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El Girona hace las paces con el fútbol

El equipo de Machín destroza al Zaragoza y se arrima a la final del ‘playoff’ de ascenso

Jordi Quixano
José da Silva, del Zaragoza, disputa un balón con Lejeun, del Girona.
José da Silva, del Zaragoza, disputa un balón con Lejeun, del Girona.J. Cebollada (efe)

El mazazo de la última jornada de la Liga fue tremendo, sobre todo porque encajó un gol del Lugo en el descuento que le privó del ascenso directo a Primera. Pero anoche, en La Romareda, fue como si el fútbol le debiera algo al Girona, que aguantó las embestidas del Zaragoza e hizo diana casi a cada ocasión que llegó al marco rival. El primer tanto fue tras un error terrorífico del portero Whalley; el segundo, a balón parado, suerte que ha exprimido a lo largo del curso; y el tercero, un remate delicioso de Mata. Triunfo holgado que le arrima a la final de los playoffs, por más que antes deba vérselas de nuevo con el Zaragoza en la vuelta de la eliminatoria.

El contraste de ánimos se expresó al inicio del duelo, con el Girona descolocado e impreciso en el pase, incapaz de mantener el ritmo que le exigía un Zaragoza de lo más vertical. Así, tras la pérdida rival, el equipo de Popovic salía al abordaje con Pedro como referencia, un correcaminos que se movía por todo el frente del ataque, siempre con la velocidad por bandera y el quiebro como saludo. Suyo fue un remate que le guiñó el ojo a la cruceta; suyo fue un centro que William no acertó a rematar cuando ya se cantaba gol; y suyo fue un córner que Sandaza no se lo coló en propia puerta de chiripa. Pero cuando mejor estaba el Zaragoza, Whalley cometió un error dantesco, un fallo condenatorio. Resulta que la pelota, parsimoniosa, rodaba hacia su posición, atornillado el portero en el vértice del área grande. Confiado, trató Whalley de pisar el esférico para dentro de la caja para cogerla con las manos. Pero el cuero corrió poco (el campo estaba empapado por la lluvia torrencial que cayó horas antes), Whalley apenas lo tocó y Mata se lo sisó para plantarse sin oposición ante la portería. Y gol; el mejor de los antidepresivos para el Girona.

ZARAGOZA, 0 – GIRONA, 3

Zaragoza: Whalley; Fernández, Vallejo, Mario (Javi Álamo, m. 68), Rubén (Cabrera, m. 68), Rico; Ruiz de Galarreta (Basha, m. 55), Dorca; Pedro, Willian José y Eldin. No utilizados: Alcolea; Lolo, Natxo Insa y Tato.

Girona: Becerra; Lejeune, Richy, Íñiguez; Cifuentes, Granell, Pere Pons, Eloi (Felipe; m. 65), Juncà (Aday, m. 50); Mata y Sandaza (Rovirola, m. 79). No utilizados: Palatsí; Jandro, Mas y Sebas.

Goles: 0-1. M. 23. Mata. 0-2. Lejeune. 0-3. M. 59. Mata.

Árbitro: Valdés Aller. Amonestó a Dorca, Juncà, Mario, Pere Pons. Eloi.

La Romareda. Unos 30.000 aficionados.

No es que desde entonces el conjunto de Machín compusiera un fútbol de salón, pero sí que se hizo con las segundas jugadas y estiró las líneas, despojado de su fatalismo. Y, sobre todo, atinó Lejeune en un saque de esquina de Granell para, al filo del descanso, descuajaringar el Zaragoza. No tuvo igual suerte el equipo blanquillo en las jugadas de estrategia. Más que nada porque Becerra sacó dos manos prodigiosas: una a Rubén y otra a Dorca.

Consternado por los varapalos y la exigencia del marcador, el Zaragoza optó por adelantar las líneas. La mejor de las noticias para el Girona, que se definió como le gusta, con unas contras de manual. Así, Aday envió un cambio de orientación a Mata, que bajó la pelota con el pecho para conectar un disparo soberbio y cruzado a la red. Tiempo para el disfrute del Girona, que pudo ampliar el resultado en las botas de Mata y que tras pelearse con el fútbol en el último partido, hizo en La Romareda las paces con el balón.

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