Adiós a un ídolo para los ídolos
Steve Nash, el base canadiense que revolucionó el juego, se retira a los 41 años con la admiración unánime de las estrellas
Los jugadores de la NBA suelen ser reacios a las comparaciones. Tampoco son proclives a proclamar a los mil vientos quiénes son sus ídolos o a quién admiran más en su profesión, Michael Jordan al margen por supuesto. Existe otra excepción. La de un base que, a los 41 años y pese a estar fuera de circulación desde que fichó por los Lakers, inactivo esta temporada y prácticamente la anterior, en la que solo jugó 10 partidos, suele estar en boca de los mejores. Casi todos se declaran abiertamente admiradores de Steve Nash.
Cuando José Manuel Calderón empezó a hacer sus pinitos en la NBA recibió como un elogio que Doc Rivers, entonces entrenador de los Celtics, le calificara como “un mini-Nash”. No en vano, era el espejo en el que se miraba el jugador extremeño. “Hace mejores a sus compañeros, que es lo que realmente debe lograr un base. No es tan bueno físicamente como otros, pero tiene todo lo demás: visión y anotación. Es el que mejor dirige de todos”, opinó años después Calderón del jugador canadiense nacido en Johanesburgo.
Una lesión de espalda ha ensombrecido los últimos años de la fantástica carrera de Nash. Un infortunio especialmente para él, un tipo que, de tanto como se cuidaba, había patentado lo que se dio en llamar diet-Nash, seguida por varios compañeros, como Shaquille O’Neal. El sábado, Nash hizo público su adiós con un emotivo artículo de despedida en una web reservada a deportistas, theplayerstribune. Después de 19 años de profesión, se va uno de los 10 únicos que han obtenido dos veces consecutivas el MVP, el codiciado premio al mejor de cada temporada (2005 y 2006), ocho veces All Star, el tercero que más asistencias ha repartido en la historia de la competición (10.335, solo superado por John Stockton y Jason Kidd). Su mayor pena: ser uno de los seis MVP que no han podido lograr el anillo, junto a Karl Malone, Charles Barkley, Allen Iverson y, dos jugadores en activo, Derrick Rose y Kevin Durant.
Deslumbró con el ataque de los Suns que patentó el ‘siete segundos o menos’
Más allá de estadísticas o títulos, el legado de Nash se sustancia en su trascendencia para el juego. La suya es una carrera a contrapelo, la de un chaval nacido en Sudáfrica que siendo casi un bebé emigró a Canadá, donde practicó el fútbol y el hockey hielo. Siendo todavía un chavalín, le dijo a su madre que quería jugar en la NBA, pero no empezó a practicar este deporte hasta que cumplió 12 años. Creció hasta 1,91 metros y, con su estilo eléctrico, su desparpajo y su capacidad para pasar y anotar, despuntó en la Universidad de Santa Clara.
Formó parte de un draft con mucha calidad, el de 1996, con Iverson en el primer puesto, Kobe Bryant en el 13º y él, en el 15º, elegido por los Phoenix. Y fue en su segunda etapa con este equipo, con Mike D’Antoni como entrenador, y junto a Amare Stoudemire, cuando revolucionó el juego. Pusieron en práctica una versión del run and gun (correr y tirar) que se dio en llamar la táctica de los siete segundos o menos.
Su creatividad en el pase y su habilidad inspiró mi estilo de juego” Stephen Curry, base de los Warriors
El ataque los Suns era pura velocidad, con mucha libertad en el ataque. Nash fue el metrónomo de un estilo que enamoró, con un equipo en el que formaban Joe Johnson, Quentin Richardson, Shawn Marion, Stoudemire y Barbosa como sexto hombre. Antes, jugó cuatro temporadas con los Dallas de Nowitzki (2000-2004) y después, en 2012, decidió unirse a Kobe Bryant, Pau Gasol y Howard en los Lakers, en un intento por ganar el anillo que resultó un fiasco. Nada quebró la admiración de los mejores hacia él.
“Modelé mi juego viéndole. Somos diferentes pero la forma en que tira, su creatividad en el pase, cómo utiliza ambas manos y cómo toma sus decisiones, inspiró mi estilo de juego”, afirma Stephen Curry, base de los Golden State Warriors y candidato a MVP esta temporada. “El regalo más grande que tuve es estar completamente inmerso en mi pasión y en la lucha por algo que amaba tanto. La obsesión se convirtió en mi mejor amiga. Hablé con ella, la quise, peleé con ella”, se despidió Nash.
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