Mourinho, en la boca del dragón
El técnico portugués regresa este martes al estadio do Dragão, el feudo desde el que dio el salto a la élite del fútbol, pero donde alberga numerosos detractores
A Jorge Nuno Pinto da Costa le gusta tener todo bajo control. Y suele conseguirlo. Quizás por eso el eterno presidente del Oporto (lleva 33 años en la poltrona) se encolerizó al enterarse días antes de la semifinal del 2004 contra el Deportivo que su entrenador José Mourinho, con dos años más de contrato, negociaba su pase al Chelsea. La crisis amenazó con llevarse por delante al técnico que rescató al club cuando no solo no dominaba el fútbol luso, sino que palidecía en su propia ciudad ante la pujanza del Boavista, que había alzado su primera Liga.
Con Mourinho el Oporto había ganado una Liga, una Copa de la Uefa y estaba a las puertas de una final de la Liga de Campeones. Hacía casi un año que habían tenido una conversación con Pinto da Costa tras la exitosa final de Sevilla porque tenía ofertas para salir del club y las valoraba. Su presidente le lanzó un reto, el de ganar la máxima competición continental. “Te prometo que solo venderemos a un jugador y no será Deco”. Era una condición del técnico. Así que en una de sus ya habituales piruetas en el mercado, Pinto da Costa fichó por seis millones de euros a Benni McCarthy, delantero del Celta, y vendió a Hélder Postiga por nueve al Tottenham. Luego lo recuperó un año después a cambio de Pedro Mendes, tasado en siete, y que como su compatriota tampoco triunfó en Londres.
Mourinho armó un equipo inabordable y empezó a acariciar la idea de dar el salto a la Premier. El agente Jorge Mendes, que ya había comenzado a trabajar en ese mercado, convenció a Peter Kenyon, el ejecutivo que Abramovich había fichado desde el Manchester United, justo el equipo al que el Oporto había eliminado semanas atrás tras un memorable partido en Old Trafford. Ante la previa de la semifinal contra el Depor, Pinto da Costa valoró la situación y plegó velas: Mourinho siguió en su puesto, alzó la copa en Gelsenkirchen y a la postre se llevó de la mano de su representante a dos zagueros, Paulo Ferreira y Ricardo Carvalho, que dejaron 50 millones de euros en las arcas del Oporto. En junio de 2004 una vez que salió Mourinho se marchó también Deco al Barcelona por 21 millones (uno más que el precio en el que se tasó al lateral Ferreira).
Nunca ha podido ganar como visitante en la que fue su casa
El siguiente sorteo europeo fue caprichoso: Chelsea y Oporto coincidieron en el mismo grupo. Nada era fácil ya para Mourinho en la ciudad donde había triunfado. En Gelsenkirchen se le había visto apartado de los festejos, en el regreso a orillas del Duero dejó el aeropuerto por una discreta puerta y en cuanto pudo partió para Londres. “Soy el campeón de la Champions, soy alguien muy especial”, dijo al llegar. Luego denunció amenazas de muerte por parte de ultras del Oporto. En diciembre de 2004 tuvo que volver a la ciudad lusa con su nuevo equipo. En la víspera estableció una comparación entre Oporto y Palermo. Luego pidió públicas disculpas a la ciudad de Palermo.
Mourinho tenía problemas no solo por su manera de dejar el club sino porque un conocido ultra le acusaba de enviar por teléfono mensajes demasiados corteses a su mujer, un asunto que acabó dos años después en un juzgado de Lisboa con una rectificación, antes de que dictase sentencia, del acusador, que se había hecho popular por insultarle e incluso escupirle en los momentos previos al partido de ida en Stamford Bridge. Los Super Dragões, ultras portistas, nunca han negado desde entonces su enemistad con Mourinho, que incluso pidió a la UEFA que reforzase la seguridad en torno a él mientras estuviese en Oporto.
Unos entienden que necesitaba nuevos retos y otros me abuchean, pero los pitos no pueden borrar la historia”
En aquel viaje el Chelsea paró lo justo en Oporto, donde ni siquiera entrenó antes de un partido que perdió ante el equipo que entonces dirigía Víctor Fernández, que cinco días después se proclamó campeón de la Copa Intercontinental. Mourinho regresó, con el ambiente más atemperado, en febrero de 2007 para disputar unos octavos de final que ganó el Chelsea tras empatar en O Dragão. Apenas empañó la víspera una leve polémica con el entonces técnico local Jesualdo Ferreira. Nunca ha podido ganar como visitante en la que fue su casa, donde en esas dos últimas visitas con el Chelsea despertó sentimientos encontrados. “Unos entienden que necesitaba nuevos retos, otros me preparan bonitas canciones, pero ni así ni con pitos o abucheos pueden borrar la historia”, apuntó antes de su última estancia en O Dragão.
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