San Mamés desemboca en el paraíso
El Athletic alcanza la fase de grupos de la Champions, 16 años después, tras golear a un Nápoles inánime
Había muchas maneras de imaginarlo. Seguramente tantas como sueños, que también se fantasea diferente aunque el anhelo sea el mismo. Pero de todas las posibilidades el Athletic protagonizó la que le colocaba en el centro de una fábula intensa. De esas que transforman la agonía más profunda en felicidad pura. Golpeado cuando menos se lo esperaba, tuvo cuerpo para recuperarse apoyándose en los decibelios de un San Mamés enloquecido, en el que rebotaban los gritos por los cuatro costados del estadio, ahora que la estructura ya presume de un eco esférico. 16 años después de su última conversación europea de alto standing, el Athletic disputará la Liga de Campeones tras pasar por encima de un Nápoles remolón, que pensó que con un gol sería suficiente, ignorando que los goles tienden a reproducirse en ambientes calientes.
Athletic 3 - Nápoles 1
Athletic: Gorka Iraizoz; De Marcos, Gurpegui, Aymeric Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Rico; Susaeta (Unai López, m. 72), Beñat (Ibai, m. 57), Muniain (San José, m. 84); Aduriz. No utilizados: Morán, Iago, Iraola, Guillermo.
Nápoles: Cabral; Maggio, Albiol, Koulibaly, Ghoulam (Britos, m. 55); Frello, Gargano; Callejón, Hamsik (Insigne, m. 69), Mertens (Zapata, m. 76); Higuaín. No utilizados: Henrique, Zúñiga, Mariano Andújar, Inler.
Goles: 0-1. M. 47. Hamsik. 1-1. M. 60. Aduriz. 2-1. M. 68. Aduriz. 3-1. M. 73. Ibai.
Árbitro: Cüneyt Caki (Turquía). Amonestó a Susaeta, Ghoulam, Higuaín y Walter Gargano.
Estadio: San Mamés, unos 50.000 espectadores.
Arrancó el partido con paso seguro el Athletic. Conocedor de la capacidad del Nápoles para beneficiarse de cualquier pérdida, jugaba la pelota como quien entrega un pastel, evitando cualquier posibilidad de desparrame. Le beneficiaba la tranquilidad aparente del Nápoles para no batallar en territorios determinados. Los de Benítez mordían cerca del hueso, al lado del área, donde la carne es más blanda por eso de los nervios. Allí, Gurpegi se reencontró con Higuaín, protagonista del gol del empate en San Paolo, y diana continua de los pitos de San Mamés. Se pita a quien se teme, y al argentino se le tiene pavor en Bilbao. Demasiado enrabietado por la poca llegada de balones, el delantero se desgastó corriendo, si bien cualquier remate suyo bastó para anudar la corbata del graderío.
Con De Marcos de nuevo ocupando el lateral derecho, Valverde situó a Beñat cerca de Aduriz, como elemento disuasorio en la salida de balón de los italianos. No parecía tener prisa el Nápoles por mover la pelota, bien ordenado en defensa, y con la prerrogativa de arrancar desde el césped. Sólo se desorganizaron los italianos en los saques de esquina donde Gurpegi y Laporte estuvieron a punto de poner en ventaja a los rojiblancos.
El Athletic trató de balancearse a partir de Iturraspe. El medio intentaba domesticar a Hamsik, un toro con zapatos de charol, mientras Rico se dedicaba a bloquear cualquier intrusión no autorizada. Les apoyaba Beñat, que salía de la defensa rival para general desnivel a su alrededor, y que tenía como mejor compañero a Muniain. Anclado sobre sus cuádriceps, el delantero navarro proyecta una especie de círculo de gravedad a su alrededor. A partir de ellos se asomaba con frecuencia el Athletic pero el Nápoles se preparaba para aparecer y decidir. Apenas arrancó la segunda mitad y Hamsik acunó el balón con su pierna zurda junto al palo izquierdo de Iraizoz en un zurriagazo desde fuera del área.
Tras la remontada
Pero el ambiente empujaba a remar a contracorriente y en un córner Aduriz paró el balón y lo dirigió con la pierna derecha al fondo de la portería de Cabral. Medio tanto fue de Gurpegi, que bloqueó al jugador que debía tapar al delantero. Con el empate el Athletic respiró, se colocó la camisa y la corbata... Se la ofreció Aduriz de nuevo tras aprovechar un error garrafal de la defensa del Nápoles, con Albiol como principal protagonista, para batir a puerta vacía a Cabral. El golpe para los italianos fue morrocotudo. No solo por la remontada sino por lo que se le venía encima. Temblaba San Mamés con cada ataque de los rojiblancos y entró en trance con la salida al campo de Unai López. Un chaval de 18 años que se quedó en el primer equipo tras la marcha de Herrera y que decidió dar una asistencia a Ibai para que hiciera el tercer gol del partido.
Un golpe ante el que el Nápoles cayó desplomado y con el que el Athletic observó un cielo de nuevo lleno de estrellas. Pues ahora sabe lo que se siente sin nubes alrededor. Algo así como acostarse en medio del paraíso.
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