El día que Marcial limpió las telarañas
Era un jugador formidable, de apariencia fría pero de amplia presencia, buen salto y visión
Fue el domingo 3 de diciembre de 1978, en el Camp Nou. Marcial Pina, ex jugador del Barça, hizo una curiosa proeza: marcó dos golpes francos directos en el mismo partido, cada uno con un pie. El primero, en el primer tiempo, con el izquierdo. El segundo, en el segundo tiempo, con el derecho. Dos balones perfectamente tocados, a la misma escuadra, donde duermen las arañas. Lo sufrió Artola, el buen portero donostiarra del Barça.
Marcial era un jugador de medio campo de calidad exquisita y planta inmejorable. Alto, rubio, de gran zancada, manejaba el balón con los dos pies. Había nacido en Asturias, donde estuvo destinado su padre como Guardia Civil, pero desde los dos años ya estaba en Elche, donde emergió como jugador de cantera entre una cosecha formidable, que incluía a los Asensi, Lico, Canós o Ballester, todos internacionales. Bernabéu lo quiso para el Madrid, llegó a un acuerdo por ocho millones con el Elche. Pero a última hora se cruzó el Espanyol, que en esos años presidía Vilá Reyes, un audaz empresario que acabaría mal, encarcelado por el caso Matesa, uno de los grandes escándalos del franquismo. Pero entonces aún estaba en buenos días y el Espanyol pudo pagar más que el propio Madrid por Marcial: diez millones. Con él, Vila Reyes compuso una célebre delantera, llamada Los Delfines: Amas, Marcial, Re, Rodilla y José María.
Era un jugador formidable, de apariencia fría por su trote con la cabeza alta, pero de amplia presencia, buen salto, gran visión de juego y desplazamiento largo de balón. Y ambidextro como no he visto casi ninguno. Regateaba igual por los dos perfiles:
—Bueno, de niño yo era diestro. Y soy diestro. Si tiraba un penalti lo tiraba con la derecha. Pero me esforcé y cada vez tuve más facilidad con la izquierda, sobre todo para regatear.
Pasó allí tres temporadas. Con el caso Matesa, el Espanyol tuvo que desprenderse de él y se fue al Barça por 20 millones. Allí pasaría ocho temporadas. Allí le pillaría la llegada de Cruyff, de modo que formaría parte del equipo del célebre 0-5 en el Bernabéu, aquella temporada en la que el Barça recuperaría el título después de 14 años.
Pero no siempre le fue bien. Le colocaban de extremo, que no le gustaba. Llegó a sospechar que al clan holandés Michels-Cruyff-Neeskens, no le iba su fútbol. La aventura acabó mal cuando tras una derrota del Barça en Burgos en la 76-77, (el célebre día que el presidente del Burgos saltó al campo, según él para proteger al árbitro, según el árbitro para agredirle) se vería comprometido en un caso sonadísimo. Tras el partido de Burgos, que terminó con un penalti fallado por Cruyff (de ahí el enfado del presidente local), el Barça viajó a Madrid a dormir. Michels iba con un humor de mil demonios. Al Barça se le iba la Liga. Por la noche, varios jugadores salieron. En la prensa aparecieron fotos: Rexach, Neeskens, Marcial... Bárbara Rey, la española más sexy de la época, aparecía hablando con Rexach.
En su vuelta al Camp Nou, Marcial Pina marcó dos golpes francos directos, cada uno con un pie
Se armó la gorda. Michels anunció que se cargaría a los tres, pero Neeskens era "de los suyos" y Rexach era a su vez todo un símbolo del Barça en esos años ya de la Transición. Todas las culpas se las llevó Marcial. Fue él el único al que dieron la baja. Luis, entusiasmado, lo reclamó para el Atlético.
La temporada 77-78 le pilló de baja el partido del Camp Nou. Pero en la siguiente, acudió. El público del Camp Nou le recibió mal. En el tiempo que había pasado había hecho algunas declaraciones explicando sus recelos por cómo había sido tratado en el club. Así que desde que empezó el partido, cada vez que tocaba el balón tenía que escuchar pitos.
