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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fondista africano, resistencia y velocidad

El maratón fascina a muchos científicos y genera controversias

Kimetto, Mutai (izquierda) y Kuma (derecha) en el podio de Berlín.
Kimetto, Mutai (izquierda) y Kuma (derecha) en el podio de Berlín.Bongarts

A un soldado griego, Filípides, lo mató un infarto tras informar a sus superiores de la victoria sobre los persas. Venía de correr, con armadura y todo, unos 40 kilómetros: los que separan las ciudades de Maratón y Atenas. Nacido de esta leyenda, el maratón fascina a muchos científicos y genera controversias. En 1909, unos prestigiosos cardiólogos norteamericanos escribieron en el New York Times que sólo individuos excepcionales serían capaces de correr un maratón. Y eso, a riesgo de acortar su vida y dañar su corazón. Qué equivocados estaban: millones de personas, algunos de más de 90 o 100 años, corren maratones cada año y, salvo excepciones, sólo los enfermos o los no entrenados arriesgan su salud. De hecho, un hipotético récord de menos de 2 horas no parece tan lejano: a menos de 10 años vista, según previsiones recientes, y acaso posible a día de hoy según algunos.

Los humanos estamos hechos para correr largas distancias. Tanto o más que cualquier otro animal. De hecho nuestro modo de correr en bipedestación y con poco gasto energético nos distingue de otros animales genéticamente muy próximos a nosotros, como los gorilas o chimpancés. Si nuestros antepasados lograron sobrevivir en la tórrida sabana africana fue precisamente porque se adaptaron a correr persistentemente, durante horas o días y con escasas posibilidades de hidratarse, detrás de antílopes y otros animales hasta cazarlos. Incluso esperando a que muriesen de un golpe de calor si era necesario. Así, el primer ser humano capaz de correr un maratón en menos de 2 horas seguramente ya ha nacido, en un país del África Oriental. Sólo allí parecen confluir todos los ingredientes necesarios.

Los humanos estamos hechos para correr largas distancias. Tanto o más que cualquier otro animal

En vez de estar pegados todo el día a la tele, los niños de Kenia hacen ejercicio al aire libre varias horas al día, y algunos corren para ir al colegio y volver a casa. Y todo a más de 2.000 metros de altitud, lo que confiere unas adaptaciones biológicas únicas a los que deciden entrenarse para ganarse la vida como atletas: sobre todo en sus pulmones y en sus músculos, que se hacen capaces de contraerse muy rápido sin consumir mucho oxígeno. Algunas variaciones genéticas que merman la velocidad de carrera y que son frecuentes en asiáticos o caucasianos, como la variante 577X del gen de la alfa-actinina-3, apenas si se ven en África.

Esto les permite a los fondistas africanos aunar dos características casi antagónicas para el resto de los humanos: resistencia al esfuerzo y velocidad. Y es que el ritmo necesario para bajar de 2 horas (más de 21 km/hora), equivale casi a esprintar para una persona normal. Añadamos a esto el bajísimo peso de estos fondistas (sobre todo el peso que más lastra para correr, el de las piernas), que además disminuye, entre un 5 y 10%, en la segunda mitad de la prueba como consecuencia de la deshidratación, y su capacidad de aguantar el calor y de seguir oxigenando a su cerebro en pleno esfuerzo: bajar de 2 horas no parece imposible.

Alejandro Lucía es investigador de la Universidad Europea de Madrid.

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