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“Queremos ser el equipo que el Madrid fue el año pasado”

El veterano base de Puerto Rico charla con EL PAÍS sobre el desafío que se le presenta al Barça tras una temporada en blanco

Robert Álvarez
Carlos Arroyo posa en el Palau Blaugrana.
Carlos Arroyo posa en el Palau Blaugrana.Vicens Gimenez

Carlos Arroyo (Fajardo, Puerto Rico) firmó por el Barcelona el 30 de julio, el mismo día que cumplía 36 años. Y eligió el dorsal 30, un número especial para él ya que fue un 30 de octubre cuando debutó en la NBA, en 2001, dos días antes de que lo hiciera Pau Gasol. Llega al Palau con el aura de líder, tras vestir los colores de siete equipos de la mejor Liga del mundo en la que fue subcampeón en 2005 con los Pistons; de ganar la Liga israelí con el Maccabi, la turca con el Besiktas y el Galatasaray, y tres veces la puertorriqueña con el Cangrejeros.

Pregunta. ¿Cómo fueron sus inicios en el baloncesto?

Respuesta. Mi padre es abogado, pero siempre le encantó el baloncesto. Vive su sueño a través de mí. Tengo un hermano gemelo que jugó hasta los 21 años. Siendo muy niños mi padre nos llevaba a la cancha y nos enseñaba el deporte, la disciplina y la educación. Él siempre estuvo muy ligado al equipo de nuestro pueblo, Fajardo. Mis padres fueron fundamentales para mi carrera. Se lo debo todo. A través de ellos pude ser quien soy hoy.

P. ¿Por qué se fue a Estados Unidos?

R. Viví en Puerto Rico hasta los 18 años. A través de una conexión de mi padre logré una beca para estudiar en la Universidad Florida Internacional, que queda a unas dos horas de vuelo de donde vive mi familia. En Miami conocí a mi esposa y allí vivo ahora, aunque voy todos los veranos a Puerto Rico.

P. ¿Qué estudió?

R. Mis estudios eran… baloncesto y baloncesto (sonríe). Claro que tenía que graduarme. Estudié sport management, pero no pude terminarlo porque en verano ya iba con la selección y acudía a los campos de entrenamiento de la NBA.

P. El pasado mes de marzo, cuando dejó el Galatasaray por impago para volver a jugar a Puerto Rico con el Cangrejeros, ¿descartaba ya el regreso al baloncesto europeo?

R. Siempre tuve la ilusión de jugar en el Barcelona y así se lo dije a mi representante. Era una oportunidad que esperaba. Piculín Ortiz (jugador del Barça en 1991-1992) fue uno de los primeros que me llamó para felicitarme y hacerme saber que estoy en un club muy prestigioso, muy respetado… y para pedirme que no metiera más puntos que él (vuelve a sonreír), igual que Daniel Santiago y Ramón Rivas (ambos también exjugadores puertorriqueños del Barcelona). Con Ramón estuve en Orlando. Está de comentarista de televisión. Es una leyenda de mi país. Le respeto mucho.

Sería difícil jugar como un robot a estas alturas de mi carrera”

P. Han empezado bien. ¿Cuál es su objetivo?

R. Ganar la Supercopa nos ayuda a ver una posibilidad real de lo que puede hacer este equipo. Todo el mundo entendió su papel y rendimos al máximo. Pero formar un equipo es difícil, y crear la química necesaria lleva tiempo.

P. Después de un año en que el Barça no ganó ningún título…

R. Y si lo hubiera ganado, da igual, la ambición ahora sería la misma. Los títulos los ganó el Madrid. Es el equipo al que hay que vencer. Nosotros trataremos de ser el equipo que el Madrid demostró ser el año pasado. Queremos ganarlo todo, todas las copas que vengan. Y ganarnos nuevamente el respeto en Europa y ser el equipo de referencia al que todo el mundo mira.

Me cuido, soy un adicto al baloncesto. Me siento como si tuviera 21 años”

P. Lo que todo el mundo mira es su edad.

R. Para mí, la edad es un número. Desde que yo era un niño, mi padre siempre me dijo: “Tu cuerpo es tu templo”. He tratado de cuidarme siempre. Trabajo fuerte y me dedico a fondo a este deporte porque lo amo. Es cierto que casi todos los veranos he jugado para la selección y a veces no he dispuesto de tiempo para descansar. Pero me siento como si tuviera 21 años. La ansiedad de una experiencia nueva, la motivación de estar aquí es lo que me llena. Me siento bien. El carnet dice una cosa pero mi realidad es otra. Soy un fiebru (adicto). A mí me encanta jugar al baloncesto. Para sacarme de la cancha mi esposa tiene que irme a buscar y sacarme las llaves de la pista del bolsillo.

P. ¿Qué le ha pedido Pascual?

R. Que haga mi juego, que imponga mi ritmo, ser una voz cantante. Sería difícil jugar como un robot a estas alturas.

Adoro la NBA, pero no quería retirarme sin saber qué puedo hacer como líder”

P. ¿Cómo analiza su pareja con Satoransky?

R. Tenemos perfiles totalmente diferentes. Su energía, su juego rápido, su capacidad de reacción ante el tipo de juego que se establece y su toma de decisiones son amplias. Me mantiene trabajando fuerte, exigiéndome en la cancha cada día porque sé que tengo que competir con un chaval al que no le falta energía. Tiene mucha ambición y le gusta aprender. Es un chamaco que va subiendo y tiene ganas de llegar lejos. Eso también me motiva y me ayuda.

P. En una entrevista con Eurohoops explicó la dificultad de desarrollar su estilo en la NBA, junto a tantas estrellas, como fue el caso en su paso por Miami, junto a LeBron James, Wade y Boss. ¿Tan diferente es el juego allí?

R. En Europa he podido desarrollar más mi juego gracias a las oportunidades que me han dado. He tenido la suerte de jugar bajo el mando de entrenadores que han notado mi gran ambición. Uno madura y tiende a crecer como jugador solo con minutos en la cancha.

P. También habló sobre las fugaces aventuras en la NBA de jugadores como Spanoulis, al que, dice, no respetaron mucho en Houston, Jasikevicius o Navarro.

R. Creo que mi situación tiene cierta similitud con la suya, pero a la vez hay diferencias. A diferencia de ellos, yo fui afortunado por poder jugar nueve años en la NBA. Estoy muy satisfecho por ello, pero hubiera sido malo retirarme pensando qué podría haber hecho como líder. Por eso estoy contento de haber jugado en Europa. Ellos han sido grandísimos jugadores, ejemplos a seguir en Europa por sus excelentes y admirables carreras, de ahí mi gran admiración y respeto.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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