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El Espanyol se declara a la Copa

El equipo blanquiazul entra en éxtasis y descomponen a un Sevilla que se agarra al gol postrero de Bacca

Jordi Quixano
Sergio García y sus compañeros festejan en segundo gol.
Sergio García y sus compañeros festejan en segundo gol.Toni Albir (EFE)

Cualquier balón le vale porque lo acomoda con su generoso pecho, con sus cuádriceps herculinos o con sus pies que bien parecen mazos. Felipe Caicedo es el rey Midas del Espanyol, el delantero que todo lo que toca lo convierte en oro. Ya descabalgó al Valencia de la Copa con dos goles y descosió al Celta en la Liga con otra red sobre la bocina. Y anoche repitió gesta con otro tanto de aúpa. Fue el principio del fin del Sevilla, que gobernó el esférico pero se quedó huérfano de ideas e ingenio ante la abrigada zaga rival, y que acabó por descomponerse ante el penalti materializado de Sergio García y la definición de Lucas Vázquez tan sólo maquillada por el tanto final de Bacca. La fiesta fue, en cualquier caso, del equipo blanquiazul, que se le declaró de la mejor de las maneras a la Copa.

ESPANYOL, 3 – SEVILLA, 1

Espanyol: Pau; Arbilla, Colotto, Álvaro, Duarte; Montañés (Lucas Vázquez, m. 67), Cañas (Salva Sevilla, m. 78), Víctor Sánchez, Víctor Álvarez; Sergio García y Caicedo (Stuani, m. 61). No utilizados: Casilla; Mattioni, Moreno y Álex.

Sevilla: Rico; Coke, Pareja, Arribas, Navarro; Iborra, Vitolo (Deulofeu, m. 62); Vidal, Reyes (Bacca, m. 46), Denis Suárez; y Gameiro (Aspas, m. 77). No utilizados: Barbosa; Krychowiak, Figueiras y Carriço.

Goles: 1-0. M. 18. Caicedo. 2-0. M. 74. Sergio García, de penalti. 3-0. M. 81. Lucas Vázquez. 3-1. M. 91. Bacca.

Árbtiro: Gil Manzano. Amonestó a Montañés, Caicedo, Arbilla, Álvaro, Arribas, Pareja, Víctor Sánchez y Sergio García.

Power8 Stadium. 14.838 espectadores.

En combustión permanente en la Liga —ha realizado la primera mejor vuelta de su historia—, el Sevilla se siente y es poderoso, cómodo con el esférico en las botas, con la pausa y la agitación a su antojo. Pero contra el Espanyol palideció al perder el duelo desde el autobús, cuando la afición blanquiazul —no eran abundante por el horario, pero nadie dejó de castigarse la garganta— envolvió el ambiente de bufandas, cánticos, bengalas y una ilusión contagiosa, acostumbrada a pelear por alegrías menores y convencida como está de que su equipo es copero, con cuatro trofeos en sus vitrinas. Tenía el hincha del Espanyol, además, una cuita pendiente con el Sevilla; no olvida que en 2007 y en Glasgow le arrebató de las manos la UEFA.

Poco le importaba eso al equipo de Emery, que planteó un duelo atractivo por su propuesta con las rotaciones y mezclas de Reyes, Vitolo y Denis Suárez; pero soso porque el contrincante se lo negó en un ejercicio fenomenal de ayudas y coberturas. Ocurre que el Espanyol disfruta del ejercicio defensivo porque se siente fuerte, porque sabe que cuando no le hieren puede lanzar sus hordas a la contra. Y lo hace sin reparos porque tiene la virtud de acabar las jugadas —bien o mal—, porque evita las paredes y los pases cortos, sino que se expresa con asistencias profundas y remates de fácil gatillo. Le va de fábula porque nunca le pillan en falso. O casi porque el Sevilla le sisó el cuero en una de esas y Duarte, en su carrera y desespero, casi se la mete en propia puerta. Era a centro de Gameiro, delantero lagartija que se cuela por las rendijas, pero que ni de lejos ofrece el desmarque y remate de Bacca, que salió tras el entreacto y con su gol logró que el Sevilla no se hipotecara por completo en la eliminatoria.

Pero la algarabía y el éxtasis eran del Espanyol, que soportó el larguero de Denis Suárez —futbolista ya con cuajo— para abalanzarse en unas contras envenenadas. Como esa que catapultó Cañas, que prolongó Sergio García y que sólo Sergio Rico desbarató tras el chut de Víctor Álvarez. No pudo hacer lo mismo, sin embargo, en la de Lucas Vázquez, que cruzó con tino el balón. Y entre medio llegó la mano de Arribas y el tanto de penalti de Sergio García. Toda una catarsis que degusta el Espanyol con deleite, al menos hasta que juegue la vuelta en el Pizjuán. Bien lo tiene merecido.

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