El corazón rebelde de Gómez Noya
El triatleta gallego logra un hito al coronarse por quinta vez campeón del mundo
A simple vista hasta parece enjuto Javier Gómez Noya, que no llega ni al metro ochenta de altura ni a los 70 kilos de peso, un inopinado hombre de hierro que acaba de hacer historia al ganar por quinta vez las Series Mundiales de Triatlón. Nadie había coleccionado tantos éxitos como este gallego, nacido hace 32 años en Basilea, pero criado en Ferrol desde que ni siquiera supiera andar. Ahora nada, pedalea y corre en una exigente disciplina que en su distancia olímpica plantea el reto acuático de un kilómetro y medio, 40 más de ciclismo y un postre final de 10.000 metros a pie.
Nada resulta sencillo en el triatlón, que pone a prueba la capacidad agonística como pocos deportes lo demandan; nada fue fácil para Gómez Noya, al que con 16 años cuando era un prometedor juvenil le detectaron una anomalía cardiaca, una valvulopatía aórtica congénita que le apartó durante un tiempo de la práctica del deporte y generó encendidos debates sobre el riesgo que corría.
Durante años, tanto él como su equipo, se volcaron en recabar opiniones de cardiólogos, su caso incluso fue expuesto, bajo anonimato, en un congreso europeo sobre medicina deportiva sin suscitar unanimidad. El Consejo Superior de Deportes decidió revocar su licencia, apuntaba que la valvulopatía aórtica está incluida entre las causas más frecuentes de muerte súbita. Gómez Noya siempre defendió que cada dolencia es un mundo, firmó un consentimiento informado para seguir compitiendo y encontró opiniones de prestigiosos cardiólogos que apuntaban que no corría riesgos.
La batalla científica prosiguió durante un tiempo en paralelo a la deportiva, a una progresión imparable. Quizás le impidió acudir a los Juegos Olímpicos de Atenas, pese a que un año antes había sido campeón del mundo sub-23 y octavo en el absoluto. Entre 1999 y 2006, vivió en aquella dicotomía, también con la desagradable sensación de tener que hacer ver que su rebeldía no ponía en peligro su vida, que disponía de exámenes e informes que no desaconsejaban su trabajo como deportista de élite.
"Soy el primero al que importa su salud, no compito a tontas ni a locas", aclaró. Mientras no le dejaban hacerlo bajo bandera española se apuntó al France Irontour, una competición no federada. En abril de 2006, bajo su responsabilidad y la de su médicos, el CSD le volvió a expedir la licencia, con el compromiso de unas revisiones periódicas que la evalúen. No había dejado de crecer y para entonces ya estaba instalado entre los mejores y en su regreso al campeonato del mundo acabó segundo. Un año después se proclamó campeón, el segundo español en lograrlo después de la hazaña del también gallego Iván Raña en 2002.
Pero aquel año 2008 dejó un sinsabor para Gómez Noya. Pekín y su escaparate olímpico le dejaron en una ingrata cuarta posición cuando muchos le señalaban como favorito al oro, siquiera a las medallas. Le superaron en la recta final y aquella espina no salió hasta que cuatro años después se colgó la plata en Londres. Por el camino ya había logrado alzarse vencer de nuevo (2010) en el campeonato mundial, devenido desde la edición anterior en una serie de pruebas que premían al más regular.
Tras los últimos Juegos nadie ha podido con Gómez Noya, campeón en 2013, 2014 y 2015 después de sumar durante este ejercicio dos victorias (Yokohama y Estocolmo), dos segundos puestos (Auckland, Ciudad del Cabo, Hamburgo, Edmonton y la final de Chicago, que se premiaba con una sobrepuntuación del 50% de lo habitual), un tercero (Gold Coast) y un sexto (Abu Dhabi).
Atrás quedan sus competidores, el más cercano de ellos es otro español, el mallorquín Mario Mola, subcampeón en el global de este año y vencedor este domingo en Chicago, después de que ambos se ayudasen a relevos para destacarse de los demás en el tramo final a pie. Con 25 años, Mola abandera una sucesión a la que también oposita el talaverano Fernando Alarza, quinto clasificado en las Series Mundiales.
El horizonte de los Juegos de Río de Janeiro se presenta luminoso. Una vez dejado atrás el mito de Simon Lessing, cuatro veces campeón del mundo, subir a lo más alto de ese podio olímpico es el último reto pendiente para Javier Gómez Noya, el mejor triatleta de todos los tiempos, un corazón rebelde.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.