Chicharito y Benzema, golear o jugar
El fútbol no concede respiro, lo instantáneo prevalece sobre lo sustancial. Las modas ni siquiera son pasajeras, son súbitas, de hoy para hoy; mañana son arcaicas, vestigios del pleistoceno. El Real Madrid, que capitaliza ese casino mundial en el que se ha convertido este juego, es el máximo exponente de las pasarelas fugaces. Alrededor de un club como este todo es ensordecedor. Casillas está en la diana, la gente le pasa cuentas y Keylor Navas no está desgastado. Ahora, tras la abrumadora goleada en Riazor, el debate también enfoca en la punta final. Dos goles de Chicharito con el partido ya descamisado han abierto otro litigio, el del ariete. El gol o el juego.
En Chamartín, donde no fueron ajenos a la zapatiesta Velázquez, Michel, Guti y hasta Ronaldo y Zidane, siempre hubo querencia por el futbolista machote. No fue un apelativo exclusivo de Hugo Sánchez. Quien nunca se colgó esa etiqueta fue Benzema, de aire anacoreta, de los pocos que han levantado a Florentino Pérez de su asiento tras marcar un gol. Un ojito presidencial al que buena parte de la hinchada tiene por indolente, de esos que no arrastra el trasero por el lodo. El francés nunca fue un demagogo, sino un futbolista concreto. No tanto para el gol (0,48 de media), porque lo suyo es jugar como un base, asistir a Cristiano, Bale o el que se tercie. Benzema es un señuelo, descorcha defensas, las arrastra fuera del área, las saca de sitio para dejar pasillos a los goleadores de turno, que se lo pasan pipa con un asistente tan poco egoísta, con alguien que acepta un plano menos relevante en la tabla de goleadores. Karim es un mensajero del gol. Parte de la hinchada no siempre lo percibe así y se inclina por lo convencional: marcar es asunto de arietes.
Chicharito responde al perfil de nueve clásico, no comparte el gol ni a tiros y la red anida en su entrecejo. Llegó a Europa con una mochila de goleador, pero los tiempos le superaron. Anotar comenzó a ser propio de quienes saben atajar, de los que llegan al gol, no de los que acampan cerca. En muchos casos, los punteros de toda la vida pasaron a ser recursos de urgencia, suplentes profesionales para situaciones extremas, como en su día, por ejemplo, lo fueron Larsson en el Barça y Soldado y Morata en el Madrid. En Manchester, Van Persie y Rooney le cerraron el paso. Los dinásticos del gol pasaron a ser Messi —cuya producción fue en aumento sin Eto’o e Ibra y con Villa como extremo fingido— y CR, cuyo radar sobrepasa el área rival. El último Chícharo llegó casi en época de extinción.
Futbolistas como Chicharito no tienen tiempo que perder, no pueden consumir sus pocos minutos en dar palique al juego
Con Morata rumbo al Juventus, el Madrid necesitaba un delantero revulsivo, un desatascador. Alguien que asumiera un papel secundario. Ese no era Falcao, de los últimos resistentes en su puesto, que tiene alma y caché de titular. Chicharito aterrizó en Madrid como cedido, con una opción de compra en junio, casi al tiempo que el club renovaba a Benzema hasta 2019. Justo a tiempo de heredar el 14 de Xabi Alonso, el 14 que inmortalizara uno de los mejores arietes postizos de la historia, Johan Cruyff, sucesor de Pedernera, Hidegkuti, Di Stéfano, Puskas, Tostao... Con Benzema en la picota, el mexicano asaltó Riazor cuando al Madrid aún le faltaban cinco goles, dos por su cuenta. Los depredadores como él no suelen demorarse: apuntan y disparan. Su primer gol fue monumental, un zurriagazo desde el infinito, desde un horizonte que no parecía recomendable para el disparo. Futbolistas como Chicharito no tienen tiempo que perder, no pueden consumir sus pocos minutos en dar palique al juego. Son comisionistas del gol. El azteca repitió poco después, también desde fuera del área, aunque esta vez favorecido por un ligero rebote en un zaguero deportivista. Por el retrovisor del americano apareció la figura del Solskjaer, aquel asesino noruego con cara de niño. Chicharito, como aquel otro ex del United, no tiene forro para reñir con los defensas en el cuerpo a cuerpo, pero es un lazarillo, un pícaro que desenfunda en un parpadeo.
Pese a su destacada actuación en A Coruña, con Benzema de testigo a la sombra, nada parece indicar que el mexicano adelante al francés. Parte con la ventaja de ese sector popular que le tiene tomada la matrícula al galo, pero habrá que ver si al Chicharito de goles repentinos no se le hacen largos partidos de principio a fin. Si con él al frente el juego fluye de la misma manera para Cristiano y Bale y otros llegadores de segunda línea. El problema del Madrid es el juego, de goles va sobrado. Chicharito no discute a Benzema, caben los dos.
Por ahora, por mucho que hoy pueda ser titular ante el Elche, la función de Chicharito es ser un secundario goleador de primera. Lo que no es un reto cualquiera, ni mucho menos. Pero sí al alcance de este buen futbolista. Hay impagables teloneros del gol que se diluyen como primeros actores. Si acepta el encargo, el tercer Chícharo tendrá cuajo en el Madrid. Y del bueno.
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