El partido del ‘loco’ Sampaoli
El técnico de Chile, el único seleccionador de la Copa América que no jugó profesionalmente al fútbol, comparte el carácter obsesivo de Bielsa
En Santiago, esta noche, hay un argentino que desea la victoria tanto o más que los chilenos. Un centrocampista frustrado al que en las categorías inferiores de Newell’s Old Boys llamaban el Zurdo por su competencia en banda izquierda, pero que no pudo superar una fea fractura de tibia y peroné a los veinte años y se vio obligado a canalizar su amor al fútbol en banquillos de ligas amateurs, por el interior de la provincia de Santa Fe, hasta que un día su carrera experimentó un giro propio de un cuento de Fontanarrosa: cuando entrenaba al pequeño club Alumni de su localidad natal (35.000 habitantes), un domingo el árbitro lo expulsó de un partido y él trepó a un árbol para seguir dando instrucciones desde una rama.
La instantánea fue captada y publicada por el diario rosarino La Capital; allí la vio Eduardo José López, entonces presidente de Newell's Old Boys, que ofreció al Zurdo un contrato como preparador de un filial en la Primera B Metropolitana. Diecinueve años después, Jorge Sampaoli (1955, Casilda, provincia de Santa Fe) tiene la responsabilidad de dirigir en el Estadio Nacional a una selección que, por primera vez, se siente favorita en unos cuartos de final de Copa América frente a una de las potencias, vigente campeón del torneo.
El argentino es el único técnico de la Copa América que no jugó profesionalmente al fútbol
Sampaoli es el único seleccionador de la Copa América que no jugó profesionalmente al fútbol. El mayor de tres hermanos, hijo de un oficial de policía, trabajó en el sector la banca durante años después de su grave lesión mientras comenzaba a preparar equipos juveniles de barrio. No había llegado a jugar en la máxima categoría y era, por tanto, un perfecto desconocido para los clubes importantes. En 1987 llegó al Alumni, su auténtica escuela. El desacato del árbol sucedió en 1996. Tendrían que pasar otros seis años hasta que debutase como entrenador profesional en un club de Primera División, el Juan Aurich de Perú (donde dirigió ocho partidos y ganó solo uno). Permaneció en tierras incas hasta 2007; allí conoció el éxito (Coronel Bolognesi), el fracaso (Sport Boys, su primer ‘grande’) y se divorció de su esposa Analía, madre de sus dos hijos.
Después trabajó en Ecuador (fue subcampeón con el Emelec y obtuvo récord de puntos) y finalmente aterrizó en la Universidad de Chile, con quien ganaría el torneo Apertura, el Clausura y la Copa Sudamericana en la memorable temporada de 2011: era el primer equipo chileno que vencía a equipos de Argentina, Brasil y Uruguay en un mismo torneo internacional. En diciembre de 2012, después del paso conflictivo de Claudio Borghi por una selección que había modelado con paciencia el ‘Loco’ Marcelo Bielsa, Sampaoli asumió el cargo y se entregó a la tarea de culminar la tarea emprendida seis años antes por el entrenador que más le había marcado en sus años de solitaria formación.
