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“Di María es el mejor de su equipo”

Simeone elogia al volante argentino del conjunto blanco, ovacionado por el Bernabéu cuando entró en el minuto 78

Di María conduce el balón ante Raúl García y JuanfranFoto: atlas
Diego Torres

La ciudad parecía desierta, después del ferragosto, cuando empezó a congregarse la gente alrededor del Bernabéu. De pronto, la noche de Madrid se pobló de una multitud vagabunda, de coches embotellados en la plaza de los Sagrados Corazones y de policías somnolientos. Hacían 30 grados y el pueblo se movía lentamente, en silencio, ahorrando energía y fluidos después de una larga jornada, bebiendo cerveza furtivamente, antes de meterse al estadio. Se preparaban emociones fuertes al borde de la madrugada.

Una ola de sentimentalismo conmovedor por causas no imaginadas. ¿Qué sería? ¿La Supercopa de España? Nada de eso. Una colosal camiseta blanca con el nueve estampado cubrió el círculo central como una gran bandera y los operarios pusieron sobre el césped la vajilla completa: ocho Ligas, cinco Copas de Europa y otros trofeos menores. La identidad de un futbolista está más relacionada con los símbolos que con los nombres. Es la vajilla conquistada, el número en su casaca, pocas cosas. Precisamente los abalorios de Alfredo di Stéfano, el padre fundador, fallecido el mes pasado. El club aprovechó el primer partido oficial para rendirle homenaje ante el público. Se oyó a Sinatra cantar My Way y después un cuarteto de cuerdas interpretó en vivo el Adagio de Samuel Barber.

Ancelotti metió a Di María y encendió la hoguera del público, que se rindió al volante argentino

Cuando el árbitro señaló el inicio del partido, la gente y los futbolistas tenían el corazón en un puño. Los jugadores, además, apenas podían mover las piernas con soltura. Las dos plantillas llegaron a la gran cita veraniega como es lógico: tiesas. La carga de trabajo físico que los equipos hacen en esta época, base aeróbica donde se deposita el fondo energético de los meses venideros, inflama los músculos de tal modo que las piernas pierden elasticidad. Así es que la Supercopa fue eso. Un partido rígido, crujiente, de movimientos previsibles, casi torpes, y de patadas a la espinillera. Un escenario raro. Baste decir que Carvajal fue el hombre más incisivo del Madrid, al menos hasta que entró Di María.

La Supercopa es un producto característico de la imaginación del empresariado español. Resulta de la unión de dos potencias: los programadores y la LFP. El resultado son estos dos partidos en los que todo parece más relevante que los partidos en sí. Cualquier cosa. Como el balón despejado que cayó llovido sobre la cabeza del entrenador, Carlo Ancelotti, que se perfiló de costado, sostuvo en el aire su fino zapato italiano, y lo amortiguó de modo que se lo dejó dormido en las manos de Juanfran. Una ovación de reconocimiento descendió de las gradas. Este Carletto es un fenómeno.

Ancelotti no dejó de asombrar al tendido. Principalmente cuando sustituyó a Cristiano por James. Entonces la afición se despertó del duermevela: "¡Ohhhhhh...!". Pero, ¿qué otra cosa podía hacer el entrenador? ¿Quitar a Bale? ¿Quitar a Kroos? ¿Quitar a Alonso? ¿Quitar a Modric? Sí. Eso es lo que hizo un rato después: meter a Di María por Modric en el minuto 78. Encender la hoguera del público, que se rindió al volante argentino. Como nunca. "¡Aaaaangeeeel...!", cantaba la tribuna. Di María agitó a los seguidores y agitó el partido. Y James metió el primero.

Diego Simeone no tuvo dudas antes de abandonar el campo, en los límites de la alborada: "El mejor del Madrid es Di María porque desequilibra y, a partir de ahí, permite mejorar a todos los demás. Cuando entró él cambió el partido".

"Di María es uno de los grandes del Madrid", respondió Ancelotti, cuando le preguntaron por su opinión. "Pero diciendo esto que ha dicho, Simeone ha olvidado al último Balón de Oro y ha olvidado a Bale (...). Di María es un jugador del Real Madrid y lo utilizo cuando quiero", añadió el técnico italiano, en referencias a las especulaciones sobre la marcha del argentirno.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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