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El termómetro de la tierra

Tras su peor inicio desde 2006, Nadal arranca en Montecarlo la gira sobre arcilla

Alejandro Ciriza
Nadal, durante una sesión de entrenamiento en Montecarlo.
Nadal, durante una sesión de entrenamiento en Montecarlo.Julian Finney (Getty )

“La confianza es difícil de ganar, pero fácil de perder”. Novak Djokovic, número uno del mundo, reflexiona sobre el duro tránsito en las alturas de la élite, sobre la autoexigencia y el elevado peaje de ser la referencia; sobre la permanente lucha por crecer y ser el mejor; sobre deporte, al fin y al cabo. Pero, por obvia que parezca, la afirmación del serbio no deja de contener una fuerza demoledora, de subrayar una realidad a la que hoy se enfrentan él y tantas otras estrellas sometidas al tremendo desgaste del día a día y la gestión del éxito. Bien lo sabe Rafael Nadal, hasta hace poco en la cima, ahora inmerso en la pelea por recuperarse a sí mismo y seguir alimentando la leyenda del mejor deportista español de la historia. Bien lo sabe.

“Trabajo para conseguir jugar bien tan pronto como sea posible. Y, si no creyera que fuera posible hacerlo, no estaría hoy aquí”, expresaba el español hace dos días en Montecarlo, donde arranca la gira de tierra de la temporada y donde él, amo y señor de la arena, ocho veces laureado en el Principado, busca dar paso para volver a ser ese campeón irreductible. “Todavía tengo la pasión y la motivación para seguir jugando al tenis. Y el tenis, para mí, significa que tengo que ser competitivo”, señalaba Nadal, para el que la arcilla puede ser el mejor de los termómetros, un excelente indicador de si está en el buen camino y puede volver a batallar en los dominios gobernados hoy día por Djokovic, ahora el hombre que marca la pauta.

Todavía tengo la pasión y la motivación para seguir jugando al tenis" Rafael Nadal

Llega el turno de la tierra en un momento que puede marcar un punto de inflexión. No está siendo un buen curso para Nadal, que ha completado su peor arranque. Hay que rebobinar hasta 2006 para localizar un despegue tan poco prolífico. Entonces alcanzó las semifinales de Marsella e Indian Wells, cayó en la segunda ronda de Miami y venció en Dubái. Ahora sólo ha alzado un título (de categoría 250, en Buenos Aires) y resume su campaña en 15 triunfos y cinco derrotas, en amagos, idas y venidas, en actuaciones muy esperanzadoras y otras que han abierto interrogantes.

Después de caer en cuartos del primer grande en Australia, frente al checo Tomas Berdych, ni la estadía en Sudamérica (la excepción bonaerense y las semifinales de Río) ni el posterior paso por el asfalto norteamericano (cuartos de Indian Wells y octavos de Miami) despejaron las incógnitas, expresadas en los nervios y la ansiedad que el mismo protagonista reconoció sufrir en determinados instantes de los partidos. Pero, pese a todo, no cede. De ningún modo.

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“No hay una gran diferencia entre jugar mal y estar jugando bien. Son pequeñas cosas las que terminan produciendo grandes cambios. Tengo que ser más fuerte para ser más regular”, explicó Nadal, número cinco en el ránking, vencedor en 2014 en dos de los cuatro torneos principales sobre tierra (Roland Garros y Madrid; el suizo Stanislas Wawrinka celebró Montecarlo y Djokovic le batió en la final de Roma) y que, por lo tanto, defiende una cantidad significativa de puntos de aquí a junio. “Si no gano muchos partidos en las próximas semanas voy a bajar mucho en la clasificación”, admite, “pero si voy abajo, sé que volveré seguro. Cuando uno se lesiona pasa meses sin ganar puntos en la ATP. Necesito volver a jugar en mi mejor momento. Y, si llega, ¿por qué no voy a volver a luchar de nuevo por los grandes títulos?”.

Para empezar, Montecarlo puede ser un buen estímulo. Allí, en una superficie lenta que se adapta perfectamente a su juego, el español firmó una secuencia única –ocho títulos consecutivos, de 2005 a 2012– y registra 50 victorias, por solo tres derrotas. En la última edición, David Ferrer –ganador hace dos meses en Río, la cita más importante hasta el momento sobre arcilla– le frenó en los cuartos. Esta vez, el camino hasta la que sería su décima final se antoja complicado. En el estreno (hacia las 12.00, Canal+ Deportes) se medirá al francés Lucas Pouille (21 años, 108 del mundo); en octavos, Martin Klizan o John Isner serían sus adversarios; Ferrer, en cuartos; y en las semifinales se cruzaría con Djokovic. Por el otro lado del cuadro intervendrán Roger Federer (finalista en 2006, 2007, 2008 y 2014) y Wawrinka. No así Andy Murray, recién casado, ni el japonés Kei Nishikori, que retrasa su puesta a punto hasta la siguiente cita, en Barcelona.

Nadal ha demostrado que es capaz de resolver sus problemas y volver" Novak Djokovic

“¿Nadal? Todavía es el rey de la arcilla. No hay duda sobre eso”, expuso Nole, cuyo inicio de temporada se está traduciendo en un monólogo: triunfos en Australia, Indian Wells y Miami. “Él siempre es el último desafío para vencer en la tierra, incluso cuando ha tenido que hacer frente a las lesiones y la pérdida de confianza”, esgrime el serbio, que en pleno apogeo aspira a conquistar su primer Roland Garros, el único Grand Slam que falta en su palmarés; “esto es normal, a todo el mundo le pasa. Pero la rueda gira: perdemos, dudamos, todos lo sabemos. Nadal ha demostrado en el pasado que es capaz de resolver sus problemas y volver”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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