Cristiano, Costa y la noche española
“Si la música es el alimento del amor, que siga sonando”. William Shakespeare.
Los ingleses tienen un cierto complejo respecto al fútbol español. Por más que adoren el deporte que inventaron, saben en el fondo que en España se juega mejor. El Chelsea o el Liverpool o el Manchester United no son sus referencias. Lo son el Barça o el Real Madrid.
El fin de semana pasado, cuando el Bradford City de la tercera división derrotó al Chelsea 2-4 en la FA Cup, el eufórico entrenador del Bradford declaró: “¡Es como si hubiésemos ganado al Barcelona!”
Unos días después apareció en Inglatera un novedoso argumento científico para explicar lo malos que son sus equipos en competición europea comparados con los españoles. Uno pensaba que tenía que ver con que la organización del fútbol juvenil es infinitamente superior en España, o quizá con que jugar bajo el sol incentiva más la posesión del balón que hacerlo bajo la lluvia en campos que parecen pantanos.
Pero no. La explicación es otra. Los españoles juegan mejor al fútbol porque se van a la cama más tarde que los ingleses.
Según un estudio de la Universidad de Birmingham sobre el impacto del reloj biológico en los deportistas, el nivel de cada uno varía dependiendo de la hora del día en la que compiten. Los que madrugan están en óptimas condiciones a mediodía; los que se acuestan tarde lo están al anochecer. El científico que lideró la investigación, el Dr Roland Brandstaetter, dijo a la BBC que la importancia de sus conclusiones radicaba en que una diferencia del 1% en el rendimiento de un atleta significaba la diferencia entre ganar oro o quedar cuarto en una carrera olímpica.
Según un estudio, los españoles juegan mejor al fútbol porque se van a la cama más tarde que los futbolistas ingleses
En cuanto al fútbol, el Dr Brandstaetter explicó que el factor body clock había determinado las dificultades de los equipos ingleses en la Champions League, donde los partidos siempre se juegan de noche, mientras que todo indicaba que la tendencia cultural española a trasnochar le daba a los equipos españoles una importante ventaja.
O sea, los técnicos españoles que se preocupan o los aficionados españoles que se indignan cuando descubren que los jugadores de sus equipos salen de juerga hasta la madrugada se equivocan. Más bien deberían alentarlos a imitar el modelo Ronaldinho y, si fuera posible, considerar la posibilidad de dejarles dormir hasta las doce del día, abandonando de una vez y por todas la salvaje costumbre de los entrenamientos matutinos.
Otro desventaja que tiene los ingleses frente a los españoles es su anticuada y poco práctica obsesión con el concepto del fair play. Diego Costa, el jugador del Chelsea, pisó a un jugador del Liverpool durante un partido disputado el martes. El árbitro no lo vio pero las cámaras de televisión sí. Un tribunal de la Football Association estudió las imágenes de video y llegó a la conclusión de que la acción de Costa había sido deliberada. El viernes le castigaron con una suspensión de tres partidos.
En estos temas las autoridades españolas adoptan actitudes más iluminadas. El sábado pasado Cristiano le dio una patada a un jugador rival que el árbitro sí vio. No hubo ningún elemento de duda, como en el caso de Costa, y recibió una tarjeta roja. Pero la federación española tuvo la sagacidad de comprender que suspenderle tres partidos —o incluso más, como algunos pedían— significaría que el máximo goleador de la temporada se perdería un partido importantísimo contra el Atlético. El Comité de Competición decidió que lo indicado sería dos partidos.
La ley es una cosa, pero otra, claramente más importante, es que los grandes equipos españoles estén en condiciones de rendir a su máximo nivel y así mantener, entre otras cosas, la brecha con el triste fútbol inglés, donde ni siquiera compensan sus penas dándose el saludable gusto de salir de pachanga hasta la hora que les salga de las pelotas.
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