El Madrid encuentra el tesoro y se proclama campeón de Europa
El equipo de Laso, aupado por el carácter de Nocioni y los puntos de Carroll, alcanza la Euroliga 20 años después tras derrotar a Olympiacos (78-59)
El tesoro estaba en casa. El Madrid conquistó su novena Copa de Europa tras derrotar a Olympiacos en una final que mezcló la esencia grácil y recreativa con la que nació el proyecto de Laso con la furia competitiva que se añadió hace ocho meses para cimentar el asalto definitivo. Los puntos de Carroll y el carácter canchero de Nocioni (MVP de la final con 12 puntos, 7 rebotes y 18 de valoración); los contraataques intrépidos y la defensa voraz, culminaron la conmovedora persecución de un equipo que durante tres años enalteció el camino y al tercer intento hizo cumbre.
REAL MADRID, 78 - OLYMPIACOS, 59
Real Madrid: Llull (12), Carroll (16), Rudy Fernández (7), Ayón (2) y Reyes (2) --quinteto inicial--; Sergio Rodríguez (11), Nocioni (12), Maciulis (9), Rivers (5), Slaughter (2) y Bourousis (-).
Olympiacos: Mantzaris (1), Spanoulis (3), Darden (-), Printezis (11) y Dunston (4) --quinteto inicial--; Petway (2), Hunter (10), Papapetrou (-), Sloukas (10), Agravanis (-), Lafayette (1) y Lojeski (17).
Parciales: 15-19, 20-9, 18-18 y 25-13.
Árbitros: Pukl (SLO), Ryzhyk (UKR) y Belosevic (SRB). Sin eliminados.
Barclaycard Center. 12.987 espectadores. Presidió la final el rey Felipe VI.
51 años después del primer título y tras 20 de espera, el póster de Sabonis, Arlauckas, García Coll, Santos, Antúnez, Lasa, Cargol Biriukov y Antonio Martín alzando el título en Zaragoza en 1995 con Obradovic al mando, que amarilleaba en el recuerdo de los aficionados, encontró relevo para toda una generación anémica de la grandeza continental que habían leído en las enciclopedias. El éxtasis para un equipo de talentos abnegados con cuerpo de velocista y alma de maratoniano que superó la decepción hasta recuperar la corona más preciada.
Un grupo que convirtió su revolución baloncestística en una cuestión de honor para cumplir con la obsesión del club más laureado. La Marcha Radetzky del Madrid triunfó ante la Cabalgata de las Valkirias de Olympiacos. El himno de la alegría tocó la Novena sinfonía.
Carroll cumplió el doble papel de echar el lazo a Spanoulis y de tomar medidas al aro rival
Costó resolver la final, pero el Madrid salió del laberinto rumbo a la apoteosis. La intensa puesta en escena de los blancos sufrió un escalofrío cuando Ayón cometió la segunda falta a los 2m 32s de partido. Carroll cumplió el doble papel de echar el lazo a Spanoulis y de tomar medidas al aro rival pero, cuando el demonio griego parecía controlado, apareció Lojeski. Mientras Bourousis y Slaughter intentaban gestionar la crisis en la pintura agudizada por los problemas físicos de Felipe, el alero estadounidense asumió el protagonismo con 10 puntos en los primeros seis minutos y volteó el marcador del 6-1 inicial al 12-17. Replicó Llull, hambriento de redención tras su 0 en Milán, con dos triples que aliviaron los primeros sudores fríos del Madrid. Se le traspapeló el guion a los blancos, se apoderó del cronómetro Olympiacos y comenzó a jugarse a lo que quería la tropa de Sfairopoulos.
Sin embargo, como ocurriera en la semifinal ante el Fenerbahçe, la incorporación de Nocioni rearmó al equipo de Laso. Primero taponó un balón que se colaba, en una acción que propició la técnica al entrenador griego por sus protestas; después desquició a Petway, al que le robó un balón y le sacó una antideportiva; y más tarde enardeció a las masas con su acertada gestión de los golpes de pecho. Abrazado a la garra del Chapu, el Madrid se quitó el miedo. El carácter desató el talento, llegaron las primeras carreras y la segunda unidad encendió el perímetro. Maciulis, con dos triples y un dos más uno, y Rivers, con otro bingo desde el 6,75 aportaron los puntos necesarios para estirar la cuerda y marcar territorio antes del viaje a los vestuarios (35-28, m. 20).
El Madrid estiró su optimismo hasta los 11 puntos de ventaja (40-29, m. 23), pero Lojeski mantuvo la leyenda indomable de Olympiacos liderando un parcial de 0-12 en cuatro minutos que mandó a los blancos al rincón de pensar cuando se disponían a salir al recreo (40-41, m. 26). Fue el fantasista más grácil el que se lanzó a derrotar a todos los fantasmas. Jaycee Carroll entró en ebullición y, con tres triples y 11 puntos consecutivos en 2m 20s, desmontó la resilencia agnóstica de Olympiacos (56-46, m. 31).
Comenzó la batalla entre el juego y el oficio. El Madrid gestionaba la fatiga y Spanoulis buscaba sin éxito alguna rendija. Las torres blancas se tambaleaban, pero el perímetro salió al rescate. Retomó la faena Nocioni que, con su segundo triple y su segundo tapón de la noche, enmoquetó el camino a la Novena (69-55, a 2m 45s). “Vine para esto. Lo dije”, remató el Chapu. Una defensa voraz anuló a Olympiacos empujándole a la rendición. 73-61 acabó la final de hace 20 años en Zaragoza ante el mismo rival, 78-59 concluyó esta. No estaba en Londres ni en Milán. La gloria estaba en casa. El pabellón que este equipo convirtió tantas veces en el Palacio de Atracciones tocó el cielo de la Novena.
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