Emerge Nadal, triunfa Federer
Sostenido por su servicio, el suizo se impone en casa (6-3, 5-7 y 6-3) y logra el 88º título de su carrera, quinto de la temporada. Pese a la derrota, el español confirma su progresión
El fotograma final, ayer en el St. Jakobshalle de Basilea, fue de lo más expresivo. Roger Federer, héroe local, exhaló un grito liberatorio después de vencer a Rafael Nadal en la final del Abierto de Basilea. Después de 122 minutos de un pulso sin tregua, con reminiscencias a tiempos pasados, el suizo venció por 6-3, 5-7 y 6-3 y elevó su quinto título en este 2015, el 88º de su estratosférica carrera, el séptimo en su propio hogar. Un triunfo con mucho valor simbólico. Después de todo, el suizo no batía al de Manacor desde hacía tres años, en 2012 (Indian Wells), desde hace cinco en un escenario final (Copa de Maestros); Federer encajaba, hasta ayer, una serie de cinco derrotas consecutivas con el adversario que más ha minado su moral.
De ahí la euforia del número dos, que por fin pudo superar los momentos críticos, aquellos en los que Nadal consigue que se le avinagre el gesto a base de hurgar en su mente y castigar su revés a una mano. Esta vez sí, Federer logró sostenerse, pero si lo hizo fue en gran medida gracias a su servicio. Al final, el genio rubricó 12 puntos directos con el saque y retuvo el 70% de bolas dirimidas después de su primer golpeo. Esta vez sí, no se descompuso ante el acoso creciente de Nadal, que si en la gira asiática ya había ofrecido brotes verdes, en el torneo de Basilea (ATP-500) confirmó que su reconstrucción personal va viento en popa y que sus planes van surtiendo efecto.
Ambos volvieron a verse las caras 18 meses después; Australia, enero de 2014, había enmarcado su último careo. Desde entonces, dos trayectorias divergentes. El suizo, a sus 34 años, ha reinterpretado su juego y experimenta para ser lo más concreto posible; Nadal, camino de la treintena, está en ello, avanzando metros en la pista y olvidándose de esa versión defensiva de la primera mitad de la temporada. Al primero le beneficiaba el contexto por el arrope de la grada, la superficie y el recinto cubierto. Es decir, la derecha picante de Nadal que tanto daño le hace a su revés tenía menos veneno que en otro entorno.
Ahora, Nadal ya no se diluye. No mira atrás, sino que enfila hacia adelante, se mueve dinámico
De hecho, el de ayer es el segundo mejor marcador que logra el español ante Federer en el formato dura-indoor, en seis pulsos. A excepción de la victoria en la Copa de Maestros de 2013 (7-5 y 6-3), solo en una ocasión había conseguido arrebatarle un set al helvético, también en el O2 de Londres, 2011; aquella noche también le arañó uno, pero el electrónico reflejó un 6-3, 3-6 y 6-1. Por lo tanto, se puede considerar un buen indicio para calibrar el estado emergente de Nadal, mucho más dinámico ahora, más entero, mejor posicionado en los golpeos y con la confianza en clara fase ascendente.
Prueba de ello es la secuencia de Basilea, donde ha remontado a Lukas Rosol y a Marin Cilic, y donde ha sabido enderezar un duelo complicado a Grigor Dimitrov y ha resuelto sin sobresaltos ante Richard Gasquet. Algo difícilmente imaginable a comienzos de curso, cuando su juego ofrecía lagunas derivadas de la ansiedad y los nervios. Ahora, Nadal no se diluye. No mira atrás, sino que enfila hacia adelante e incluso ataca la red (10 subidas a la red, 10 aciertos en esta ocasión). A pesar de ceder el primer set, en el que no estuvo fino en el saque y salvó la mitad de bolas de ruptura en contra (2/4) que Federer (2/2), en el segundo intimidó a intimidó, hasta lograr que el suizo por momentos se encogiera, brazos en jarra, como diciendo: no, otra vez no. Rompió en el décimo juego (para 6-5) y atrajo los fantasmas del pasado para su oponente.
Previamente, Nadal había tenido un nuevo percance con la rodilla derecha, que ya le avisó el día antes contra Gasquet, en un apoyo. De nuevo, vendaje compresor, pero al parecer nada serio. Así que el de Manacor forzó y forzó a Federer, que en el tercer parcial tuvo el agua al cuello en varios instantes. No aprovechó una opción de break con 2-1 a su favor y hasta el séptimo juego no consiguió marcar distancias. El 5-3 tampoco terminó de disipar la duda y esta aumentó cuando Nadal sorteó dos bolas de partido, pero Federer remató al final su faena. Su derecha fue como un tiro: 41 winners, por 23 de Nadal; el español erró menos (26 frente a 42), pero esta vez se inclinó.
El suizo, a solo seis títulos de Lendl, no vencía al de Manacor desde 2012: "Es mi triunfo más especial aquí"
Federer, liberado, desencadenado, llenó todo el recinto con su grito final y un pelotazo que envió a no se sabe dónde después de que el último golpe de su oponente superase la línea de fondo. “Este ha sido mi triunfo más especial aquí”, admitió Federer, desquitado, pese a que el balance entre él y Nadal le sea aún muy desfavorable (11-23). Es el tercer tenista que más trofeos ha conseguido (88), a solo seis de Ivan Lendl (94) y a 21 de Jimmy Connors (109). Fiel a la tradición, obsequió a los recogepelotas del torneo a un trozo de pizza y posó con ellos. Fue su gran noche, una velada victoriosa. Nadal, mientras, acató. “Esta semana ha sido muy importante para mí por cómo he jugado. Sí, he perdido, pero contra uno de los mejores del mundo y en una de las superficies más difíciles para mí”, valoró al final. Así va el rumbo de los titanes. El uno emerge y el otro triunfa.
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