Hugo Sotil: “Le hice un gol al Madrid y Cruyff no me dejó festejarlo”
El exjugador de visita en Barcelona, repasa su carrera y se rinde ante la delantera del equipo de Luis Enrique
Es miércoles 27 de mayo en un hotel de Barcelona. En la recepción, advierten: “El señor Sotil aguarda en su habitación”. La televisión está encendida. Él espera estirado en la cama: vaqueros, sudadera gris y gorra de Neymar. No se moverá de ahí. Habla despacio y para adentro. Hugo Cholo Sotil (Ica, Perú; 1949), en estado puro. Llegó al Barcelona en 1973 y, después de una temporada para el recuerdo, su fútbol se fue borrando. La leyenda lo achaca a su falta de disciplina; él al cupo de extranjeros en la Liga: solo podían jugar dos y Neeskens le quitó el sitio. Dejó una Liga en las vitrinas y una frase de hemeroteca: “¡Mamita, campeonamos!”.
Pregunta. ¿Cómo llegó usted al Barcelona?
Respuesta. Entonces no era tan común que los futbolistas vinieran a jugar a Europa. Fue por casualidad. Los dirigentes del Barça estaban siguiendo a Teófilo Cubillas. Pero ese día parece que jugué bien.
P. ¿Qué pensó cuando le ofrecieron venir al Barça?
R. Esa noche, después del partido, llegué a mi casa y la muchacha que trabajaba con nosotros me dijo: “Señor, hay cuatro gringos esperándolo”. ¿Gringos?, pensé; “aquí vienen indios, cholos, pero gringos, no”. Eran el entrenador, el presidente y dos dirigentes más.
P. ¿Rinus Michels en su casa?
R. Sí, y él me preguntó si quería viajar a España. Y yo le dije que sí y ni siquiera sabía para qué equipo era.
P. ¿Qué le pedía Michels?
R. Que jugara como lo hacía en Perú, pero me daba una misión: cuando atacábamos yo era el 10; pero cuando defendíamos era el 11. Tenía que tapar la salida del lateral derecho.
La mejor delantera de todas es la de ahora. Nosotros teníamos a Marcial”
P. Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial; ¿tuvo un mejor ataque el Barcelona?
R. Sí, la delantera de Romario, con Laudrup y Stoichkov, era muy buena. Pero la mejor de todas es la de ahora. Van a ganar todo este año y van a seguir ganando después. Tiene dos extremos que desequilibran siempre que quieren y a Suárez, que choca con cualquiera y les facilita el trabajo. Nosotros teníamos a Marcial, que era un toro. Yo era listo y Johan era el cerebro.
P. ¿Cómo fue el 0-5 al Madrid?
R. Nunca pensé que iba a tener tanta trascendencia. Cuando regresamos a Barcelona, el aeropuerto estaba lleno, la gente lloraba. Fue una fiesta inolvidable. Y, además, hice el quinto gol. Pero no me dejaron celebrarlo.
P. ¿Por qué?
R. Porque Johan me agarró del cuello: “Estamos en Madrid, quieres que nos maten a todos”, me dijo. Así que le hice un gol al Madrid y El Flaco no me dejó festejarlo.
P. ¿Cómo es jugar con un número uno como Cruyff?
R. Yo no sabía si era el número uno o el dos. Sabía quién era porque me había enfrentado a él en un partido amistoso en el 72, pero no me había deslumbrado. Lo hizo cuando lo vi en el Barça. Era un todoterreno. Estaba abajo y, al momento, ya estaba en la otra área. Era muy rápido. El periodismo decía que era el número uno, pero en la cancha era uno más, un obrero. No marcaba mucho, pero dirigía. Era el entrenador dentro del campo.
P. Usted en Barcelona tuvo un año fantástico y después se pinchó, ¿qué pasó?
R. El primer año fue muy bueno, hice 15 o 16 goles, y salimos campeones. La temporada siguiente llegó Neeskens y ocupó la plaza de extranjero. Estuve un año sin jugar por el tema de la bendita nacionalidad.
P. ¿Y qué hizo ese año?
R. Me mandaban a Bélgica y a Holanda a jugar exhibiciones. Un año sin jugar al máximo nivel me condicionó.
P. ¿Piensa hasta dónde hubiese llegado si se hubiese cuidado más?
R. Empecé a jugar en el 68 y me retiré en el 86: 18 años. ¿Cuántos tendría que haber jugado? ¿25 años? Yo me cuidaba, lo que pasa es que la gente habla para hacer daño. Acá se decía que yo paraba todas las noches en las discotecas. ¿Cómo voy a estar todas las noches y el domingo jugar 90 minutos?
P. ¿Y por qué lo decían?
R. Porque me compré un bendito Ferrari color amarillo. Y resulta que un aficionado que me idolatraba se fue a Italia y se compró un Ferrari idéntico al mío. Era un hincha millonario que cada vez que yo iba a la discoteca, después de cada partido, me regalaba una botella de champán.
Iba a la discoteca, pero los domingos en los que los lunes eran libres”
P. Entonces, sí que iba.
R. Sí, pero los domingos en los que los lunes eran libres. Un día me llamó Michels y me preguntó: “Cholo, ¿tú estás todos los días en la discoteca?”. “Ese no soy yo míster, ese no es mi carro, es el del aficionado. Le tienen que tomar una foto a la matrícula”, le dije. No era un santo, pero no hubiese aguantado el ritmo para entrenar mañana y tarde si salía todas las noches.
P. ¿Trabajó de otra cosa?
R. Trabajé de todo. Lustrando zapatos, vendiendo palomitas de maíz, cargando bolsas de 80 kilos en una fábrica de café. En mi casa no entraba dinero y yo, a los 16 años, empecé a trabajar. A mis padres al principio no les gustaba que jugara al fútbol. Antes no era como ahora, que hasta los millonarios quieren que sus hijos sean futbolistas. En mi país, en esa época, los futbolistas eran lo peor. Y mi madre quería que estudiara, que fuera doctor. Pero yo veía la pelota y corría desesperado a por ella. Me iba de casa a escondidas.
P. ¿Cuándo lloró por última vez?
R. Ayer. Me llamó El Flaco y me dijo: “¿Dónde está tu hotel?”. A los 10 minutos estaba aquí. Cuando lo vi se me escaparon unas lágrimas, desde el centenario que no lo veía. Nos quedamos como una hora conversando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.