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Nadal se arremanga ante Carreño

El campeón de 14 grandes vence 7-5 y 6-3 y se cita con Cuevas en cuartos

Juan José Mateo
Rafael Nadal, en el torneo de Río.
Rafael Nadal, en el torneo de Río. Felipe Dana (AP)

Para llegar a los cuartos del torneo de Rio, en Brasil, Rafael Nadal tiene que arremangarse, porque Pablo Carreño le enseña los dientes, las garras y las ganas antes de inclinarse por 7-5 y 6-3. El campeón de 14 grandes es hoy una incógnita. Es imposible predecir si al partido acudirá el titán o el simple hombre, si asombrará con golpes imposibles o intentará labrarse la victoria sudando, corriendo y sufriendo. El número tres mundial, que no ha disputado ni 20 encuentros desde Wimbledon 2014, busca sobre arcilla los automatismos que le permitan reencontrarse con las victorias rutinarias y los triunfos sin épica. Ante Carreño compitió desde la consistencia, sin grandes brillos. Si gana su duelo de cuartos, contra el uruguayo Cuevas, entrará en el top-10 histórico de victorias.

El agresor fue Carreño. Como tantos tenistas antes que él, el gijonés llegó al encuento del mallorquín sabiendo que jugar a ritmo era perder, que esperar el fallo del rival era su condena y que no disparar primero era someterse voluntariamente a un tiroteo. Como tantos otros antes que él, esa reflexión, que le inclinó a adoptar riesgos que no toma otras tardes, le llevó a soñar con el triunfo, para luego caer derrotado. Carreño jugó mucho y bien. Fue agresivo. Con su fenomenal coordinación al revés, no sufrió con el drive alto del número tres. Con su convencimiento, se atrevió a robarle el tiempo asaltando la red. Con todo eso, se adelantó con un break en la primera manga y salvó tres bolas de set.

A los 23 años, Carreño es la mejor esperanza de La Armada. No hay ningún español instalado en la elite más joven que él. Tampoco hay ninguno al que guíe un entrenador del prestigio de Javier Duarte, la cara visible del grupo de técnicos que consiguió la primera Copa Davis de España (2000). El sello de Dudu, como se conoce al exseleccionador, se vio en la lectura táctica que hizo Carreño del duelo. El aspirante atacó y atacó, percutió con su revés sobre el drive del favorito e intentó no entrar en peloteos (que los aguantó bien). Si Nadal se impuso fue porque este fue un combate entre un peso pesado y un peso medio. Una pelea entre uno de los mejores tenistas de todos los tiempos y otro que apenas despierta en el profesionalismo. Carreño se distingue por la solidez, no por la brillantez. En lo que lleva de carrera, se le han atragantado los finales apretados. Esa barrera, la de mandar en los puntos decisivos, es la que le obliga a competir ahora como número 55, cuando su raqueta probablemente merecería un ránking más alto. Cuando las bolas quemaban los cordajes, prevaleció el número tres mundial.

El mallorquín se enfrentará ahora a Pablo Cuevas. Sabe lo que significa eso. Durante el Abierto de Australia, Nadal se entrenó con el uruguayo cuando buscó un salto de calidad, tanto ritmo tiene el número 23 y tan fuerte le pega. Cuevas, coronado la semana pasada en Sao Paulo, no es una perita en dulce. Al contrario. Con su revés a una mano revienta la pelota, compite bien y es un peligro sobre tierra. Tras dos encuentros en la arcilla brasileña, y arrastrando todavía las dudas de un 2014 lleno de nubarrones, Nadal afronta un examen. Por otra parte, David Ferrer se medirá al argentino Juan Mónaco por un puesto en semifinales

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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