Fue un buen partido, que tuve la suerte de presenciar en directo. Ya no estaba Cruyff, pero sí Neeskens. Krankl, austriaco, era la nueva figura internacional del Barça. Jugó muy bien el Barça, pero se estrelló en Navarro, excelente portero al que una lesión mal tratada apartó demasiado pronto del fútbol.
En el minuto 13, hay un golpe franco contra el Barcelona. Marcial se prepara para tirarlo, pero Ayala se adelanta, porque ve la barrera mal armada, tira por abajo y marca. 0-1. Sólo han pasado dos minutos y otros dos ataques del Barça cuando hay una nueva falta cerca del área culé, una zancadilla de Zuviría a Guzmán, a unos seis metros de la frontal, en la zona del interior derecho. Se perfila Marcial para pegarle con la izquierda. Esta vez, sin nadie que se le cuele, suelta un tiro limpio que se cuela por la escuadra, sin que Artola llegue a pesar de su gran vuelo. 0-2.
El partido llega así al descanso. En el arranque del segundo, parece arreglarse para el Barça. En el minuto 46, Krankl hace el 1-2 de penalti. En el 48, Urízar, el árbitro, expulsa al atlético Guzmán, por doble amarilla. El partido es bonito, emocionante y accidentado. El Barça aprieta, Navarro para mucho. En eso, en el 52', penalti a favor del Atlético en un contraataque que transforma Rubén Cano: 1-3.
Y en el 55', Marcial completa su proeza. Ahora es un derribo de Olmo a Leal, cerca de la esquina derecha del área del Barça. Ahí va Marcial. Ahora, claro, se perfila como diestro. Le pega perfecto, de nuevo a la escuadra. Artola, en su vuelo, se parte la boca con el poste y tiene que ser atendido. Es el 1-4. El Barça marcará en el minuto 66, por medio de Tente Sánchez, el 2-4. Así acabará. Un partido loco, precioso, con una perla: esos dos tiros libres de Marcial, uno con cada pie.
Artola, curioso, recuerda muchas cosas del partido, incluido el resultado. Y los goles de falta. Pero no tenía registrado que uno llegara con cada pie. Artola forma parte de la larga cadena de porteros que durante 15 años traspasó la Real, que los fabricaba como churros: Araquistain (Real Madrid), Goicoechea (Málaga), Zubiarrain (Atlético), Esnaola (Betis), Urruti (Espanyol) y él mismo, al Barça. La racha paró en Arconada. Tan buenos porteros fabricó la Real por aquellos años que a la Eurocopa de Italia en 1980 Kubala llevó a tres de ellos: Arconada, Artola y Urruti.
— Marcial era extraordinario. Podía hacer cualquier cosa. Weisweiler quiso que jugara de líbero, pero él no se sentía a gusto ahí.
Marcial recuerda de forma especial aquel día, claro, como no puede ser menos. Sé que Platini y Zico han marcado golpes francos con los dos pies, pero no tengo noticia de que ninguno de ellos lo haya conseguido en un mismo día.
— Fue suerte. Le pegas y a veces va a cualquier lado. Y te ponían la barrera a seis o siete metros. Eso no se ha hecho bien hasta ahora. A mí me da envidia Cristiano, que los tira todos en el Madrid. Yo en el Elche no tiraba, tiraba Romero. En el Espanyol, sí, con frecuencia. En el Barça éramos muchos a la pelea. Y en el Atleti. Ahora lo pienso y quizá hubiera debido ser más egoísta y tirar más. Los goles cuentan.
Paradoja, Marcial fue poco a la selección. Lo mismo que Velázquez, el otro gran cerebro de la época.
—Kubala era un poco refractario a nosotros, le gustaba otra cosa. Un día me dijo Velázquez que le fastidiaba no ir, pero que le fastidiaba aún más que no fuera yo...
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