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“El elogio constante es peligroso”

Nadal analiza su carrera y un 2014 plagado de lesiones en el que ha ganado su 14º grande "Los líos que hay no afectan a la participación o no, hacen más complicado el bienestar y la armonía entre los jugadores", dice sobre Gala León

Juan José Mateo
Nadal.
Nadal.Alejandro Ruesga

Apareció al son del “Me va, me va” de Julio Iglesias. A paso ligero. Sonriente. Trajeado. Rafael Nadal pasó por Madrid y se subió a un escenario rodeado de luces azul zafiro para analizar una temporada que vivió atado a una montaña rusa, porque alcanzó la final del Abierto de Australia, ganó su noveno Roland Garros y entre medias penó de la espalda, se perdió tres meses de competición por una lesión de muñeca y finalmente tuvo que clausurar el curso para operarse del apéndice. ¿Un año para olvidar?

“El deporte es de victorias, no de derrotas, las victorias son lo que queda”, explicó el campeón de 14 grandes ante una audiencia entregada, que le recibió con una larga ovación. “Ha sido un año complicado, sin ninguna duda. Desde el problema de la espalda hasta el de muñeca, la apendicitis… pero he conseguido jugar una final de Grand Slam y sobre todo he ganado otro”, recordó en un acto al que acudió como embajador del Banco Sabadell. “Eso es lo que va a quedar. Las cosas malas no quedan. Lo veo de esta manera. Lo conseguido, conseguido está, no me lo van a quitar”.

Rafael Nadal.
Rafael Nadal.ALEJANDRO RUESGA

A los 28 años, Nadal analiza su carrera con pausa. Lejos del adolescente que asombró al mundo, hoy es un hombre maduro, apegado a sus raíces, ávido de redondear un palmarés de ensueño y todavía con el punto de ambición suficiente como para enfrentarse a los problemas físicos a cambio de seguir siendo competitivo en la búsqueda de más títulos. Lleva un decenio de éxitos. En 2004 logró el que le lanzó a la fama, una Copa Davis épica conquistada contra Estados Unidos en Sevilla. Desde entonces, se ha doctorado en la competición, de la que se ha ausentado en 2014 por problemas físicos y pese a que Carlos Moyà, su amigo y mentor, se sentaba en el banquillo. Con el equipo convertido en un polvorín por el nombramiento de Gala León como seleccionadora, al mejor tenista español se le preguntó si volvería a luchar por La Ensaladera o se alejaría “del lío”.

Tengo y he tenido problemas físicos que no me permiten hacer las cosas que quería hacer en todo momento, tengo que seleccionar"

“Los líos que hay no afectan a la participación o no, simplemente hacen más complicado el bienestar y la armonía entre los jugadores”, dijo el mallorquín, que el lunes pondrá la primera piedra de su academia en Manacor (Mallorca). “No debería de afectar a algo en los que estás representando a un país. Tengo y he tenido problemas físicos que no me permiten hacer las cosas que quería hacer en todo momento, tengo que seleccionar. En ningún momento estoy diciendo que no voy a jugar. Voy a volver a jugar en algún momento”.

El número tres mundial ya piensa en 2015. Diciembre le descubrirá entrenándose con vistas al Abierto de Australia. Entonces, en la cena de Navidad, a su alrededor se sentarán las mismas caras de siempre. Toni Nadal, su tío y técnico, esculpió sus golpes y completa el viaje de su carrera desde el primer día. Carlos Costa, exnúmero diez mundial, fue su agente desde niño y aún hoy se ocupa de gestionar sus contratos o el Rafa Nadal Tour, su circuito para jóvenes promesas. Benito Pérez-Barbadillo, su jefe de comunicación, le conoce desde que era un adolescente. Francis Roig, el técnico que da continuidad al trabajo de Toni, y Jordi Robert, su enlace con uno de sus patrocinadores, son presencias constantes en su carrera. Joan Forcades y su coleta siempre pusieron a punto su físico. Rafael Maymò, fisioterapeuta, fue de los últimos en llegar al grupo, y enseguida se hicieron inseparables: para Nadal es como un hermano. El mallorquín, que es el competidor definitivo, no cambia nada para que todo siga igual y vive la estabilidad como una ventaja competitiva.

El deporte es de victorias, no de derrotas, las victorias son lo que queda”

“En cualquier ámbito de la vida de personas que destacan, que triunfan en lo que hacen, nos acostumbramos al elogio constante, y el elogio constante es peligroso, negativo”, advirtió. “Por eso, cuando te dicen cosas que no son elogios tiendes a no querer escuchar, a culpar a esas personas. Por eso hay tantos cambios de entrenador, de entornos, en gente que triunfa en la vida”, siguió. “He sabido dar a los otros la libertad y la flexibilidad de decirme lo que creían. Todos se han sentido libres de decirme cuándo las cosas las hago bien y cuando mal. Es la mayor virtud que he tenido (…) Tener el mismo equipo durante tantos años hace que me conozcan bien, que sepan lo que necesito en cada momento. Una gran suerte”.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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