No hay lugar para la resaca
En una vuelta grande rara vez hay tiempo para las resacas. A un día le sigue otro de manera automática, y el espacio de tiempo desde que te quitas el culotte un día hasta que te lo pones al siguiente parece encoger furiosamente con el paso de las etapas. Y todos, absolutamente todos los días, hay alguna guerra que lidiar.
Han pasado ya tantas cosas en la carrera, que parece mentira pensar que ayer se disputó la sexta etapa, la que finalizaba en Reims. De un total de 21, vaya si todavía falta. Podemos decir que se han disputado cuatro etapas de sprint, un trasunto de la Lieja, y una pequeña Roubaix. El punto más alto superado hasta ahora asciende a poco más de 500 metros sobre el nivel del mar, y hasta el domingo no se asciende hasta la cota 1.000.
Ayer debería haber sido un día de resaca, de transición en el que los equipos de sprinters se juegan lo suyo, y los aspirantes de la general se dedican a evaluar lo sucedido el día anterior, inusualmente intenso. Pero no, no hubo oportunidad para la reflexión. Tanto la lluvia como el viento ayudaron a que no hubiera respiros, y la tensión reinó en el grupo desde el km 0. Ver las velocidades medias del vencedor en estas etapas es un buen indicador para calibrar el grado de tensión del día. Y de momento las medias son muy altas —y eso que el asfalto mojado hace que bajen—, lo que quiere decir que la tensión no disminuye. Y lo de siempre, a mayor velocidad, mayor riesgo de caídas; así que metiendo en el coctel un poco de lluvia, pasa lo que pasa.
La noticia es que no ganó Kittel, quien ya ha demostrado ser el hombre más rápido del pelotón. Bueno… de este y de todos, sólo Cavendish puede entrar a discutir en esta materia. Pero si hay que añadir un nombre al de estos dos hombres, sin duda uno de los primeros que nos vendría a la cabeza sería el de Greipel. Hasta ahora su equipo había trabajado duro y él no había respondido. Ayer lo hizo, y con esta victoria les da las gracias a sus compañeros del Lotto y se quita de encima las críticas recibidas. Y Kittel —curiosamente sin poner como excusa las lesiones sufridas en la caída del día previo—, admite haber cometido varios errores, haciendo una autocrítica positiva sobre su nulo resultado y matizando que no es su intención criticar el trabajo de su equipo: “No es de ninguna manera una crítica, simplemente en la parte final no tuvimos el control de la carrera”, dijo.
La noticia es que no ganó Kittel, quien ya ha demostrado ser el hombre más rápido de este pelotón
Así que las reflexiones sobre lo ocurrido en el pavé quedaron para los pocos momentos de descanso de la tarde, y ayer tocó actualizar la reflexión de lo ocurrido camino de Reims, que aquí todos los días pasa algo. De las reacciones de los corredores en Twitter me ha llamado la atención la cantidad de corredores que hablaban de diversión en el pavé, siendo además Purito uno de los más vehementes. Curioso, muchos disfrutaron. Y más curioso aún es que uno de los más críticos haya sido Cancellara, quien a pesar de su experiencia y maestría en el pavé desconocía lo que era hacer los tramos de la Roubaix en mojado. No le gustó la experiencia, pero adivino un punto de ironía en las declaraciones que he leído de él; porque en Twitter, con la emoción aún reciente, se refería a un “día épico” con un tono que hacía intuir que, a pesar de no tener un buen día, había disfrutado mucho. Pero lo mejor que he leído lo ha soltado Van Garderen: “Tengo un nuevo nivel de respeto por los clasicómanos. ¡Estos tíos son unos jodidos guerreros!”.
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