“Hay que saber manejar la ansiedad”
Benítez dice que el Madrid hizo técnicamente lo que debía pero que ante el Málaga sus jugadores fallaron el último toque por falta de temple
Dos fiestas vislumbró el madridismo en los últimos días. La primera, contra el Granada, el sábado de la semana pasada. La segunda, ayer contra el Málaga. El penúltimo y el antepenúltimo de la clasificación. Dos rivales propiciatorios. Dos equipos que hacen soñar con goleadas y estadísticas aplastantes de imbatibilidad para regocijo de los hinchas. Dos partidos que acabaron revolviendo al público en sus asientos antes de abandonar el Bernabéu con un silencioso sentimiento de frustración ante un Madrid que solo consiguió marcar un gol. Un gol en 190 minutos de juego alborotado. Un gol que el árbitro debió anular por posición fuera de juego de Isco. Un gol de Benzema al Málaga mientras Cristiano se desesperaba por marcar los dos tantos que le permitirían superar la plusmarca de Raúl de 323 y consagrarse así como el máximo artillero de la historia del club.
“En los últimos minutos estuvimos ansiosos”, diagnosticó Rafa Benítez, el entrenador del Madrid, para explicar el inextricable 0-0 que lucía el marcador. “Quizá los últimos cinco minutos debimos mantener la calma y seguir moviendo el balón con tranquilidad. Pero eso no es fácil. Hay que pensar que es positivo crear tantas situaciones. Solo tenemos que mejorar el control de esa ansiedad”.
Probablemente Benítez no lo supiera. Pero Ansias fue el primer apodo que la plantilla del Madrid puso a Cristiano Ronaldo, allá por 2010. Entonces los muchachos se reían del carácter desaforado del portugués. Dejaron de reírse cuando descubrieron que gracias a esa perenne excitación era capaz de meter 50 goles por temporada de forma regular y sostener al equipo prácticamente él solo a golpe de riñón. Ahora, más respetuosos, los compañeros le llaman Cris. Pero a sus 30 años su voracidad sigue siendo la misma que le mereció el viejo mote.
El Málaga no mantenía su portería a cero contra el Madrid desde 1984. El sortilegio se rompió ayer, y no por falta de abnegación. Cristiano remató 15 veces, la última con la mano en el minuto 48 del segundo tiempo. Desquiciado, maldijo su suerte y sacudió una patada el palo derecho de la portería del fondo sur mientras Kameni apretaba los puños y miraba al cielo.
El Málaga no mantenía su portería a cero contra el Madrid desde 1984
Benítez pidió calma a hombres que llevan jugando al fútbol precipitadamente desde hace un lustro, y, casualmente, encontrando grandes dificultades para alcanzar situaciones de remate claras cuando no pueden correr. Como contra el Málaga, que se encerró atrás tal que si supiera de los problemas de su oponente para desenvolverse en el ataque estático. Ahora, la temporada pasada, o en enero de 2013, cuando Javi Gracia entrenaba a Osasuna y levantó una barricada ante el Madrid de Mourinho con efectos parecidos: otro 0-0 de mal agüero para un campeonato que se perdería. Ayer Javi Gracia dirigía al Málaga.
“Con la estatura y la capacidad rematadora que tienen los atacantes del Madrid”, dijo el técnico malaguista, “defender cerca del área no es, a priori, un objetivo. Lo que ocurre es que las condiciones del partido te van empujando. Nosotros no renunciamos al ataque. Lo que no podemos plantear es un partido más abierto, de intercambio de golpes, porque saldríamos derrotados”.
“El fútbol tiene estas cosas”, se encogió de hombros Benítez. “Tienes el dominio del partido, tienes muchísimas ocasiones, pero al final acabas empatando a cero. Hemos creado ocasiones suficientes para marcar muchos goles. Pero cuando un equipo se mete atrás no encuentras tan fácilmente los espacios. Aun así, contra el Málaga hemos generado ocasiones muy claras. Hemos hecho lo que debíamos hacer hasta donde debíamos hacerlo, luego, a partir de ahí, hay que saber manejar la ansiedad para cometer menos errores. Lo que no podemos hacer es crear ocasiones de uno contra uno con el portero porque no hay espacios. Tenemos que meter centros y rematar, o tirar paredes, o tiros de fuera”.
Benítez dejó entrever así que el equipo hizo bien todo aquello que es entrenable. Él, como adiestrador, llevó a sus jugadores hasta la puerta misma de la felicidad social, que es el gol. Luego fueron ellos quienes debieron hacer el resto. Pero se pusieron ansiosos.
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