Los All Blacks se liberan del pasado
Nueva Zelanda exhibe su filosofía vertical y humilla (62-13) a Francia, su verdugo en Cardiff en 1999 y 2007
Para un país que se exige la victoria como rutina, el pasado puede ser eterno. En Nueza Zelanda, la derrota suena a gaélico y se escribe Cardiff. Ni la exuberancia de Jonah Lomu en 1999 ni jugar de gris en 2007 sirvieron para evitar las improbables rebeliones francesas en la capital galesa. El ajuste de cuentas igualó las lágrimas más duraderas. Esta vez era Francia la que jugaba de rojo, por momentos incluso parecía Canadá en manos de unos All Blacks sublimes que no abandonaron nunca la velocidad de crucero. Fue la instantánea eterna de ese estilo frenético que la reaccionaria Francia, herida con nueve ensayos, presenció anonadada.
Nueva Zelanda, 62 - Francia, 13
Nueva Zelanda: Ben Smith; Nehe Milner-Skudder (Beauden Barret, m.42), Conrad Smith (Sonny Bill Williams, m.52), Ma'a Nonu, Julian Savea; Dan Carter, Aaron Smith (Tawera Kerr-Barlow, m.65); Wyatt Crockett (Joe Moody, m.28), Dane Coles (Keven Mealamu, m.60), Owen Franks (Charlie Faumuina, m.51), Brodie Retallick, Sam Whitelock, Jerome Kaino (Victor Vito, m.61), Richie McCaw (Sam Cane, m.69), Kieran Read.
Francia: Scott Spedding; Noa Nakaitaci, Alexandre Dumoulin (Mathieu Bastareaud, m.61), Wesley Fofana, Brice Dulin; Frederic Michalak (Remi Tales, m.13), Morgan Parra (Rory Kockott, m.69); Eddy Ben Arous (Vincent Debaty, m.61), Guilhem Guirado (Dimitri Szarzewski, m.57), Rabah Slimani (Nicolas Mas, m.61), Pascal Pape (Yannick Nyanga, m.48), Yoann Maestri, Thierry Dusautoir (capt), Bernard Le Roux, Louis Picamoles (Damien Chouly, m.72)
Árbitro: Nigel Owens (Gales), asistido por el irlandés John Lacey y los sudafricanos Jaco Peyper y Shaun Veldsman. Mostró la amarilla a Picamoles.
Ensayos: Retallick, Milner-Skudder, Savea (3), Kaino, Read, Kerr-Barlow (2 ) por Nueva Zelanda. Picamoles por Francia.
Golpes de Castigo: Carter (1) por Nueva Zelanda. Speeding (1) y Parra (1) por Francia.
Incidencias: Encuentro correspondiente a cuartos de final disputado en el Millennium Stadium con la presencia de 71.619 espectadores.
Nueva Zelanda quiso hacer valer su hegemonía desde los primeros acordes. Con Ma’a Nonu rompiendo diques, Francia se veía defendiendo en su línea de cinco metros cuando el electrónico todavía no marcaba los minutos. En los cuatro primeros, los galos apenas habían jugado dos fases a la mano, sequía a la que respondieron con orden, necesidad imperiosa ante un rival que alcanza la excelencia cuando toca castigar el desorden. Lo recordó Frederic Michalak cuando se dolía en el césped; a su espalda corría ya imparable hacia el ensayo el gigante Brodie Retallick tras haber bloqueado su patada. El golpe terminó con la procesión de Michalak hacia vestuarios.
Respondió Francia con el orgullo del músculo, pero su pretendida batalla en las trincheras desembocó en un duelo abierto en la pradera. Si en el punto de mira galo estaba testar a la delantera de Nueva Zelanda, solo contó con una melé en toda la primera parte para ello. No había pases adelantados ni balones escurridizos; cuando los All Blacks fallaban lo hacían por decoro. El socio más reciente de su permanente apuesta por el riesgo, la ambición de optimizar cada momento, es Nehe Milner-Skudder, un misil capaz de trazar su ruta con un minutero. Así despegó, antes de llegar siquiera a la línea de 22 francesa, quebrando con un movimiento de artesano a la última guarnición gala y dejando la cintura de Brice Dulin en la oficina de objetos perdidos. El marcador habría temblado de no haberse marchado con molestias por una lesión en el hombro.
Desde el otro ala, la exuberancia de Julian Savea, un tipo que dio jaque a la historia desde sus primeras andanzas. Como la complejidad del rugby no se entiende sin lo colectivo, su talento solo sería potencial sin el choque permanente de sus centros, sin la creación de sus artesanos. Y la muñeca de Dan Carter tiene denominación de origen, como el indescifrable pase con el que lanzó el oval a lo desconocido y encontró la aceleración imparable de Savea. El ala se tomó su marca como un aperitivo antes de vestirse por unos segundos de Jonah Lomu, resistiendo las embestidas de dos rivales junto a la línea de cal, especialmente imponente la de Scott Spedding, para dejar a los franceses 16 puntos por detrás al intermedio (29-13).
El peso histórico de Cardiff para el rugby francés, ese imponente Allez les Bleus, exigía sacrificio. Lo ofreció el XV del Gallo, con un esfuerzo encomiable de Louis Picamoles para capturar en el corazón de la 22 rival el fruto de su compañero Noa Nakaitaci. Su aviso apenas duró unos segundos, el tiempo que Savea tardó en ponerse su armadura de hierro. Sin tiempo para creerse hazañas pasadas, remontadas como los 33 puntos consecutivos que anotaron en 1999, quedaba la frustración. La de Picamoles, que vio la amarilla por un amago de puñetazo sobre McCaw. Y como Nueva Zelanda no acostumbra a indultar errores, el tercera Jerome Kaino aprovechó la superioridad para acelerar rumbo al quinto ensayo.
Francia ya no luchaba por la esperanza, sino por la dignidad. En la agonía de su técnico, Philippe Saint-André, de su estilo plano. Dejaron de creer sus pupilos, incapaces de igualar la calidad y el hambre del eterno banquillo neozelandés, un aviso en mayúsculas para Sudáfrica, su rival en semifinales. El Millennium de Cardiff ya no dudaba del desenlace, se derretía con cánticos irlandeses en la víspera de la cita del XV del Trébol contra Argentina. Sobre el césped, las autopistas eran imparables, y llegaron las marcas de Kieran Read, el doblete de Tawera Kerr-Barlow y el hat-trick de Savea. Y así hasta el infinito. Mientras un estilo caducaba, el otro pintaba su obra prima.
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