Patada a la eternidad
Socios de la gran rivalidad del rugby, Nueva Zelanda y Australia buscan encabezar el palmarés mundial con su tercer título
En la víspera de su despedida, Dan Carter recordaba este viernes los sueños de aquel niño de cinco años que pateaba en su jardín como si cada pelota valiera un título mundial. Tras superar tantas lesiones que parecieron definitivas, el apertura neozelandés se ejercitaba en el césped recién pintado de Twickneham, donde se despedirá el sábado en la mayor de las exclamaciones, una final ante Australia (17.00). “Lo bueno de la rutina de un pateador es que nunca cambia, sea en un entrenamiento o en el partido más decisivo”, asegura. La discusión eterna de Oceanía vivirá su duelo supremo en el envite número 155, el encuentro más repetido en la historia. Nueva Zelanda domina con 105 victorias, aunque ha perdido dos de las tres citas mundialistas, y afronta su desafío con la historia: el de ser el primer campeón que repite, liderar el palmarés histórico del torneo con su tercer cetro y, sobre todo, evitar que ese honor recaiga en los Wallabies, ganadores en 1991 y 1999.
Ha habido momentos duros en los que creí que todo acabaría, así que estoy muy agradecido por terminar así" Dan Carter, jugador de los All Blacks
“Ha habido momentos duros en los que creí que todo acabaría, así que estoy muy agradecido por terminar así”, analiza Carter antes de su último partido con los All Blacks, camiseta que también dejará su capitán, Richie McCaw. Lesionado en 2011, el apertura no pudo disfrutar del título de su selección en casa, el único lugar donde sabe lo que es ganar un Mundial (también lo hizo en 1987). “Ha mejorado la camiseta, y es algo admirable con toda la gente que ha jugado antes en su posición”, recalca su técnico, Steve Hansen.
En pocas labores como dirigir a los All Blacks hay tanto que perder y tan poco que ganar. De ahí el mérito de Hansen, mejorando a un equipo que ya era excelente, tanto en resultados (tres derrotas en cuatro años y un 93% de victorias, el mejor porcentaje de siempre) como en recursos. Con el gesto pausado de un catedrático, transmite tenacidad en busca de ese avance marginal que lo justifique todo. “Queremos una actuación de la que estemos orgullosos. Tenemos un poco de talento, así que si jugamos bien el resultado caerá de nuestro lado”.
Ante los toque de Puccini de Hansen, el entrenador australiano, Michael Cheika, responde con rock and roll. Fieles a su banda sonora, los Wallabies arrancaron su último entrenamiento del Mundial con los acordes de Thunderstruck, de AC/DC. Cheika se siente cómodo en la omnipresencia, amante de ser él quien emita cada mensaje. Sin nada que perder, con un equipo roto en pedazos hace un año, disfruta en el más pequeño gesto. Incluso se atreve a desafiar a su asistente Stephen Larkham, uno de los mejores aperturas del rugby australiano, pateando a touch, todo un atrevimiento para alguien que se desempañaba como tercera línea.
Pese a la hegemonía neozelandesa, ambos equipos tienen el mismo récord en 2015: diez victorias y una derrota. Cheika incide en quitar importancia a su triunfo ante los All Blacks en Sidney (27-19) y recuerda la réplica recibida una semana después en Auckland (41-13). Fue la primera vez que David Pocock y Michael Hooper compartían tercera línea, un incordio a cada balón con el que nadie ha sabido lidiar en el torneo. “Han estado muy bien y creo que aún tienen mucho margen de mejora”, recalca Cheika. Pocas veces sus pares neozelandeses, McCaw y Kieran Read se vieron tan superados como aquella noche de agosto.
La Nueva Zelanda más camaleónica supo adaptarse al juego corto de Sudáfrica en semifinales. Respetados por las lesiones, así lo agradece Hansen, Cheika sabe a qué atenerse. “Me encanta su juego físico. Somos más pequeños, pero también trataremos de ser físicos. Será duro, pero queremos aguantar. No es solo cuestión de forma, sino de resiliencia, estar fuertes mentalmente para sentir la parte física más tarde”.
En ese tobogán mental brilla Cheika: “Hemos dejado que las cosas sucedan por sí mismas, usando cada apoyo para salir de la comodidad. No quiero que estemos cómodos, quiero dar algo más”. Reía durante la semana cuando le preguntaron el motivo por el que no usaba el apodo de All Blacks para referirse a su rival. “Tampoco llamo Wallabies a Australia. Soy un tipo chapado a la antigua y creo que Nueva Zelanda es Nueva Zelanda y Australia es Australia. Es una batalla entre naciones”. En el corazón de su madrugada local, las estrellas de sus banderas discuten su lugar en el firmamento.
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