Brown fulmina a Nadal
Por cuarto año consecutivo, el español se despide prematuramente de Wimbledon tras caer en la segunda ronda (7-5, 3-6, 6-4 y 6-4 en dos horas y 34 minutos) ante el alemán, 102 del mundo
Eran muchas, demasiadas, las señales de que las cosas no iban bien. Mientras su tío apuraba las uñas hasta la lúnula, Rafael Nadal ofrecía un aspaviento tras otro sobre la pista. No se encontraba a él mismo, ni tampoco la manera de desarticular el juego anárquico de Dustin Brown, atlético adversario, de 30 años, 102 del mundo. Demasiadas imprecisiones, pelotazos al limbo, derechazos inermes del español. Mal karma. Consecuencia: 7-5, 3-6, 6-4 y 6-4 en dos horas y 34 minutos de partido. Esto es, adiós en la segunda ronda de Wimbledon; otra despedida prematura del All England Tennis Club, el santuario británico del tenis.
De nuevo se vio a ese Nadal renqueante al que le cuesta enderezar el rumbo si vienen mal dadas o se tuerce el día. Gesto torcido, ceño fruncido, negativas con la cabeza. Mal asunto. Mal indicativo para el de Manacor, que en su puesta a punto en el torneo había exhibido una versión bien distinta contra Thomaz Bellucci. ¿Qué pasó, entonces? “El rival, yo mismo”, balbuceó Nadal en un primer momento, tras dejar caer su peso a plomo sobre la silla de la sala de conferencias, abatido. “Fue un conjunto de cosas. Soy un buen perdedor, así que lo acepto y felicito a mi oponente”, continuó.
Penalizó, por encima de todo, su benevolencia con los servicios y un 'drive' demasiado descontrolado
Esta vez, con una brisa ligera y la luz cálida del atardecer de Londres, el número 10 no halló fuente de inspiración alguna. Y el primer set fue una sólida muestra de lo que iba a acontecer en La Catedral. Sabía Brown, el rastafari que se enganchó al tenis gracias a la caravana con la que se recorrió media Europa para costearse su acceso al circuito profesional, que tenía poco que perder. Nadal, la central de Wimbledon, hierba –su mejor hábitat–. Buen día para la gesta, debió de pensar el alemán, criado en un viaje de ida y vuelta entre Celle y la arena caribeña de Jamaica.
Ya le había derrotado el año pasado sobre el césped de Halle; una referencia engañosa para muchos. Londres, escenario de altos vuelos, a cinco sets. Esto era otra cosa, pensaban. Pero no. El chico de origen antillano jugó como los ángeles, sin presión, con ese espíritu hedonista que le hace percibir el juego como un divertimento, por encima de todo. Plástico y elástico, dominante e intimidatorio también en la red, empleó el arma que mejor domina. Esto es, el saque-volea que funciona de maravilla sobre el verde.
Nadal, al otro lado, sobrepasado. Penalizó, por encima de todo, su benevolencia con los servicios –solo retuvo el 46% de los puntos con segundos– y un drive descontrolado. Frente al disfrute del rival, eufórico en el juego –58 golpes ganadores, 13 aces y un arsenal de envíos cortados y potentes– él padecía. Pese al 3-1 y 15/30 a su favor entregó el primer set. Recondujo en el segundo, pero no lo suficiente como para seguir engarzado al partido. En el tercero tuvo una bola para el 3-2, pero lo cedió con dos dobles faltas; y en el cuarto, Brown no aflojó. Resultado, otro adiós precipitado de Nadal, que en los tres años precedentes ya se fue demasiado rápido (segunda ronda en 2012, primera en 2013 y en los octavos el curso pasado).
Después, franqueza. “Hoy es un día duro. Mi trayectoria durante el año estaba siendo ascendente y lo de hoy ha sido un golpe”, afirmó el español, que en 2014 solo ha ganado dos títulos, menores –Buenos Aires y Stuttgart–, y que ahora se expone a salir del top-10. “Soy un buen perdedor, así que lo acepto”, añadió en inglés. “¿Estás preparado para una nueva realidad?”, le inquirieron. “No lo sé. Creo que a día de hoy es pronto. Si seguimos así durante dos años más, evidentemente veremos qué pasa. No es algo que me plantee ni que a día de hoy se me pase por la cabeza. Voy día a día, torneo a torneo. Con el tiempo veremos dónde estoy y dónde puedo estar”, explicó.
Mi trayectoria estaba siendo ascendente y lo de hoy ha sido un golpe”
“Tengo la suerte de que por todo lo que me ha pasado en la vida puedo elegir. Cuando llegue el día de que lo que hago no me motiva, buscaré otras cosas. Pero no es el caso”, zanjó antes de abandonar Wimbledon. Es la nueva realidad de Nadal, procesar la derrota con mayor frecuencia que antes. Destronado en París, cada vez más alérgico al césped londinense. Pero él sigue remando: “Voy a luchar”. Que nadie le dé por muerto. Tarde o temprano, volverá.
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