La complicada alquimia del Deportivo
Víctor Fernández matiza su idea, supera los ultimátums y los reproches para armar un equipo que crece tras superar tiempos duros
Le llamaron para superar la crisis abierta tras el despido de Fernando Vázquez a una semana de iniciar la pretemporada y le dejaron un mensaje claro: “Queremos que seas Víctor Fernández”. Ser Víctor Fernández es marchar, como le gusta decir al presidente del Deportivo, al ataque. Es bajar la pelota al piso y promover un fútbol festivo, recuerdos de Nayim, aromas de Mostovoi. “Quiero que seamos felices, tanto los aficionados como yo, quiero un fútbol que me emocione”, advirtió el entrenador antes de que la pelota empezase a rodar. Cuando lo hizo se encontró que había iniciado la Liga con apenas dos centrales en la plantilla y sin un delantero de referencia, con que el último día del mercado, tras sumar un punto en dos jornadas y sobre la bocina, la directiva cerró la incorporación de cuatro futbolistas para confeccionar un plantel para el que disponía de un tope salarial de 15,3 millones de euros, bastante menos de lo que se embolsa de ficha neta Cristiano Ronaldo. Sólo Córdoba, Eibar, Elche y Almería operan con menos recursos que el Deportivo.
La deuda y el plan de pagos a acreedores que ya se ha comenzado a aplicar constriñe al club, pero la exigencia no entiende de estrecheces. Y en A Coruña ha subido varios puntos respecto a lo habitual después de que los dos últimos descensos se sucedieran, excepto en momentos muy puntuales, en un ambiente de entrega y apoyo a los futbolistas e incluso al técnico, en el caso de Fernando Vázquez. Así, pese a haber estado en 22 jornadas apenas 4 en puestos de descenso, Víctor Fernández y algunos de sus futbolistas han sido severamente censurados por la grada de Riazor. El 2-8 contra el Real Madrid en la cuarta jornada del campeonato marcó un punto de insatisfacción que cercenó la confianza hacia el técnico desde un amplio sector de la grada en el que ya no caló de inicio, germinó la idea de que el equipo era blando y no competía ante los grandes, azuzada además por nefastas actuaciones como en las salidas ante Sevilla, Atlético o Villarreal. Florecieron por el camino los ultimatums al entrenador, que superó tres para finalmente afianzarse: el Deportivo llega esta jornada al Bernabéu undécimo en la tabla y cinco puntos sobre el descenso. “Han cambiado muchas cosas en una vuelta –valora el lateral Luisinho- porque el equipo al inicio del campeonato apenas se conocía, ahora estamos más ensamblados”. “Ocurrieron una serie de circunstancias –resume Fernández- porque durante los siete u ocho primeros partidos siempre tenía fijados dos cambios de inicio debido a la condición física de los jugadores. Esa crisis la hemos superado. A nivel físico y de adaptación el Deportivo de ahora no tiene nada que ver con el que goleó el Madrid en Riazor. Además más de la mitad del equipo titular es diferente a aquel”.
El 2-8 contra el Real Madrid en la cuarta jornada del campeonato marcó un punto de insatisfacción
El proceso se completa con los cambios operados en la dirección técnica. Quizás quiso ser tan Victor Fernández como le suponían quienes le reclutaron, pero visto el escenario en el que se movía el técnico aragonés mudó algunas ideas sobre la marcha. “Todo el respeto a quien alinea dos pivotes defensivos, pero se puede jugar incluso sin ellos”, explicó en verano. Y así comenzó la Liga. Juan Domínguez jugó el primer partido justo por delante de la zaga, pero en el tercero fue mediapunta. Hasta ocho parejas de mediocentros ha probado el entrenador, que encontró un pilar en Álex Bergantiños, un futbolista de marcada querencia defensiva, y el recién llegado Celso Borges. Se pasó así, del “buen pie” en la zona de creación a un discurso diferente, el de “estar muy juntos”. “Es el secreto para quedarmos en Primera”, apostilla Luisinho. Y a partir de esa premisa solidaria el técnico se entrega a la puesta a punto y las pinceladas de los que denomina “jugadores diferentes”. Uno de ellos, Lucas Pérez, es el máximo goleador del equipo tras jugar apenas 300 minutos en lo que va de campeonato. Y aún espera por Luis Fariña, que va y viene prisionero de los percances.
Ese es el sino de este Deportivo de billetera tiesa, pero que quiere ganarse pátina de cumplidor en los despachos y sobre el césped: apostar en el límite de la fragilidad. El perfil de sus incorporaciones parte de dos variables: o sale de una prolongada lesión, por lo general de rodilla, o busca minutos tras prolongadas suplencias. A partir de ese conjunto se conforma una alquimia que además se ha encontrado en medio del desencuentro escenificado entre la directiva y los Riazor Blues después de que el presidente Tino Fernández les denominase “marca maldita” tras la multitudinaria pelea que costó la vida a Francisco José Romero Taboada, Jimmy, en el río Manzanares. Entre pitos, lesiones, exigencias y reproches un grupo conformado mayoritariamente por temporeros (entre el nutrido grupo de mediapuntas, extremos y delanteros sólo uno, el suplente Toché, tiene contrato asegurado más allá de junio) y un técnico en permanente sospecha, atinan a edificar algo que ya hace semanas que empieza a parecer un equipo.
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