Jornaleros de la gloria
La etapa la trabajaron dos grupos diferentes de corredores con igual suerte, es decir, ninguna. Ahora llega una tierra diferente, los Alpes. Y la trabajarán otros, veremos si con igual suerte
"La tierra para quien la trabaja", era el lema del líder revolucionario Emiliano Zapata. Ayer la tierra -la etapa- la trabajaron dos grupos diferentes de jornaleros con igual suerte, es decir ninguna.
Por un lado estaban los valientes del día, los 5 corredores que tras el ataque de Langeveld en el km 9, formaron la escapada del día. Su máxima ventaja fue poco más de 5 minutos en el km 43, lo que quiere decir que por detrás había otros jornaleros dispuestos a luchar también por la tierra. Además, la desgraciada caída y el posterior abandono de De la Cruz, uno de los valientes, mermó aún más el poco margen de sorpresa para ese grupo de escapados.
Por detrás el Giant-Shimano asumía el mando, previsiblemente trabajando para Degenkolb visto el perfil del día asumiendo que Kittel no pasaría el puerto -como así fue-. El Europcar comenzó a colaborar con ellos más adelante, supuestamente en favor de Coquard, aunque al parecer barajando también un plan B, que fue el ataque en dúo de dos de sus corredores en la última ascensión del día.
Pero a 6 kms de la meta de Saint-Étienne, un pelotón de unos 70 corredores se acercaba furioso a luchar por la etapa. Entonces casi todos habían olvidado ya quien había trabajado la tierra, así es el ciclismo.
Sagan y su compañeros del Cannondale, asumieron esta vez el trabajo en los últimos tres kilómetros
El libro de ruta marcaba un desnivel mínimo, 17 metros, entre la pancarta de los últimos 3 kms y la meta, 12 de ellos en el último kilómetro. Como curiosidad, se pasaba a 2.5 kms por la rotonda Andrei Kivilev, ciclista tristemente fallecido en la localidad en 2003 después de una caída y tras golpearse de manera tremenda la cabeza con el asfalto cuando se disputaba la Paris-Niza de aquel año, y el uso del casco aún no era obligatorio. Menos mal que ahora ya lo es.
Este detalle -el del desnivel, no el del casco- había sido estudiado por todos, y en concreto el posterior ganador, el noruego Kristoff, dijo tras su victoria que su táctica en el esprint fue esperar y esperar, sabiendo que se haría largo; esperar hasta que viese arrancar a Degenkolb, y a partir de ahí a tope hasta la meta, -es lo que dijo-.
El Katusha, cuyo trabajo se limitó en posicionar a Kristoff en los kilómetros finales y a la experta labor de mantener la velocidad sostenida realizada por Paolini en el último kilómetro, fue quien se llevó el gato al agua. Buena renta para poco esfuerzo, pero no hay que olvidar que Kristoff ya había sido segundo en dos etapas en este Tour, una tras Kittel y otra tras Greipel.
Ahora llega una tierra diferente, los Alpes. Y la trabajarán otros, veremos si con igual o desigual suerte
Y Sagan y su compañeros del Cannondale, asumieron esta vez el trabajo en los últimos tres kilómetros, cansados ya de tanto trabajo y tan poca recompensa. Pero el hombre de verde, excelentemente colocado a la rueda del noruego, no pudo más que firmar su cuarto segundo puesto en esta edición de la carrera, sin opción de remontada vista la potencia final del corredor del Katusha. La mirada que lleva serigrafiada en su casco no parece bien enfocada por el artista que la ha llevado a cabo.
Y con respecto a los que trabajaron, Europcar se tuvo que conformar con la séptima plaza de Coquard, pobre botín. Y Giant-Shimano vio como a Degenkolb le dejo fuera de juego un bandazo involuntario de Trentin justo en el momento en el que lanzaba el esprint. De todas maneras progresaba buscándose la vida desde atrás, gastando muchas fuerzas, y mientras tanto Kristoff esperaba con infinita paciencia en primera fila.
Ahora llega una tierra diferente, los Alpes, tierra sí pero también roca. Y la trabajarán otros, veremos si con igual o desigual suerte. Jornaleros de la gloria, como decían las crónicas de hace tiempo.
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