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Inglaterra bebe del librillo de Rodgers

Hodgson recurre a los jóvenes del Liverpool para recuperar el quiebro, el brío y la competitividad

Jordi Quixano
Sterling trata de zafarse de Darmian.
Sterling trata de zafarse de Darmian.Martin Mejia (AP)

Italia toca el balón, Brasil tira de músculo, Alemania remueve el esférico hasta encontrar la fisura definitiva, Holanda juega con cinco defensas… Axiomas que hace un par de Mundiales parecían inconcebibles, toda vez que cada selección se desplegaba a partir de su acentuada seña de identidad. Ahora es el mundo al revés, tiempos de modernización y readaptación, guiados casi todos por la batuta del toco y me voy que implantó España desde la Eurocopa de 2008. Inglaterra, sin embargo y con Rooney como líder sobre el césped, se expresa con naturalidad y acorde a su cultura, siempre con ataques eléctricos y velocidad en la composición, culebras en las bandas y obuses desde media distancia. Pero desde 1990, cuando Bobby Robson entregó la batuta a Gascoigne y la responsabilidad del gol a Lineker —escudado por Platt y Beardsley— para alcanzar las semifinales (perdidas en los penaltis con Alemania), Inglaterra no se desplegaba con ese vigor, vértigo y ritmo, por más que cayeran el sábado ante el pie de Pirlo y Candreva, la cabeza de Balotelli. Mérito de los jóvenes ingleses efervescentes que beben en su mayoría del librillo de Brendan Rodgers, técnico del Liverpool. Por algo es la vez que más reds hay en la selección (seis, gracias al fichaje de Lambert), justo por delante de 2006, cuando Sven-Göran Eriksson convocó a cuatro.

“Mi filosofía pasa por un fútbol creativo de ataque con disciplina táctica, un estilo que está en mi ADN y en el del Liverpool”, advirtió Rodgers al llegar al club en 2012; “pero necesito tiempo”. Tampoco tanto porque en este curso el Liverpool le batalló la Premier al Manchester City hasta la última jornada, título que se le resiste, precisamente, desde 1990. “Es un mánager que siempre atiende a la cantera como recurso”, reflexionaba en su día Rodolfo Borrell, entonces director de la escuela del Liverpool y ahora director técnico del City. “Mostró confianza en los niños y todos supimos que tendríamos nuestra oportunidad”, ampliaba Suso, que este año jugó cedido en el Almería pero que sí contó para Rodgers en el curso anterior.

Henderson, Sturridge y Sterling representan la efervescente y nueva generación de los ‘pross’

En esta temporada, en cualquier caso, el Liverpool jugó con irreverente descaro, propio de la juventud. Henderson tejía en el eje al tiempo que Sturridge y Sterling agitaban los encuentros con sus piernas y regates, también remates cuando el uruguayo Luis Suárez se tomaba un descanso. Más o menos lo que ocurrió frente a Italia. “He visto muy buenas actuaciones individuales, como las de Sterling o Sturridge [marcó el gol inglés]. Dimos todo lo que teníamos, pero no entraron los disparos”, dijo Hodgson. Le dio la razón su capitán Gerrard: “Nos criticaron estos años por relajarnos y por no morder en el campo; ahora nadie podrá decir eso”. Porque tienen hambre. También propio de la juventud.

Sin contar con Gerrard, voz y brazalete del Liverpool, los medios y la delantera que presentaron los pross tienen una media de edad de 23,4 años. No se queda ahí el guarismo; los suplentes Wilshere, Lallana, Oxlade, Barkley, Smalling y Law dejan la media en 21,7 años. “Ha nacido una nueva generación de jugadores de un nivel óptimo que se unen a los más veteranos”, reflexiona John Barnes, exjugador de Inglaterra que participó en los Mundiales del 86 y 90, última vez que superaron la barrera de los cuartos de final; “el problema es que tenemos una generación intermedia perdida, esa de jugadores con una horquilla de edad de 26 a 29 años”. Pero a Hodgson no parece preocuparle: “Nos levantaremos; estoy seguro de que nos clasificaremos”.

Bebe Inglaterra del Liverpool, club del que Hodgson fue destituido en 2012, seis meses después de dar relevo al idolatrado Kenny Dalglish. Luego, llegó Rodgers y su manual red, por extensión inglés. Y por eso Hodgson, de 66 años, anclado en el fútbol del puntapié y contragolpe, ha sabido reversionar su librillo con facilidad, fiado al talento de la bisoñez.

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