Contador y su Tinkoff muestran su poderío

Todas las mañanas, antes de que comience la etapa del Giro, Matt Rendell, su escritor de cabecera, elabora una lista con lo más sugerente de los paisajes y las ciudades que recorre la carrera rosa, que este año parte de la plena primavera eterna de San Remo para decidirse en los fríos blancos y pálidos de los Dolomitas dentro de 20 días.

Como propuesta operística del prólogo, Rendell, un sibarita, ponía en su lista una visita a la Recóndita Armonía de la Tosca de Puccini, recordando que el tenor que mejor la expresó fue aquel Giuseppe di Stefano que tanto amó a la Callas y tanto afinó en el festival de San Remo. Ya que la etapa, 17 kilómetros y pico casi enteramente corridos por un estrecho carril bici colgado como un balcón sobre el Mediterráneo azul ligur, daba media vuelta hacia San Remo en Arma di Taglia, el pueblo en el que nació hace dos siglos el señor Martini, quien hace 100 años inventó en un hotel de Nueva York el Dry Martini, podría entenderse que tal armonía escondida se refería a la mezcla exacta de ginebra, mucha, Martini, ni un soplo, hielo y aceitunas para el cóctel perfecto, pero, dado que Rendell es casi abstemio y apasionado de las bicis, seguramente se trataría de una modesta proposición a los 22 equipos, una invitación para que interpretaran de la mejor manera posible el ejercicio tan complicado de la contrarreloj por equipos. Todo ello con valor simbólico, por supuesto, pues las diferencias entre la perfección y la buena ejecución entre los mejores apenas se midieron por segundos.

Los oídos más afinados, los gustos más refinados, y el cronómetro que es quien decide en caso de igualdad, dieron el mayor número de votos al conjunto que menos desafinó, a los grandes especialistas australianos del Orica, que a más de 54 de media eligieron a su líder, Simon Gerrans, para vestir la primera maglia rosa del 98º Giro. Y a todos satisfizo que Gerrans, un veterano que cumplirá 35 años el próximo sábado y que fue un par de días líder del Tour hace dos años, volviera, tres años después de su triunfo en la Milán-San Remo, a sentirse campeón entre las palmeras del Lungomare Italo Calvino. Detrás del Orica del colombiano Chaves, un equipo lo bastante fuerte y ambicioso como para mantener controlada la carrera los primeros días, llegó, casi a un suspiro (7s), el Tinkoff de Tinkov y Contador, a quienes, pese a su magnífico resultado, hijo del tremendo poderío de sus corredores (Basso, Rogers, Kreuziger, Tosatto, Boaro), los más pejigueros de entre los melómanos reprocharon una cierta falta de acoplamiento por parte de su jefe, algo sorprendente, pues Contador suele ser un magnífico solista en las contrarreloj por equipos.

Se supone que esa apreciación es un asunto menor y que Contador, que comienza décimo en la general y que ya puede mirar desde arriba al resto de los favoritos (6s a Fabio Aru, 12s a Rigo Urán, 14s al Richie Porte del decepcionante Sky, 20s al tártaro Ilnur Zakarin del Katusha del estresado Konyshev), podría hacer suyas las primeras palabras de Urán: “Poco a poco. En el Giro hay que ir poco a poco”. El único equipo español, el Movistar que acude sin líder único, terminó quinto, a 21s del Orica, un magnífico resultado.