Empate insípido en San Mamés
Athletic y Málaga vuelve a igualarse en un partido sin demasiados argumentos positivos
Si el roce hace el cariño, Athletic y Málaga están condenados a enamorarse. En agosto arrancaron la Liga en un partido turbio de esos que solo un árbitro como Mateu Lahoz sabe contaminar robándole la gloria a Iraizoz que marcó un gol de cabeza anulado por un fuera de juego inexistente, cegando un penalti a Aduriz y expulsando a dos malaguistas. Pero se dice que las grandes historias de amor comienzan con primeras citas intempestivas. El destino ha querido que se cruzaran en la Copa del Rey y que vuelvan a rozarse tres veces en una semana. Eso ya es algo más que una cita.
Athletic, 1 - Málaga, 1
Athletic: Iraizoz; Iraola (Unai López, m. 65), Etxeita, Laporte, Balenziaga; San José, Mikel Rico (Beñat, m. 84); Susaeta, De Marcos, Ibai Gómez (Viguera, m. 65); y Aduriz. No utilizados: Herrerín, Beñat, Iturraspe, Gurpegui y Williams.
Málaga: Kameni; M. Torres, Angeleri, Welligton, Antunes; Camacho, Darder; Horta (Duda, m. 87), Luis Alberto (Amrabat, m. 72), Castillejo (Juanmi, m. 61) ; y Javi Guerra. No utilizados: Ochoa, Tissone, Rosales y Filipenko.
Goles: 1-0. M. 70. San José.
Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Camacho
Unos 46.000 espectadores en San Mamés.
El pasado miércoles, hablaron poco, apenas monosílabos. De haber pitado el partido un árbitro de balonmano se hubiera hartado a señalar pasividad. De tanto roce, hoy en San Mamés, ya en la Liga, tampoco hubo palabras altisonantes. Un error clásico del Athletic en la cesión al portero propició un arañazo de Samu Castillejo que Iraizoz repelió con la pierna. El Athletic respondió con tres caricias, todas de Mikel Rico, que hacía las veces de centrocampista y mediapunta ante la desorientación de De Marcos, que de tanto ser comodín ya no sabe qué lugar ocupa en la baraja. El truco no se ha gastado; se ha gastado él de tanta voltereta. Rico cabeceó y respondió Kameni, Rico se fue por el costado y nadie respondió, y Rico peinó (es un decir) un saque de esquina y el balón acabó en el poste tras tocar en Samu Castillejo.
O sea, aparentemente había conversación pero en realidad eran dos tímidos alrededor de un rectángulo. El Málaga, cómodo en la clasificación, actuaba con el conservadurismo de los felices, de los satisfechos. Iraizoz era para el Málaga un desconocido y Javi Guerra, su delantero centro, un ignorado compañero. Nada exigido por el Athletic, le bastaba con coserse en el centro del campo para que a sus defensas le llegaran los centrales heridos o trastabillados.
En la segunda mitad dio un pequeño paso al frente. Los Camacho y Darder, los medios centros decidieron pisar la hierba de la parte del campo que correspondía al Athletic. El Málaga rehacía su figura, pero se le rompían las costuras. Un jirón lo aprovechó Susaeta para parecerse a sí mismo y convertir un eslalon en un disparo final que rechazó Kameni. La conversación ni era fluida ni era profunda. En caso como ese al Athletic le queda el recurso de la metáfora, es decir, apelar a un central reconvertido en centrocampista y convertido en goleador en las jugadas a balón parado. San José, cuando Aduriz está tieso, es el carpintero del área y cazó un saque de esquina para cabecear a la red como acostumbra.
Pero cuando el Athletic vuelve al discurso ortodoxo se trabuca con facilidad. Ayer le tocó a Laporte, desafortunado toda la tarde comerse un caño de Horta que asistió a sus dos compañeros en el segundo palo. No llegó Juanmi, pero había otro y Javi Guerra acertó. Era imposible fallar con el balón casi en la raya de gol. La entrega del Athletic fue absoluta, tanta como la calma del Málaga, que heló sus nervios antes y después de encajar el gol. Pero el desorden preside al Athletic y lo pagó con creces. Su tercera cita con el Málaga fue más fría que la primera e idéntica a la segunda. Queda la cuarta. No hay cuarto malo, dicen en los toros. ¿O sí?
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