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Klinsmann supera la maldición ghanesa

La selección de Estados Unidos colma su sed de venganza y vence a Ghana (1-2) con goles de Dempsey y Brooks

Rio de Janeiro -
Clint Dempsey celebra este lunes el primer gol para Estados Unidos.
Clint Dempsey celebra este lunes el primer gol para Estados Unidos.KAMIL KRZACZYNSKI (EFE)

En la ciudad de Natal, donde por la mañana el alcalde había decretado el estado de emergencia después de tres días seguidos de lluvias torrenciales, Estados Unidos y Ghana se jugaban la supervivencia en un grupo dominado teóricamente por Alemania y Portugal. Con mucho sufrimiento y tesón, los norteamericanos colmaron su sed de venganza y se autoinyectaron una importante dosis de autoestima ante sus dos próximos y complicadísimos compromisos. El gol en el primer minuto de Dempsey (uno de los más rápidos en la historia de los Mundiales) en un rápido desborde por la banda izquierda otorgó el aplomo necesario a la selección de Jürgen Klinsmann, que se sobrepuso a la rotura muscular de su delantero Jozy Altidore a la media hora de partido, aunque tendrá que buscar nuevas fórmulas de ataque durante el resto del campeonato. Ayer lo que mostró fue competencia para defenderse del asedio por tierra, mar y aire, que ejecutaron las ‘Estrellas Negras’ durante toda la segunda parte. Y contundencia para aprovechar sus oportunidades.

Ghana, orgullo del continente africano y verdugo de los estadounidenses en los dos últimos Mundiales, reaccionó al tanto de Dempsey con mucho dominio y poca precisión, ante la atenta mirada de su veterano ídolo Essien en el banquillo y de los vicepresidentes de ambos países, Kwesi Amissah-Arthur y Joe Biden, en el palco. Sólo un disparo ajustado de Assu en el minuto 31 y una oportunidad malograda por Jordan Ayew al filo del descanso inquietaron al seguro Howard. La banda derecha ghanesa cargaba todo el juego del equipo, obligando a Beasley a multiplicarse, pero resultaba un equipo previsible y poco dinámico. Estados Unidos resistía ordenadamente, liderada en todo momento por Bradley, adelantando las líneas con eficacia para provocar el fuero de juego. Con el balón en los pies se convertía en un equipo vertical, ajeno a cualquier tentación de tiki-taka.

El segundo tiempo, sin embargo, arrancó de manera muy diferente. Los africanos adelantaron líneas, lograron encerrar a la selección norteamericana y estuvieron a punto de empatar en un magnífico contraataque cabeceado fuera por Gyan cuando lo más fácil era meterla en la portería. La selección de Klinsmann perdió entonces el rumbo durante unos cuantos minutos. Sobrevolaba de nuevo la maldición ghanesa por Natal: su plana mayor (Gyan, Muntari, Asamoah y Boateng, que ingresó en el minuto 57) había declarado la guerra finalmente al Imperio. A ellos se unió el caudillo Essien en el minuto 70. Estados Unidos trataba de sacudirse la presión de cualquier manera, pero no lograba jugar. Le bastaba con aguantar el resultado. Y como tantas veces pasa, le faltaron unos minutos. En la mejor jugada del partido, una excelsa dejada por la izquierda de Gyan fue recogida y finalizada con criterio por André Ayew, solo frente a Howard, en el minuto 82. Los estadounidenses miraban al cielo, abrumados por los precedentes. Dos minutos después, el central del Hertha de Berlín Brooks remató un córner con bote incluido, como mandan los cánones, y liberó la euforia de decenas de miles de compatriotas que habían congelado su entusiasmo durante 120 segundos. Estados Unidos había roto el maleficio.

Puesto en entredicho por la prensa y el público, Klinsmann puede ahora respirar más tranquilo. Su valiente apuesta (que incluye la ausencia del idolatrado Landon Donovan) queda validada por el resultado; ahora tiene al menos dos partidos para certificar si su proyecto modernizador del soccer será capaz de dar la sorpresa en uno de los dos grupos más complicados del Mundial. Ghana, por su parte, deberá estar a la altura de las palabras expresadas ayer por su técnico, el ex defensor James Appiah: “Si vas al Mundial y tienes miedo de enfrentarte a equipos como Brasil y Alemania, no tiene sentido ni clasificarse”.

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