Messi se sale con la suya
La falta de un delantero centro natural hace que el 10 se multiplique
La patente de Guardiola de poner a Messi de falso delantero centro durante un clásico originó la certeza azulgrana de que no necesitaban a un ariete sino que les alcanzaba con encontrar al 10 para que este resolviera los entuertos y los partidos. Esa misma teoría persiguió Luis Enrique hasta que Messi descubrió, también pasado un clásico, que su sitio estaba de nuevo en la banda derecha porque Luis Suárez era un delantero capaz de fijar a los centrales y por lo tanto restar así las permanentes ayudas de los rivales sobre su figura. Un trabajo encomiable que el 9 ha adornado con un porrón de goles (24) y que ha devuelto la convicción de que el punta atornillado en el área rival es imprescindible para llegar al gol. Ausente ayer Luis Suárez por molestias musculares y perdido Pedro en el frente del ataque, no le quedó otra a Messi que multiplicar sus funciones, de asistente a driblador, de enganche a rematador. Y, como casi siempre, se salió con la suya.
Poco acostumbrado al jaleo en el punto de penalti, Pedro esquivó como pudo el fútbol de contacto al que le invitaron Godín y Giménez. No aguantaba la pelota ni rompía a la espalda de los centrales, sino que trataba de recular un paso para jugar de espaldas y ayudar en la posesión del Barça. Pero su participación era lejos del área, un tanto estéril. Por lo que Messi –“tengo la libertad para moverme por donde quiera siempre y cuando no existan desequilibrios”, reconoció el argentino hace una semana- se buscó su sitio, bien en el costado, bien en la mediapunta, bien como finalizador. Aunque parecía tener el 10 la puntería torcida porque en el primer acto probó hasta en cinco ocasiones a Oblak. Chutó raso y al centro la primera vez para culminar uno de esos zigzagueos espectaculares de Neymar. Después intentó por dos veces rematar de cabeza centros de Alves: uno a las manos del portero y el otro a la mano de Juanfran, penalti no señalado por el colegiado. También se subrayó a balón parado, con un chut envenenado desde el lateral del área que sólo el larguero pudo repeler. Y hasta se animó con un disparo desde fuera del área que no encontró la portería.
Inconformista y generoso como lo ha sido en toda la temporada, Messi prosiguió con su recital y tras una contra de aúpa le cedió el esférico a Neymar, que la tiró a las nubes
Sin avisos de Neymar ni Pedro, que sí trató de emular sin éxito la chilena que descascarilló la jornada anterior a la Real, sólo Alves pudo disfrutar del ataque con dos lanzamientos lejanos. Uno se estrelló en la poblada defensa rival y el otro, de folha seca, lo desbarató Oblak con una estirada fabulosa. Ocurrió, sin embargo, que Messi aún no había sacado la bandera blanca.
Koke, Arda, Gabi y Mario se repartieron en la segunda parte de secar al delantero y ayudar a Siqueira en su fatigosa misión. En ocasiones con tarascadas y en otras con limpieza, siempre pendientes de sus movimientos por cualquier parcela del campo. Y aceptó el reto Messi, que tiró caños (uno sobre Koke que recordó al que le hizo de Milner, del Manchester City), eslálones y quiebros. Pero la jaula atlética estaba bien fabricada, sin fisuras quizá porque Pedro, excelente en la presión y también cuando se encontró espacios, no fijaba a los centrales. Hasta que Leo se encontró con Neymar dentro del área. Tuya y mía, control pisando el balón y chut cruzado pegado a la base del poste, a la red. Brazos arriba y un gol que bien vale la Liga, el 41 en su cuenta particular, a cuatro del pichichi Cristiano Ronaldo.
Inconformista y generoso como lo ha sido en toda la temporada, Messi prosiguió con su recital y tras una contra de aúpa le cedió el esférico a Neymar, que se plantó ante Oblak y la tiró a las nubes para gozo del Calderón, que le tiene buena tirria por su gallardía y osadía, por su regate de más. No acabó de resolver Pedro y tampoco decidió Neymar. Pero Messi, una vez más hiperactivo, se salió con la suya.
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