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Opinión
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El Mundial más lindo de la historia

La razón de que el Mundial resulte tan interesante es que los equipos intentan imponerse a sus rivales a través del dominio de la pelota y no de su renuncia

Los jugadores de Colombia, celebrando su victoria ante Costa de Marfil.
Los jugadores de Colombia, celebrando su victoria ante Costa de Marfil. Themba Hadebe (AP)

Mi primer día libre en Río de Janeiro llegó ayer, después de los octavos de final. Para desconectar un poco de mirar tanto fútbol me fui a jugar al fútbol. Camine con un amigo hacia el sur, hasta la parada 11 de Leblon. Ahí, a 30 metros del parador, viven los reyes del futvolley. Y digo viven porque jugar futvolleyes lo que hacen en esa franja de playa desde que sale el sol hasta que se pone, y lo que continúan haciendo cuando se enciende la columna de luces debajo de la cual instalaron la cancha. Tras tres horas de observación y búsqueda meticulosa nos atrevimos a desafiar, en una cancha de un tercio del tamaño de la oficial, a los que percibimos como la pareja más débil, con mucha diferencia, entre Gavea y Garota de Ipanema. Cuando ya perdíamos por demasiados puntos, un intento desesperado de remate fue a parar al tercer carril de la Avenida Delfim Moreira. Nunca vi el tráfico detenerse de manera más brusca. El conductor de un autobús, el primero en frenar, me hizo señas pacientes para que la recoja (mientras la fila de coches se amontonaba hasta el Pão de Açúcar) como si en vez de una pelota de playa se me hubiera escapado un hijo.

Hace cuatro años Claudio Bravo, arquero de Chile, dijo que atrapar la Jabulani era “como intentar atajar una pelota de playa”. Una forma bastante gráfica de describir los movimientos impredecibles del balón oficial del Mundial de Sudáfrica y su tendencia a cambiar varias veces de dirección durante el vuelo. El jugador que más rápido se adaptó a aquel balón fue Diego Forlán, que a lo largo del torneo dejó a varios arqueros rascándose la cabeza y preguntándose cómo una vida de entrenamientos en el cálculo de trayectorias ya no les servía de nada. El fabricante asumió el problema y se pasó los últimos cuatro años dedicado a resolverlo.

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El nuevo balón, Brazuca, tiene costuras más profundas que Jabulani y está totalmente cubierta por pequeñísimas protuberancias, como si acabara de pasar las uñas por una pizarra. Según el doctor Rabi Metha, jefe de la rama experimental de aerofísica de la NASA, la clave está en “la capa de aire muy fina que se forma cerca de su superficie, ya que el comportamiento de esa capa de aire es crítico en el comportamiento del balón” y asegura que Brazuca “es mucho más estable en vuelo y los jugadores podrán manejarla mejor, casi como una pelota tradicional de 32 gajos”.

Tanta mejora tecnológica no nos resultó de mucha ayuda en el futvolley de Leblon pero hasta ahora dio excelentes resultados en el Mundial. Ya no hay arqueros que se quejen y tampoco hemos visto trayectorias raras más allá de un tiro libre de Pirlo, fruto exclusivamente de su talento y no de defectos de diseño.

Una pelota más predecible hace el juego más predecible, lo cual siempre es de agradecer en un deporte donde buena parte del trabajo del entrenador consiste en intentar hacer con el partido lo que Adidas hizo con el balón y lo que uno intenta hacer con su vida: reducir el nivel de arbitrariedad. O sea, que un partido tenga más que ver con el trabajo alrededor de un conjunto de ideas que con el azar o con el simple acontecer.

España, que se fue a casa en primera ronda, puede sentirse orgullosa de seguir viva en el torneo a través de la influencia de su escuela

Eso es precisamente lo que explica la belleza de este Mundial: una idea. No la pelota en sí sino la pelota como idea. España, que se fue a casa en primera ronda, puede sentirse orgullosa de seguir viva en el torneo a través de la influencia de su escuela y sus resultados. La razón más importante para que este Mundial haya resultado hasta ahora tanto más interesante que los anteriores es que, mas allá de los matices, los registros, los sistemas y las distintas estrategias, la mayoría de los equipos (con las excepciones de Irán, Honduras y Grecia) intentan imponerse a sus rivales a través del dominio de la pelota y no de su renuncia. Ese regreso del foco a la pelota, que cada equipo adapta a su estructura y sus posibilidades, nos está regalando el Mundial más abierto, dinámico, intenso y dramático de la historia. Es también, antes de arrancar los cuartos de final, el Mundial con mayor promedio de goles desde España 1982 y con menor promedio de tarjetas desde México 1986, y está funcionando como un enorme filtro global: a quien no le esté gustando ya puede buscar otro deporte porque jamás le va a gustar el fútbol.

Hay otra explicación, menos verificable, que se me ocurre para que estemos viviendo un Mundial fantástico. No tendría que ver con las ideas ni con el coeficiente aerodinámico de la pelota sino con una especie de aprendizaje cultural acelerado, como ese que nos obliga a mirar a la derecha antes de cruzar la calle cuando caminamos por Londres o a pedir la pasta al dente apenas pisamos Roma. Tal vez este Mundial sea el mejor de todos simplemente porque los conductores en Río de Janeiro tienen claro que siempre es preferible un choque en cadena que pisar una pelota de fútbol.

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