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La exigencia de ser Djokovic

El serbio, derrotado en cinco de sus últimas seis finales grandes, sufre “presión mental”

Juan José Mateo
Djokovic en su partido.
Djokovic en su partido. Steve Bardens (Getty Images)

La tensión se expresa con una vomitona. Novak Djokovic, que ayer llegó a tercera ronda de Wimbledon tras sufrir de lo lindo para vencer 6-4, 6-3, 6-7 y 7-6 al checo Stepanek, ha perdido cinco de las seis últimas finales grandes que ha disputado. El serbio, que tiene 27 años, sufre para digerir esas ocasiones perdidas. Él, un titán que fue capaz de celebrar el Abierto de Australia 2012 tras pelear en la final durante 5h 53m, se inclinó en el partido decisivo de Roland Garros 2014 después de ahogarse en la humedad de París, quedarse blanco como un fantasma y ponerse a vomitar sobre la pista. El caníbal serbio, dicen en su equipo, somatiza así las terribles presiones competitivas a las que se siente sometido. Ahora asalta el título de Londres tras dejarse ver por Ibiza paseándose con una muñeca hinchable sobre los hombros. Su mente necesitaba una pausa. Su corazón, calma. Nole no sufre porque le falten piernas o se le hayan gastado los pulmones. Piensa en esas cinco finales grandes perdidas, y su cabeza se incendia.

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“Cuando empecé a trabajar con él [en 2009] me encontré a un jugador con mucho talento y a un atleta en forma, pero no a un tenista que estuviera afinado con esmero para el tenis”, explica tras un entrenamiento en Wimbledon Gebhard Phil-Gritsch, preparador físico del serbio y antes responsable de que Tomas Muster siguiera ganando títulos tras levantarse de la silla de ruedas a la que quedó recluido por un accidente. “Esa fue mi mayor preocupación durante los dos primeros años de nuestro trabajo”, sigue Phil-Gritsch, antes de argumentar que los vómitos de su pupilo no tienen que ver con la fatiga, si no con las emociones. “Fue una combinación de tensión, presión y problemas estomacales”, argumenta. “Le afectó la presión mental”, subraya. “Cuando el estómago no traslada la energía al torrente sanguíneo, no puedes durar en un partido al mejor de cinco sets. Sufrió. Ahora, la hierba le demanda un tipo de energía distinto al que le pidió la tierra, porque tiene que ser explosivo, rápido. Por eso hemos trabajado más en esos factores que en la resistencia. Hemos tenido que trabajar diferente”.

El número dos, que vomitó en París, dice tras ganar a Stepanek: “Me compliqué la vida”

La derrota de París, consumada con una doble falta, retrató como pocas la tormenta que se ha desencadenado en el interior del campeón de seis grandes. Ninguno de los tenistas que optan a los títulos de mayor prestigio navega con tanta facilidad como él las rondas menores de los torneos. Sin embargo, desde su glorioso curso de 2011, el número dos mundial ha perdido predicamento en los partidos decisivos a cinco mangas. Aunque aquella tarde parisina fue muy exigente en lo físico (“Mi sensación me recordó a la final de Miami 2011, que perdí con él y terminé muy mal. Me tuvieron que poner suero”, explicó Rafael Nadal, su contrario), Djokovic fue el primero que no quiso escudarse en ese factor y que apuntó hacia lo emocional como elemento decisivo. “Hacía calor, pero no puedo ponerlo de excusa. No me pude recuperar de ciertas bajadas de concentración”, argumentó sobre sus dificultades para asumir la tensión competitiva. “Es importante aprender de estas experiencias y comprender qué hice mal para crecer como jugador y como persona”, siguió. “La gira de tierra consumió mucho de mí. Necesité cogerme cuatro o cinco días para quitarme el tenis de la cabeza. Hay que saber reservar tiempo para recargar las baterías, mentalmente sobre todo. Eso es lo que he hecho”.

Así llegó Nole a Londres. Invitando a sus amigos a Ibiza, donde se dejó fotografiar bailando frente a una piscina y con una camiseta en la que se leía Game Over, amigo, gestos típicos de una despedida de soltero. Planificando su boda con Jelena Ristic, la semana después de Wimbledon, y pensando en su paternidad. Intentando olvidar las ocasiones perdidas para centrarse en las que quedan. Londres, donde sigue siendo uno de los máximos favoritos, es la primera. Para empezar, ante Stepanek recayó en un mal vicio: “Me compliqué la vida a mí mismo”, dijo tras rozar la quinta manga en un partido que debió cerrar en tres (tuvo 5-2 en el tie-break del tercer parcial, perdido).

Fognini, 20.000 euros de multa

El italiano Fognini, al que entrena el español José Perlas, fue multado con 27.500 dólares, más de 20.000 euros, por su mal comportamiento durante su primera victoria de Wimbledon. El tenista, un competidor siempre polémico, acostumbrado a enzarzarse en discusiones con los rivales, los jueces de silla y los supervisores, recibió un castigo ejemplarizante por utilizar palabrotas, ser antideportivo en su comportamiento y ridiculizar a las autoridades durante el encuentro.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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