Pájaros de barro en Ipurua: El Eibar desciende a Segunda División
A los vascos no les sirve su victoria ante el Córdoba —que ya venía descendido— por 3-0
Todo estaba preparado con el esmero que se pone en las fiestas de los barrios. El escenario, abarrotado pero sin perder la intimidad de las pequeñas plazas donde se discute sabiendo que habrá un mañana. Por vez primera, Ipurua ofrecía más de 6.000 asientos y la posibilidad a los ausentes (los abonados) de ceder al club, a partes iguales, su lugar en el banco de la plaza para que ni faltara ni sobrase un alma. Se diría que Ipurua disfrutaba de la posibilidad de un ascenso y no sufría la depresión de un posible descenso. El atrezzo era el esperado en estos casos: que si primas a terceros, que si demasiados titulares en casa, que si juveniles y suplentes, que si viajar en autobús de Córdoba a Eibar era como arrojar la toalla antes de que empiece la pelea, como si el Córdoba tuviera siquiera toalla para secarse el sudor frío que le ha recorrido el cuerpo toda la temporada. El Córdoba, que volvió a Primera tras la incapacidad de los aficionados del Las Palmas para contener la alegría, se vuelve a Segunda sin enterarse de lo ocurrido. Y el Eibar que convirtió su ascenso en un plebiscito popular internacional por las exigencias económicas del mercado deportivo. Lo suyo fue también un caso único en el fútbol europeo, algo así como el equipo de todos que además sorprendió con una primera vuelta espectacular tanto como con una segunda depresiva que le llevó al partido de su vida, ayer en Ipurua con cuatro sentidos en el partido frente al Córdoba y el de oído en los transistores que relataban las andanzas del Deportivo contra el Barça y del Granada contra el Atlético.
Al Eibar no le iba la vida en el encuentro que, sin embargo, si le podía cambiar la vida. Su proyecto, soportado económicamente contrarreloj con aquella cuenta atrás tan estresante para aumentar su capital social, se vería necesariamente condicionado por seguir o no seguir en Primera División. Los contratos de sus futbolistas pendían de ese hilo. Algunos tienen contratos condicionados a la permanencia; otros incluyen cláusulas de rebaja económica si se desciende a Segunda. Incluso la estructura global del club (ya pequeña, pero eficaz) debería adelgazar porque, ni en Primera ni en Segunda, el Eibar ha querido echar las campanas al vuelo.
Eibar, 3-Córdoba, 0
Eibar: Xabi Iruretagoiena; Bóveda, Lillo, Raúl Navas, Dídac Vilà; Borja Fernández (Errasti, m. 30), Dani García; Capa (Añibarro, m. 86), Arruabarrena, Javi Lara; y Saúl Berjón (Angel, m. 86).
Córdoba: Mikel Saizar; Gunino, Fran, Deivid, Edimar; Luso, Abel Gómez; Fidel, Borja García (García, m. 77), Fede Vico (Biljimine Jonathan, m. 46); y Florin Andone.
Goles: 1-0. m. Arruabarrena; 2-0. Raúl Navas; Arbitro: Alfonso Javier Alvarez Izquierdo (comité catalán). Amonestó al local Capa.
Incidencias: unos 6.000 espectadores abarrotaron el campo de Ipurúa. El local Borja Fernández se retiró lesionado en la primera parte. El lehendakari del Gobierno Vasco, Iñigo Urkullu, estuvo en el palco.
A los cinco minutos voló el primer cohete que viajó en el aire casi parejo al del Camp Nou. El gol de Arruabarrena, a pase de Capa, corría casi paralelo al de Messi al Dépor. La fiesta de Ipurua había comenzado. Seis minutos después, Raúl Navas recuperó el poderío, olvidado, del Eibar en los saques de esquina, cuando él y el traspasado Albentosa se colgaban de las nubes de Ipurua para agujerear redes con saña. A la media hora, éxtasis se produjo con un disparo de Capa que borró al Córdoba del campo y dejó el partido agarrado a las delgadas ondas de los transistores. La fiesta del barrio hacía honor al esmero de los transeúntes. Pero los cohetes como el éxtasis son efímeros.
En el Camp Nou llovieron los goles del Dépor que igualaban la contienda y con la igualada del Granada que provocaba un triple empate que condenaba al Eibar al descenso porque en el fútbol las victorias a veces provocan derrotas. Quietos todos en Ipurua en espera del gol ajeno que salvara los cuartos del Eibar que había volado por Ipurua en busca de un sueño. Pero eran pájaros de barro que no pueden volar.
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