El Espanyol escapa ileso de Nervión
Un gol de Diogo fue insuficiente para un Sevilla sin ideas ante el buen orden de los catalanes, que se enfrentarán en semifinales al Athletic Club
Nunca pudo el Sevilla, ciego de fútbol, excesivamente hormonado. Jugó de mentira, sin recursos, agobiado y tenso. Jamás dio la sensación de remontar. El Espanyol tuvo aplomo y defendió con exquisito orden. Asentado en el extraordinario trabajo de sus centrales y de centrocampistas como Cañas y Víctor Sánchez. O el aplomo de Duarte y la calidad de Lucas. El conjunto catalán se ganó a pulso su pase a las semifinales. Disfruta en la Copa como pocos y ha encontrado en esta preciosa competición un magnífico botín. Solo sufrió en el tramo final, cuando Diogo, en el minuto 88, anotó un golazo por la escuadra. Poca cosa para un buen Espanyol, que siempre supo lo que hacer y fue mejor en el cómputo global de la eliminatoria.
No tenía otra opción Emery, castigado por su insolencia en la ida, donde menospreció a la competición y minusvaloró a un buen equipo como el Espanyol. El 3-1 le obligaba a tomar decisiones y a dar un golpe sobre la mesa. Por eso salió con todo, agarrándose a las posibilidades de una buena plantilla. Formó con dos delanteros, Gameiro y Bacca, y su potencial atacante se desplegó con la inclusión de Denis Suárez y Deulofeu. Juventud, velocidad y gol para intentar apabullar a un Espanyol que no varió su planteamiento, inmerso en una magnífica racha.
SEVILLA, 1-ESPANYOL, 0
Sevilla: Beto; Coke (Diogo, m. 46), Pareja (Banega, m. 46), Kolo, Fernando Navarro (Aleix Vidal, m. 67); Deulofeu, Carriço, Iborra, Denis; Gameiro y Bacca. No utilizados: Rico; Arribas, Vitolo y Aspas.
Espanyol: Pau; Arbilla, Álvaro, Héctor Moreno, Duarte; Víctor Sánchez, Cañas; Víctor Álvarez (Colotto, m. 71), Sergio García, Lucas; y Caicedo (Stuani, m. 62). No utilizados: Casilla; Javi López, Salva Sevilla, Abraham y Montañés.
Gol: 1-0. M. 88. Diogo, de gran disparo con la derecha.
Árbitro: Martínez Munuera. Amonestó a Arbilla, Bacca, Pareja, Álvaro, Carriço y Víctor Álvarez.
Ramón Sánchez Pizjuán. Lleno. 45.500 espectadores.
Todo fue emotivo en la noche sevillana. Desde la arriesgada apuesta de Emery hasta el ambiente bestial en el que se jugó el partido. Nervión lleno y una afición que se volcó desde varias horas antes del inicio del encuentro con su equipo. La Copa en estado puro, apelando a su espíritu. A veces, la mística que nace en el Sánchez Pizjuán es el germen de grandes remontadas, como las que condujeron al Sevilla al título en la pasada Copa de la UEFA.
Superado el impresionante ambiente inicial, con Nervión a tope, el que mejor encaró el encuentro fue el Espanyol. Con un disparo a la escuadra de Arbilla en una falta a los dos minutos y con una actitud ejemplar para llevar el encuentro a su terreno. El Sevilla, todo pasión, fue un disparate. Quería marcar el segundo gol sin hacer el primero, intentando el tanto en imposibles balones largos a sus delanteros. Un ejercicio de impotencia, con una escasez de ideas que no se merece un aspirante a la Liga de Campeones. Iborra y Carriço fueron dos futbolistas sin fútbol.
El Espanyol se movió incluso con suficiencia. Solo pasó apuros en una internada de Gameiro que Bacca remató fuera. Mientras el Espanyol respiraba, el Sevilla era un puro agobio. Con niños, como Deulofeu y Denis, en un partido para hombres. El cero a cero no se movía y exigía una revolución en los andaluces, huérfanos de ideas, echando de menos a Reyes. Salió Banega, que lo intentó. Hubo 10 minutos de presión y un gol postrero. Demasiado postrero aunque muy bonito. El Espanyol pudo ser feliz porque llegó al final como encaró todo el partido. Sin inmutarse, contento por gozar de unas espléndidas semifinales ante el Athletic. El Sevilla vivió una noche de frustración porque se dejó mucho en la ida, donde cometió el pecado de la soberbia. Jamás tuvo argumentos y siempre eligió mal.
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