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MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘El Himno de Riego’ en el verde Edén

La selección española posa antes de enfrentarse a Checoslovaquia en 1967.
La selección española posa antes de enfrentarse a Checoslovaquia en 1967.AS

El Himno de Riego no se había vuelto a oír en España desde la República. Los chicos de la época ni sabíamos de él. Pero el 1 de octubre de 1967 irrumpió en los salones de todas las casas, a través del televisor. El día siguiente no se hablaba de otra cosa.

Eran tiempos en que andábamos enfurruñados con la selección. Tras la victoria en la Eurocopa de 1964, habíamos dado el cante en el Mundial 66. Eso le costó la salida a José Villalonga, que dio paso a Domingo Balmanya, un catalán grueso y afable, ex jugador del Barça a caballo de la Guerra Civil. Su objetivo era la Eurocopa de 1968, con fase final en Italia. Nos tocó en el Grupo I, con Irlanda, Turquía y Checoslovaquia, que reunía lo que hoy son la República Checa y Eslovaquia.

Lo que hizo Balmanya no gustó. Mucho medio campo y sólo dos delanteros. Un fútbol egoísta, muy a la italiana. Los partidos se fueron desgranando un poco al buen tuntún, no como ahora, que estos grupos se juegan en jornadas completas. Con su táctica ramplona, Balmanya sacó sendos empates a cero en Dublín y en Estambul. En casa ganamos a ambos rivales por 2-0, en Valencia y Bilbao. Este de Bilbao, ante Turquía, el 31 de mayo de 67, sigue siendo el último partido jugado por la selección en el País Vasco. Ese día, quién sabe si como homenaje al clasicismo de San Mamés, Balmanya alineó dos extremos de verdad, Ufarte y Gento.

En esas estábamos cuando se nos venían encima los partidos de Checoslovaquia, ambos en octubre. Checoslovaquia nos sacaba una ventaja: había ganado en Dublín. Así que en el doble duelo, habría que hacer algo más que ellos. Era crucial empatar allí.

En el palco del estadio de Praga, los directivos se agitan incómodos. En las casas, se reacciona con indignación o cierto regocijo

Cuatro días antes del partido se organizó en el Bernabéu un partido en Homenaje a Ricardo Zamora, el gran portero de España entre el 20 y el 36. Aún retenía el récord de partidos en la selección. Está algo olvidado, pero en su día fue una celebridad Mundial, al grado que lo haya sido, por ejemplo, Michael Jordan en años recientes.

Jugaron España y una selección mundial, se anunció como ensayo para lo de Praga. La selección mundial se quedó al final en europea, por ausencia de aportaciones del otro lado del charco: Sarti; Burgnich, Ure, Schnellinger; Cooke, Coluna; Hamrin, Mazzola, Eusebio, Rivera y Corso. Entre el Inter, el Milan y el Benfica salvaron el homenaje. Por España jugaron Iribar; Sanchís, De Felipe, Reija; Glaría, Gallego; Ufarte, Grosso, Marcelino, Adelardo y José María. Las alineaciones se recitaban así, al 1-3-2-5, pero con esos jugadores España no tenía más ataque real que Ufarte y Marcelino.

El partido resultó fatal. España no hizo nada y perdió 3-0. Además se lesionó De Felipe de un menisco que le daría la lata ya el resto de su carrera; al retirarse, volvió a entrar José María, que había dejado su sitio a Bueno, lo que contribuyó a la sensación de chapuza. En la selección mundial entraron como suplentes durante la segunda mitad tres extranjeros de la Liga española, Benítez, Goywaerts y Waldo. Buenos jugadores, pero no de selección mundial. La gente se fue de un humor de perros. Zamora hubiera merecido algo mejor, y el juego de la selección, a cuatro días de Praga, fue infumable.

Allá viajó el equipo con Pirri y Amancio, que habían faltado en el Bernabéu porque el domingo anterior regresaron tocados de Zaragoza. La víspera hay tensión entre Balmanya y Amancio, porque este dice que no está para jugar (tiene un bocadillo en el muslo izquierdo) pero Balmanya opina que sí, que está para jugar.

El partido es el domingo 1 de octubre, a las tres de la tarde, y va a ser televisado. Es el XXXI Aniversario de la exaltación de Franco a la Jefatura del Estado. La prensa del día lo recuerda, como señala la tensión Balmanya-Amancio.