La admiración de Sampaoli por el ‘Loco’ es bien conocida: cuando era más joven y salía a correr llevaba los cascos puestos, pero no para escuchar música, sino sus ruedas de prensa. Con Bielsa comparte el carácter obsesivo, por lo que a veces le llaman ‘el otro Loco’. (Él niega ser un discípulo: tienen una relación cordial, pero no estrecha). Hace unas semanas, durante la presentación de un libro sobre su vida, dijo: “Queremos 11 fanáticos que se jueguen la vida por la camiseta. 11 kamikazes, como cuando estaba Bielsa y parecían 15”. Sebastián Fest, editor de Deportes del diario La Nación, describe al entrenador como una persona “casi tan convencida de sus ideas como Bielsa, pero mucho más pragmática. Tiene un alto concepto de sí mismo en el sentido de que refleja confianza: tiene la autoestima alta, algo importante cuando se es un argentino entrenando a la selección chilena. Puede salirte como a Bielsa, pero también como a Borghi…”
Sampaoli comparte con el hoy entrenador del Olympique de Marsella el gusto por el chándal y un estilo de vida austero: cuando llegó a Universidad de Chile le ofrecieron coche oficial y una casa de lujo, pero se alquiló un piso de dos habitaciones y compró un vehículo de segunda mano. Posee también un marcado sentido de la privacidad: realiza la mayor parte de sus entrenamientos a puerta cerrada y montó en cólera el pasado 28 de mayo cuando descubrió un ‘dron’ de una cadena televisiva local espiando su entrenamiento: la práctica se interrumpió hasta que el artefacto desapareció. Su sueño, dicen sus hijos, es entrenar a River Plate, el equipo por el que de adolescente tomaba un micro para ir a Buenos Aires (en aquella época diez horas por trayecto) los sábados por la noche. Sampaoli sacaría buena calificación en cualquier test de argentinidad: apasionado del rock nacional, ha llegado a visitar en prisión al líder de una de sus bandas favoritas, Callejeros, la que tocaba en la tristemente famosa sala Cromañón de Buenos Aires el 30 de diciembre de 2004, cuando una bengala provocó un incendio y una de las peores tragedias de la historia latinoamericana reciente: 194 muertos y 1.500 heridos.
La concepción futbolística de Sampaoli es hija del bielsismo: presión arriba, equipo adelantado, posesión, gusto por el toque, movimientos en forma de acordeón y cambios frecuentes de dibujo. Devoción por las estadísticas y el software de seguimiento a jugadores. Su estilo ha llegado a ser alabado unánimemente, dentro y fuera de Chile. Parte de su hinchada le criticó con dureza, sin embargo, por no expulsar de la concentración a Arturo Vidal tras su accidente en estado de ebriedad hace una semana, en especial después de que el rigor aplicado por su antecesor Borghi ante episodios anteriores de indisciplina fuese uno de los factores determinantes en su caída.
Queremos 11 fanáticos que se jueguen la vida por el escudo de Chile"
Fue probablemente su peor día como seleccionador (después, por supuesto, de la derrota por penaltis contra Brasil en el último Mundial) y fue acusado de debilidad y de doble moral. José Miguélez, editor de Deportes del diario chileno La Tercera, opina que Sampaoli, “un entrenador obsesivo, casi paranoico”, “empezó como hijo de Bielsa y ahora lo es de Guardiola, su nuevo referente. Ha pasado de tener un perfil ‘sargento’ en su origen a ser demasiado condescendiente con los jugadores de su selección con más galones. Es contradictorio y cambiante, duda permanentemente de sus propias decisiones. Y las modifica”.
La ansiedad y la ilusión se palpan en el contaminado aire de Santiago. La ‘Roja’ juega contra la historia, un año después de aquel disparo al larguero de Mauricio Pinilla en el minuto 120 de los octavos de final del último Mundial. Sampaoli se refirió a aquel episodio en su momento como “la fatalidad del palo”: “Cuando la pelota pegó el palo era el momento justo para hacer historia, para hacer un Mineirazo y que nos hubiera dado un momento histórico para todo el pueblo chileno […] Uno cree que el dolor que uno siente, el día de mañana, le dará valor a una selección que vino a jugar de esta forma contra Brasil”, prosiguió el seleccionador, visiblemente emocionado.
Hoy, una semana después de que su trabajo de dos años y medio estuviese a punto de malograrse por un par de copas en un casino y un Ferrari, el Zurdo tiene la posibilidad de dar por fin a Chile, en su Estadio Nacional, la alegría que espera hace un siglo. La afición no esconde que una semifinal contra Perú o Bolivia es un regalo de la diosa fortuna. “Para nosotros esto es una final”, dijo ayer Sampaoli en la víspera de uno de los partidos cruciales de su vida.
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