La final de Aduriz
El delantero destroza al Espanyol y certifica el pase de un Athletic más intenso y completo
La necesidad pudo con el entusiasmo. Resulta que para el Espanyol el duelo era una fiesta, una ocasión para certificar que sin dinero también hay cabida para la alegría; para el Athletic, sin embargo y tras años de caramelo que arrancaron con Bielsa, una exigencia de continuidad. Poca cosa para Aduriz, imperial en la pelea y en la definición, un delantero de área que descompuso al Espanyol —como hiciera en la ida (1-1) con su gol— y aupó al Athletic a una nueva final frente al Barça, viejo conocido porque será la tercera vez que se miden en las últimas siete ediciones.
No se anduvo con chiquitas el Athletic, que salió al campo con la voracidad como carta de presentación. Mordía el equipo de Valverde porque entendió que no había balón perdido y daba bocados al terreno con gazuza y empuje hasta acular al Espanyol. Su rampa hacia el gol era la clásica, la que le dicta su genética: uno o dos pases de seguridad en defensa para recomponer al equipo en la transición y agitación inmediata que pasaba por abrir el cuero al costado, donde por la izquierda galopaba gustoso Williams y por la derecha se alternaban De Marcos e Iraola. No flaqueó Arbilla, pero perdió el reto a lo grande Fuentes, que ni las vio pasar, sobrepasado en todo momento. Las embestidas, sin embargo, no hicieron mucho daño de inicio porque Álvaro estaba en todas, un muro por arriba y abajo, un cerrojo de oro y brillantes. Pero ya advirtió De Marcos con un pase filtrado por encima de la defensa que Iraola penó por su indecisión al no saber si tirar o centrar, agua de borrajas; y definió después Aduriz. Fue, claro, en un centro lateral desde la derecha que Moreno no acertó a despejar. La mejor de las golosinas para el mastodóntico rojiblanco, que meció el esférico entre sus botas y armó el disparo en un santiamén para batir de disparo raso y potente desde fuera del área a Pau.
ESPANYOL, 0; ATHLETIC, 2
Espanyol: Pau López; Arbilla, Álvaro, Héctor Moreno, Fuentes; Lucas Vázquez (Salva Sevilla, m.69), Cañas, Víctor Sánchez, Víctor Álvarez (Caicedo, m. 48); Stuani y Sergio García. No utilizados: Casilla, Javi López, Colotto, Montañés y Abraham.
Athletic: Iago Herrerín (Gorka Iraizoz, m.65); De Marcos, Gurpegi, Etxeita, Balenziaga; San José, Mikel Rico; Iraola, Muniain (Beñat, m.83), Williams (Laporte, m.90); y Aduriz. No utilizados: Unai López, Ibai Gómez, Susaeta y Guillermo.
Goles: 0-1. M.13: Aduriz. 0-2. M. 41: Etxeita.
Árbitro: Martínez Munuera. Amonestó a De Marcos —no podrá jugar la final—, Cañas, Héctor Moreno, Stuani, Arbilla y Álvaro.
Power8 Stadium: 34.831 espectadores. El Athletic se clasifica para la final por un global de 3-1. La final la disputará contra el Barcelona el 30 de mayo.
A pesar de lo contundente del mazazo, no le duró en exceso la consternación al Espanyol, que aunque tarde acabó por encontrar su juego, exigido por una grada que se castigó la garganta a gusto. La vía era simple, pedradas a la cabeza de Stuani y movimientos a la prolongación de Sergio García. No era mucho, pero con eso le alcanzó para sacudirse la presión adversa, la ferocidad de un Athletic que no aflojaba en intensidad. Y en una de esas, se enredó Balenziaga en el despeje y propició que Stuani midiera a Herrerín. Se cobró la partida el portero, que sacó a tiempo la mano. No le importó al Espanyol, que entró en combustión esporádica, sobre todo porque encontraron la línea de pase con Sergio García. Ocurre que al 9 le hicieron la jaula, siempre con dos encima y la ayuda de San José, reconvertido a mediocentro por si las moscas. Demasiado tute para el mago blanquiazul, que probó la jugada homérica sin éxito. Y sin profundidad en las alas, sin centros de Víctor Álvarez ni la puñetería de Lucas Vázquez, no había tutía.
Lo festejaba el Athletic, equipo con callo ya en esta temporada ante las situaciones adversas, reclamado como está el equipo a convivir con una presión acentuada tras caer en la Liga Europa. Por lo que se deshizo sin demasiados apuros de los escasos embates contrarios. Le bastaba con la contundencia en el eje de la zaga, con la brega de Mikel Rico en la medular, con las apariciones de un Aduriz colosal, con las carreras de Williams y con el protagonismo y la única pausa de Muniain en la zona de lanzamiento. De sus botas salió un pase que descascarilló al Espanyol y también a un Pau que, demasiado tembloroso, midió mal y que por poco no aprovechó Aduriz. Jugada similar a la que se dio en el segundo acto, con una asistencia de escuadra y cartabón del travieso 19 y un remate torcido del mismo Aduriz. Esa gloria, la del segundo gol, se la llevó Etxeita, que atacó un córner de Iraola y cruzó la bola hasta que reposó en la red.
Ni siquiera la entrada de Caicedo, que aceleró las pulsaciones del aficionado periquito —entonó entonces esa canción del “¡sí se puede!”— con un disparo que Herrerín desvió al palo, desfiguró al Athletic. Era un partido hecho a su medida, de convulsiones, sin detenimientos ni miramientos, lejos de la pachorra. Y a correr, a fiereza y fricción no se le gana al equipo vasco, que gobernaba los tiempos y hasta el balón, también las ocasiones. Como esas dos de Williams que no embocó en una contra, como esa de San José que se fue desviada. Derramó lágrimas Herrerín en el banquillo tras su lesión, pero se abrazó el Athletic por el triunfo, por una actuación de Aduriz que bien vale una final.
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