la línea. No le envidio, en absoluto. Pero tampoco envidio su idea de que algún día volverá a jugar bien, algo que supongo tiene que ver con la noción de que los atletas no aceptan su declive. Aunque puede que sea algo más allá y que ninguno aceptemos el nuestro. Los seres humanos tendemos a engañarnos y a pensar que somos invencibles, intocables y eternos.
¿Es poco saludable? ¿Irracional? ¿No realista? Sí, sí y sí.
Pero podría ser la única manera que tengamos de sobrevivir con cierta cordura, asumiendo que sí, que a lo mejor damos pena, pero que eso es sólo “ahora mismo”.
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