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Biosca, el bastión del equipo de las Cinco Copas

Marcó una época con el Barça y tuvo un idilio con Lola Flores

Robert Álvarez
Biosca (i), junto a Kubala, en una imagen de 1987.
Biosca (i), junto a Kubala, en una imagen de 1987.Marcel.li Saenz

“Roser me voy a dar una vuelta”. Y Gustau Biosca, solo, enfilaba las calles que en suave descenso enlazan el barrio de Sarrià con el de Les Corts, se daba una vuelta por los aledaños del Camp Nou y derramaba unas lagrimitas. “Eso me hacía feliz”. Recordaba así sus viejos tiempos, los de aquel equipo que, con la llegada de Kubala, dejó pequeño el viejo campo de Les Corts y propició la construcción del actual estadio del Barcelona. Aquella escuadra entró en el imaginario blaugrana y creó una imagen de marca, la del equipo de las Cinco Copas. A sus 86 años, era el único superviviente de un once en el que se alineaba como defensa central junto a Ramallets, Martín, Seguer, Gonzalvo III, Bosch, Basora, César, Kubala, Vila y Manchón.

Nació en L'Hospitalet de Llobregat, un 29 de febrero de 1928. A los nueve años se marchó a Sevilla, ciudad a la que fue destinado su padre, que trabajaba en Campsa. Allí estuvieron tres años y se aficionó al flamenco. La familia regresó a Barcelona, empezó a despuntar en las categorías inferiores del club y en 1947 debutó con el primer equipo. Su calidad no pasó desapercibida para el Real Madrid. “Me hicieron una oferta. Me daban seis o siete veces más de lo que ganaba. Una noche, al regresar a casa, se lo expliqué a mi padre mientras cenaba. En mi casa casi siempre se cenaba sopa. Me miró con una mirada que no olvidaré nunca. Y me dijo: “Si haces eso, no comerás nunca más en esta mesa”. Me di cuenta de cuánta razón llevaba. Me hizo entender lo que representaba el Barcelona”, explicó hace unos años en una entrevista a Justo Molinero, en la que también confesó que, cuando era adolescente, había simpatizado con el Espanyol, probablemente debido a que vivía muy cerca del antiguo campo de Sarrià.

Jugó toda su carrera en el Barcelona, hasta que en 1958, con solo 30 años, tuvo que retirarse prematuramente a causa de la lesión que sufrió en 1957, en Atocha, y de la que trató de recuperarse en el Condal, el filial del Barcelona. Disputó 187 partidos con la camiseta azulgrana, con la que ganó dos Ligas, cuatro Copas de España, una Copa Eva Duarte, una Copa Latina y una Copa de Ferias. Fue también 11 veces internacional con la selección española. En el vestuario azulgrana se formó un trío muy especial: el Cabezón (Kubala), el Pelucas (César) y el Gitano (Biosca). “La amistad es lo más sagrado y trabajar juntos, defender los mismos colores jugándote la pierna, que vinieran a ayudarte cuando lo necesitabas o te dijeran las frases adecuadas, eso, nos unía muchísimo”, relataba el central, famoso por su contundencia y fuerza física, pero al mismo tiempo poseedor de una técnica exquisita, algo raro en aquellos tiempos. Extravertido y bromista, le obligaba al masajista, Àngel Mur padre, a que le pusiera un esparadrapo en la ceja para que todo el mundo viera que se había lesionado.

Expeditivo y técnico, estuvo ocho años en el club y disputó 187 encuentros de azulgrana

Su idilio con Lola Flores le convirtió en uno de los primeros futbolistas mediáticos cuando todavía no se había acuñado la expresión. “El flamenco se me metió en la sangre. Doña Lola Flores —decía con énfasis— era una gran señora del cante y de la vida. Y, cosas de la vida, me llevaron a conocer a Manolo Caracol —que también fue compañero sentimental de Lola—. Me gusta el cante jondo y escuchándole en petit comité se me habían llegado a saltar las lágrimas”, contaba. Hasta que un día cortó por lo sano. Se casó con Roser y tuvieron cuatro hijos. “Fue el mejor gol de mi vida. Roser es una mujer muy bondadosa, con mucho corazón. Si no hubiera sido por ella, mi matrimonio se hubiera roto”, confesaba.

Tras concluir su etapa como jugador, dirigió a varios equipos —Pontevedra, Atlético Español de México, Sant Andreu, Valladolid, Sabadell, Racing de Ferrol y Terrassa—, fue ayudante de Kubala en la selección española y responsable técnico de la sub-21. Entre 1993 y 2000 fue directivo del Barcelona y encargado de las relaciones con los jugadores. En abril de 1993, con motivo del homenaje que se tributó a Kubala en el estadio olímpico de Montjuïc, el delantero húngaro acabó sollozando de emoción en el hombro de su compañero de toda la vida. “Llevo 12 días en que sólo me falta acostarme con él. A veces, los hermanos te los dan; a éste lo he escogido yo”, bromeó el Gitano.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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