Más alto, más largo
La veterana Ruth Beitia y el joven Pablo Torrijos sintetizan el atletismo español en Praga
Hace casi un par de meses, en enero, para romper la monotonía invernal, Pablo Torrijos se marchó una semana a Italia, donde se entrenó, con los ojos bien abiertos, con su ídolo, Fabrizio Donato, y habló mucho, todas las noches, con la mente clara, con su entrenador, Roberto Pericoli. Entrenaron y hablaron de su religión, el triple salto, por supuesto. Hablaron de su historia y tradición, de sus profetas, y Torrijos, de 22 años, se empapó de ellas, de la vida de gente como Robert Zotko, un técnico soviético que para purgar su pecado olímpico de juventud —fue uno de los elementos del sistema que impidió que João Carlos de Oliveira, el gran y desgraciado brasileño, se proclamara campeón en Moscú 80— se convirtió en apóstol errante del triple, enseñando en Italia, al propio Pericoli, y en Portugal. Como si la inspiración italiana le hubiera guiado, unas semanas después de regresar, Torrijos saltó 17,03 metros, más largo que nunca en su vida, más largo que ningún español nunca.
Torrijos puede no ser el mejor en nada pero “tiene el instinto. Eso le hace único”, dice Cid
“Es la segunda marca europea del año [Evora saltó 17,19m] y, ahora, decir que no pensamos en medallas sería mentir”, dice su entrenador, Claudio Veneziano, un siciliano de Siracusa que, errante también, recaló hace años en Castellón, donde ha creado escuela, una escuela de altos vuelos. “Nuestro grupo en Whatsapp es el veneziano's team. Y cuando Pablo saltó 17 metros, todos los demás, Gimeno, Bellido, Docavo, que se recupera lentamente de una operación y está un poco bajo, se alegraron como locos, con mensajes disparatados. Y todos ya están convencidos de que si Pablo ha podido con los 17m, la distancia que ya marca un nivel importante, ellos también lo conseguirán”.
Ramón Cid, explusmarquista español de triple (16,69m hace 35 años) y actual director técnico nacional, habla de todos, de que Docavo es quizás el más fuerte, de que Sergio Solanas (hijo de triplista y de la saltadora de altura Isabel Mozún) tiene un gran margen de progresión, de que Torrijos quizás no sea el mejor en ninguna faceta. “Pero Torrijos”, dice, “es el que tiene el instinto del triplista. Y eso le hace único”.
Cid lo llama instinto, otros pueden hablar de curiosidad o de clase. Torrijos habla de Donato, el veterano saltador italiano al que venera. “Tenía un problema en el bíceps femoral y no sabe si participará en el Europeo de Praga esta semana”, decía Torrijos hace unos días. “Pero es tan ídolo mío que quiero que participe, aunque un salto suyo me saque del podio”.
También habla de su trabajo. Donato se conoce tan bien que se entrena por sensaciones, y sabe por las mañanas, casi al levantarse de la cama, si está a punto o no. Pero Torrijos, tan joven, tiene que trabajar de otra manera. El salto de calidad de Torrijos ha llegado tanto por su inmersión cultural como por su trabajo invernal, con sesiones dobles de entrenamiento, trabajo específico de pesas, carreras en la playa de Castellón para fortalecer los tobillos… “Y eso me ha permitido ganar en velocidad porque he podido alargar la carrera de 16 a 18 pasos y entrar mejor, lanzado, sin miedo al nulo en la tabla y batir mejor", dice Torrijos. “Y 17,03m no es el tope. A Praga voy a disfrutar y a por todas”. Como dice Veneziano, que tanto le quiere: “Pablo estará fantástico. Le ha costado muchísimo llegar a este punto y no se va a dejar llevar por el entusiasmo. Sabrá hacer realidad su margen de mejora”.
No voy con tan buena marca como otras ocasiones. Jugaré a la sorpresa”, dice Beitia
En Praga, en los Europeos en pista cubierta que empiezan el jueves, no estará finalmente Donato, lo que desilusionará a Torrijos, pero quizás pueda encontrar una sustituta en una atleta que con los años se ha convertido en única y en maestra, en una veterana en quien buscar reflejarse, en Ruth Beitia, quien, a los 35 años, casi 36 (el 1 de abril caerán), saltará en Praga en busca de su 12ª medalla en una gran competición. “Tengo un hueco para ella en la vitrina y tengo ganas de conseguirla”, dice la saltadora de altura cántabra, invicta en Europeos al aire libre y en pista cubierta desde julio de 2012, y medallista en todos los indoor desde Madrid 2005.
“Esta vez no voy con tan buena marca como otras ocasiones [1,96m es su mejor salto este invierno: la polaca Kamila Licwinko ha saltado 2,02m], así que jugaré a la sorpresa. Noto el paso del tiempo, tengo que entrenar más volumen que calidad para recargarme, pero cuando estoy en el trabajo estoy deseando irme a entrenar más que nunca, porque lo vivo con más intensidad con mi entrenador desde hace 26 años, Ramón Torralbo. Estoy en una época muy dulce de mi vida…”.
Y seguramente esas palabras, si por la noche, en las charlas de Praga, Beitia se las hace llegar, las absorberá también Torrijos, joven y curioso, un triplista nato.
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