El ogro enseña los colmillos
Tras un par de tropiezos, el Bayern firma la mayor goleada (8-0) en la era Guardiola
La imagen fue de lo más simbólica. Müller, ese goleador de juego desgarbado y aspecto desaliñado, rotó tres veces sobre su propio cuerpo, con los brazos expandidos en forma de avión, para celebrar el tanto con furia. Cualquiera diría que se trataba de un tanto definitivo, la expresión incontenible de una consecución casi utópica, pero no era así, ni mucho menos. Era el quinto que le endosaba el Bayern al Hamburgo, afligido frente al castigo del ogro muniqués, que finalmente rubricaría un marcador histórico: 8-0. Desde 1984, cuando vapuleó al Kickers Offenbach (9-0), no rubricaba tal escarnio; desde que el Bayer Leverkusen aplastase al SSV Ulm 1846, al que le infligió un 1-9 en 2000, la Bundesliga no reflejaba un electrónico tan rotundo.
El equipo bávaro no lograba una goleada tan abultada desde 1984. Entonces, 9-0 al Kickers Offenbach
Avaricioso y voraz como es, el Bayern andaba mosca desde que poco antes de que se interrumpiese el campeonato por el parón invernal, a finales de diciembre, el Wolfsburgo le sacase los colores y cometiera la osadía de vencerle por 4-1; toda una afrenta para el gigante bávaro, cuya supremacía en Alemania es casi tan incontestable como el lema que exhiben sus jugadores en la camiseta: Mia San Mia. Traducido del dialecto bávaro, algo así como: “Nosotros Somos Nosotros”. Un mensaje que describe, a ojos de muchos de sus rivales, a una institución y una dinastía de jugadores soberbia, en la que una celebración tan efusiva como la de Müller, ante un oponente ya entregado y agonizante, no chirría.
“Estoy contento porque recuperamos nuestro estilo. Nuestro juego ha vuelto”, celebró el técnico Pep Guardiola, que durante el mes de enero se llevó a sus hombres bajo el sol de Qatar para pulir defectos y perfeccionar el engranaje. Al regreso, sin embargo, su equipo volvió a tropezar. Fue ante el Schalke, en Múnich (1-1). Aquella noche, el Bayern volvió a ser un conjunto deslavazado y trabado. El preparador, que vive el fútbol tan a flor de piel, abrazó al cuarto árbitro en el instante en el que sus chicos lograron el empate, fruto de la tensión. “Pido disculpas, me he equivocado”, alegó.
Después de cantar el alirón en un tiempo récord y de alzar otros tres cetros —la Copa alemana, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes— en su primer año al frente del Bayern, el técnico tiene en este curso la necesidad imperiosa de coronar a la entidad en Europa, de donde fue expulsada a porrazos el año pasado por el Real Madrid, en las semifinales.
El destino, no obstante, no ha querido ponérselo fácil. Pese a contar con una plantilla extraordinaria y de tener un fondo de armario tan bueno que le permite traspasar a un fenómeno en ciernes como Shaqiri (Inter de Milán) en el mercado de invierno, el Bayern ha sufrido esta temporada una plaga de lesiones que ha mermado su juego y ha obligado a readaptar su sistema. Hasta 10 futbolistas han visitado la enfermería. Entre ellos, dos tan importantes y cerebrales como Thiago, al que una mala gestión médica le obligó a volver a pasar por el quirófano, y Lahm, la gran apuesta del entrenador español.
Hemos recuperado nuestro estilo. Nuestro juego ha vuelto” Guardiola, técnico del Bayern
Apeado el capitán por una lesión en el tobillo derecho, desde el año pasado ubicado en la sala de máquinas en lugar del lateral, el Bayern tuvo problemas en la creación y el desarrollo de su juego. Y eso que Xabi Alonso, adaptado a las mil maravillas, ha ejercido como motor. Pese al déficit, el Bayern ha sabido reponerse a base de fogonazos y la pegada de una nómina de atacantes que esta campaña ya desnudó al Werder Bremen (6-0) y al Roma (1-7) en la Champions. Es precisamente ese aroma europeo y la visión de esa cota continental que tanto seducen a su técnico, el mejor acicate para un equipo que en el momento oportuno, justo antes del pulso de mañana frente al Shakhtar, en los octavos, ha recuperado todo su poder intimidatorio y ha enseñado los colmillos. Todo un aviso.
Un temor que ya no imprime el Borussia Dortmund, al que también le sientan como nada los alisios europeos. En el torneo doméstico, sin embargo, el cuadro dirigido por Jürgen Klopp continúa con su juego de equilibrismo. Sus últimos triunfos frente al Friburgo (0-3) y el Mainz (4-2) le han dado aire y le han permitido escapar de la zona de descenso, pero las llamas siguen acariciando sus cuartos traseros. La renovación de su estrella, Marco Reus, y el envite contra la Juventus, pueden ser dos buenos estímulos para el único equipo que ha sido capaz de rebatir al ogro muniqués en Alemania en los últimos años.
VÍDEO: La histórica goleada (8-0) del Bayern al Hamburgo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.