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Muguruza pide paso

La número 24 gana 6-7, 6-3 y 6-3 a Suárez, la número 13, y jugará por la final con Pliskova

Juan José Mateo
Muguruza golpea un drive.
Muguruza golpea un drive. KARIM SAHIB (AFP)

Tras 2h 19m de partido, Garbiñe Muguruza eliminó a Carla Suárez y se clasificó 6-7, 6-3 y 6-3 para las semifinales del torneo de Dubái, donde le espera la checa Pliskova (1-0 en el cara a cara para la española). La número 24, de 21 años, consiguió remontar frente a la número 13, de 26, un encuentro lleno de aristas, tan competido como con lagunas en el juego. Hubo un total de once breaks, cinco solo en la manga decisiva. Sumaron más de 60 errores no forzados. Se jugó con tanta pasión como tensión, sin pausa, al límite. Fue el primer encuentro entre las dos amigas, que luego se marcharon a jugar juntas un dobles, y el tributo fue grande: Muguruza llega a las semifinales tras un desgaste físico y emocional mayúsculo.

Carla Suárez, durante el encuentro.
Carla Suárez, durante el encuentro.Francois Nel (Getty Images)

El partido exigió hasta el límite a las dos contrarias. Las dos rivales se exprimieron física, mental y técnicamente. La canaria fue quien pagó antes el esfuerzo. Conquistada la primera manga tras pasar tremendas penurias (debió superar tres bolas de set en contra), la número 13 mundial no tuvo fuerzas para hacer lo que tocaba: plantear un inicio de segundo set a cara de perro; acelerar y mandarle a Muguruza el mensaje de que como mínimo tendría que llegar hasta a otro desempate para nivelar el encuentro. Bien al contrario, la canaria se desconectó (“Estoy cansada”, le había advertido a Marc Casabó, su técnico), cedió break de entrada y se vio dominada por el juego de la hispanovenezolana.

La número 24 penó cuando le tocó golpear en carrera, movida de sus posiciones de confort por los ángulos abiertos por su contraria. Con los pies bien plantados sobre el cemento, el guion del pulso lo escribieron sus cañonazos. Sus aciertos y sus errores marcaron el encuentro mucho más que la inteligencia táctica de su contraria. Suárez intentó abrochar los peloteos con la derecha, metiéndole nervio a la mano y revoluciones a la pelota. Muguruza atacó con el revés y, de nuevo, se enredó en la media pista, donde se le atragantó cada volea. Si hay un defecto evidente en su juego, es ese: incluso subiendo con todo a favor, tiembla.

Del cruce de las virtudes y los defectos de las dos cuartofinalistas, que nunca se habían enfrentado, resultó un encuentro indomable, en el que ninguna consiguió coger el timón el suficiente tiempo como para marcar el curso del duelo. Así, Muguruza tuvo las primeras bolas de break, y sin embargo en seguida se vio 1-4 abajo. De la misma forma, Suárez vio cómo desaparecía esa ventaja y tenía que enfrentarse a tres bolas de set en contra. Pasada la tregua de la segunda manga, las escaramuzas volvieron en la tercera, y con ellas los vaivenes. Muguruza se puso 3-1 por delante. Suárez recuperó inmediatamente la rotura (3-2). Rompió inmediatamente en blanco (4-2) la número 24, y con la misma velocidad celebró la número 13 que le había dado caza (4-3), para lamentar un break de nuevo (5-3). La locura.

Muguruza jugará las semifinales: pese a las sombras de su capacidad resolutiva en la red y de sus dobles faltas (siete), su caudal de juego le permite soñar con ganar a cualquiera. A Suárez, que el domingo no se había presentado a la final de Amberes por una tortícolis, le falta todavía fe en su resistencia física para exprimir al ciento por ciento su bello tenis, rebosante de inteligencia estratégica para rematar con el drive lo que construye con el revés. La canaria se marcha de Dubái más cerca del top-10. Por el título, sin embargo, sigue luchando Muguruza.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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