“¡Aquí nadie regateaba!”
Se quedó fuera de la selección de Uruguay que provocó el Maracanazo porque su club, el Nacional, se opuso a que jugara de otra cosa que no fuera de defensa central; brilló en el Mundial de 1954; fichó por el Real Madrid en 1957 y ganó Cuatro Copas de Europa entre 1958 y 1966. Se llama José Emilio Santamaría (Montevideo, 1929), vive en Madrid y su voz arrastra recuerdos desde las profundidades de un tiempo mítico. Es uno de los poquísimos supervivientes de la generación de pioneros de la Copa de Europa.
Pregunta. ¿Cómo debutó en la Copa de Europa?
Respuesta. Hubo un retraso en la inscripción de mi ficha y no pude jugar la final de 1957, contra la Fiorentina. La vi en la grada, vestido de paisano, con los suplentes. En aquel tiempo, como no había sustituciones, los suplentes no se vestían de corto. Los titulares jugaban todo el partido.
P. ¿Y si alguien se lesionaba?
R. Te ponían de extremo izquierda porque los entrenadores de aquella época decían que los extremos zurdos eran quienes menos intervenían. Así que a los lesionados los abandonaban en la izquierda porque no podían correr —pero sí tocar el balón—. Los defensas descuidaban al cojo y muchas veces quedaba libre y hacía goles. Le llamaban gol del cojo.
P. ¿Por qué ese prejuicio sobre los extremos zurdos?
En 1957 ya estábamos convencidos de que era el torneo más prestigioso"
R. ¡No lo sé! Pero era un error. Paco Gento era extremo izquierda y no dejaba de intervenir en todo el partido con una capacidad enorme... ¡Es el único jugador que ha ganado seis Copas de Europa! Y entonces tenía más mérito que ganarla ahora.
P. ¿Por qué?
R. Porque el formato era más peligroso y más serio. Jugaban los campeones de Liga y no había liguilla. Si fallabas tenías pocas posibilidades de recuperarte.
P. Dijo un jugador del Manchester que lo peligroso de Gento no era su carrera sino su frenada.
R. Él iba a toda velocidad y en medio metro se paraba en seco. Cuando el defensa quería encimarlo arrancaba. Se clavaba y reaccionaba. Así agotaba defensas. Cuando estábamos cansados le dábamos el balón. Él lo trasladaba 80 metros y lo aguantaba. La única manera de pararlo era abrir los brazos para no dejarlo correr. Lo descubrió Verde, del Atlético. Como el árbitro no siempre pitaba falta...
Lo novedoso de Alfredo fue su movilidad. No paraba de cambiar de posición los 90 minutos"
P. ¿En su época se pegaban más patadas que ahora?
R. ¡No! Cuando el árbitro veía mala intención te echaba. ¡A la ducha! Hoy se permiten barbaridades. Esa costumbre de rodear al árbitro para presionarlo estaba terminantemente prohibida: para eso existían los capitanes. Y a la mínima te mostraban la tarjeta roja. La amarilla no se inventó hasta los años 60, porque a Europa llegamos muchos extranjeros y no todos entendían las advertencias del árbitro.
P. ¿Por qué lo fichó el Madrid?
R. Para ordenar al equipo. Porque hablaba mucho y salía con el balón jugado: yo aseguraba los pases. Veía la colocación de los compañeros antes de la jugada. En los 40 y 50 el fútbol más avanzado estaba en Argentina y Uruguay, y luego en Hungría. Aprendí de Obdulio Varela, que se pasaba el partido hablando y mandando. Los europeos hablaban menos. Europa sentía los efectos de la Guerra Mundial. Por eso los clubes fichaban tantos sudamericanos. Éramos más pícaros. ¡Aquí nadie regateaba! Los italianos, que ficharon a Alfitani, Schiaffino, Orsi, Síovori, Angelillo..., comenzaron a imitarnos. Ahora los europeos tienen grandes regateadores.
P. ¿Di Stéfano también hablaba mucho en la cancha?
R. Lo novedoso de Alfredo fue su movilidad. En una época en que cada jugador guardaba mucho su posición —los laterales se clavaban en la raya del mediocampo— Alfredo no paraba de cambiar los 90 minutos. Se movía para recibir el balón o para sorprender al contrario que lo llevaba y robárselo.
Hoy día se permiten barbaridades. Entonces, a la mínima te sacaban la tarjeta roja"
P. ¿Los futbolistas eran conscientes de la importancia que tendría la Copa de Europa?
R. En 1957 ya estábamos absolutamente convencidos de que era el torneo más prestigioso. Nosotros queríamos ganar la Liga para estar en Europa.
P. ¿Cómo fue el tránsito de Muñoz, de capitán a técnico en 1959?
R. Fácil. Él ya tenía un armazón. Una base de equipo. Jugábamos siempre los mismos. Hacer rotaciones habría sido como destruir los cimientos de la casa. No sé cómo hoy no se vuelven locos los jugadores con las rotaciones.
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