Buen pie, hambre y trabajo por hacer
El técnico del Deportivo cree que la falta de integración puede ser una ventaja ante el Madrid
De vuelta entre los grandes, el Deportivo se mueve a casi todos los niveles entre el fino telón que separa la zozobra del sosiego. Por ejemplo en lo futbolístico. Antes del partido del lunes pasado en Eibar inquirieron al técnico Víctor Fernández por si, tras sumar un punto en dos jornadas, ya se sentía presionado por lograr un resultado positivo. Dijo que no, ganó, y un gol y tres puntos después, la lectura es ahora la opuesta: el Deportivo se prepara para recibir al Real Madrid con ventaja en la clasificación, algo que no sucedía desde que en el año 2000 los coruñeses ganaron la Liga que luce en sus vitrinas. Además, los blancos podrían acabar la jornada en puestos de descenso si no ganan en Riazor.
La mirada hacia el pasado más exitoso es recurrente en A Coruña. Para el Deportivo es una inevitable referencia, una gloria que le invita al esfuerzo de no decaer para mantenerse en la élite y al tiempo le obliga a cumplir con los compromisos adquiridos tras el concurso de acreedores fruto de aquel esplendor. El club gestiona sus días post-Lendoiro con el elogiable rigor de quien se mantiene al día en los pagos desde la salida del veterano dirigente, pero también con la bisoñez propia de quienes no están curtidos en los vaivenes del fútbol.
Esas dificultades afloraron durante la pretemporada hasta el punto de condicionar el rendimiento actual del equipo. “No veremos el Deportivo que quiero hasta dentro de varias semanas. No estamos en un punto óptimo a nivel táctico, de compenetración o físico. Muchos jugadores llevan tiempo sin competir y hay que cuidar las cargas de trabajo”, avisa su entrenador. Pero ese mismo incompleto proceso de integración cree que puede ser una ventaja a la hora de sorprender al que anuncia “como el mejor club y con el mayor presupuesto del mundo”. “Quizás no tengan claro por donde podemos salir”, reflexiona.
Víctor Fernández estuvo a un paso de dirigir al Real Madrid cuando éste se decantó finalmente por Camacho. Eso fue hace 10 años. Este verano, tras paladear la hiel del olvido, llegó al Deportivo tres días antes de iniciarse el trabajo estival después de la fulminante destitución de Fernando Vázquez. Fue el preludio de unas semanas donde casi todas las decisiones que tuvieron que ver con el equipo poco hicieron para facilitar su preparación. El cambio en el banquillo no fue sólo nominal sino también de estilo, un nuevo libreto sobre el que apenas se pudo adiestrar porque antes de cumplir su primera semana de trabajo el equipo ya estaba camino de Colombia para jugar dos partidos con un grupo plagado de futbolistas que sabían que iban a ser descartados. Nada más regresar se subieron a un autocar para disputar dos choques más en Portugal y días después se encontraron con una seguidilla de cuatro encuentros en ocho días. “Imposible entrenar así”, clamaron desde la caseta.
Por el camino había además un equipo por hacer. “La Segunda División poco tiene que ver con la Primera. Necesitamos una plantilla nueva”, apuntó Víctor Fernández. Todos estaban de acuerdo con ello, también la directiva, que valoraba la importancia de no aguardar hasta el final del mercado para que el grupo se fuera cohesionando. Pero las incorporaciones llegaron con cuentagotas y entre el 14 de agosto y el 1 de septiembre nadie se sumó a un plantel que sólo disponía de dos centrales y un delantero.
El Deportivo había querido picar alto, pero la cartera no estaba al nivel de su ambición. Negoció con Bojan Krkic, que prefirió las libras esterlinas del Stoke City, pasó todo el verano de flirteo con Bruno Zuculini, que de prometida pieza capital para el Depor es ahora uno más en la suplencia del Valencia. Y, en fin, esperó hasta el final por el griego Kostas Mitroglou, que resolvió volver a casa para jugar la Liga de Campeones (por ahora con éxito) con el Olympiacos. Así, la noche que se cerró el mercado incorporó cuatro futbolistas: los centrales Sidnei y Diakité, el interior Juanfran y el delantero Hélder Postiga. Por medio, la habitual mediación del agente Jorge Mendes, al que Tino Fernández reclamó, cuando era candidato a suceder a Lendoiro, que trajese a A Coruña “jugadores de verdad, no los del feirón” en una nada soterrada crítica a un modo de hacer las cosas. Este verano la mano del portugués estuvo en cinco de los refuerzos que incorporó el club y su nuevo mandatario zanjó tras cerrar todas las operaciones: “Gestifute y Mendes son de los mejores, sino el mejor. Quiero agradecerle su aportación”.
A la postre este nuevo Deportivo parte con 12 incorporaciones, únicamente tres de ellas en propiedad y tan sólo un jugador, el bosnio Medunjanin, firmado con un contrato que vence más allá del próximo 30 de junio. “Son futbolistas con buen pie y hambre. Tienen una buena oportunidad para darse a conocer en un club con tradición e historia”, previene Víctor Fernández. Uno de los que cumple ese paradigma es José Rodríguez, al que José Mourinho tenía en especial estima y convirtió en el futbolista del Madrid en debutar más joven en Champions cuando aún era menor de edad. Pero una cláusula en su contrato de cesión le impedirá enfrentarse al club en el que le formaron desde que a los 15 años, cuando llegó al Cadete A. En su lugar entra en la convocatoria Luis Fariña, ausente por lesión en Eibar, otro descomunal talento por pulir, propiedad del Benfica pero nacido en Villa Fiorito a apenas unas "cuadras" de la casa natal de Maradona. En situaciones como la suya se encierra la moraleja del Deportivo: si logra extraer rendimiento de tanta destreza temporera habrá conseguido el objetivo de no volver a tomar el ascensor hacia la Segunda División por tercera vez en cuatro años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.