El Himno de Riego no era visto entonces, como puede ser ahora, como el himno de España de un tiempo pasado, sino como el himno de la 'antiespaña'

Se juega en el campo del Slavia, llamado Edén. Matías Prats narra la salida al verde Edén de Iribar, Sanchís, Tonono, Reija, Pirri, Gallego, Amancio, Grosso, Marcelino, Adelardo y José María. Forman, preceptivamente, junto a los que llamábamos, mal, checos, apócope inadecuado. Suenan los himnos, interpretados por una banda militar a pie de campo.

Pero a España no le dedican La Marcha Real, sino El Himno de Riego. Inidentificable para la población joven, pero no así para los que nacieron en el 30 o antes. En el palco, los directivos españoles se agitan con incomodidad. En las casas, según quién, se reacciona con indignación o con cierto regocijo. Luego, el himno local, tras el cual los checoslovacos disuelven la formación. Y a continuación los españoles, que creen que ha habido un olvido.

El partido es malo. España pierde por 1-0. Apenas chuta a puerta. Lo más cerca que está del gol es en un tiro libre de José María que da en un palo, rebota en el meta Viktor y éste se revuelve y atrapa en la raya. El gol local llega en un mal tiro de Horvath que pega en un pie de Tonono y descoloca a Iribar. Todo feo y espeso.

Y queda lo peor: afrontar el enfado de las autoridades por la ofensa comunista. El Himno de Riego no era visto entonces, como puede ser ahora, como el himno de España de un tiempo pasado, sino como el himno de la antiespaña. Sale a relucir que Lafuente Chaos, presidente de la Federación en 1960, había exigido en un Argentina-España, en el campo del Ríver Plate, que se retirara de una grada una bandera republicana de 10 metros de largo, colocada a modo de pancarta. Salió a relucir también un caso de Manolete en México, cuando pidió que se quitara una banderita republicana de la mesa en una recepción en la embajada de Ecuador. Aquello lo agrandó la leyenda, convirtiéndolo en que habría hecho retirar una bandera republicana de la Monumental de México, tras el paseíllo, bajo amenaza de no torear.

El presidente de la Federación era José Luis Costa, que se vio a contrapié. Médico de carrera, había sido jugador del Zaragoza y del Atlético y directivo de este club. Un hombre de categoría, metido en un apuro. Por edad, tenía que conocer El Himno de Riego. Por posición, tendría que haber actuado. Alguien en su defensa esgrimió que la pieza estaba tan mal interpretada que podía confundirse con el Oriamendi, el himno carlista, muy grato al Régimen y que se oía mucho en España.

Había sonado en todos los hogares españoles en pleno domingo, el Día del Señor, a la hora de comer, con toda la familia reunida. Y, para más inri, en el aniversario de la exaltación de Franco a la Jefatura del Estado

Pero no, fue El Himno de Riego. Y había sonado en todos los sagrados hogares españoles en pleno domingo, el Día del Señor, a la hora de comer, con toda la familia reunida. Y, para más inri, en el aniversario de la exaltación de Franco a la Jefatura del Estado. Provocación comunista sin respuesta de la Federación.

No fue provocación, sino error. España había jugado allí el 26 de abril de 1936, tiempo aún de la República, y todavía estaba por allí guardada esa partitura. La buscaron, la desempolvaron, la ensayaron y la tocaron con toda formalidad. Costa aterrizó en España con una carta de disculpas firmada por el presidente de la Federación Checoslovaca, muy bien redactada y que deploraba el incidente. El Delegado Nacional de Deportes, Benito Castejón, le esperó a pie de avión. Juntos capearon la crisis.

Eso sí: no faltó quien recordara que el Madrid tomaba siempre una precaución cuando viajaba más allá del Telón de Acero: Saporta llevaba la bandera y el himno.

Aquella fase de grupo tuvo un final con estrambote. Balmanya llegó a dimitr ante la ventaja de puntos de los centroeuropeos, que parecía insalvable. Pero Checoslovaquia perdió en casa con Irlanda y eso nos metió de rebote. Balmanya volvió un poco a rastras (tenía previsto un gran contrato como secretario técnico del Barça) para la eliminatoria de cuartos, con Inglaterra. Eran los campeones del mundo y nos ganaron, con Charlton a la cabeza, allí y aquí. Así dejamos la corona del 64.

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